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"Sólo intento alborotar la memoria colectiva, alejarla del topicázo"

Ex futbolista juvenil del Oviedo, ex seminarista y psicólogo, Fulgencio Argüelles (Uriés -Asturias-1955) escribió su primer relato con 16 años. Sentado entre las prostitutas de un bar, escribió la historia ficticia de una de ellas. Hoy, aquel cuento escrito en directo se ha perdido, íncluso en la memoria de su autor, pero no así el espíritu aventurero que lo inspiró. Argüelles acaba de bucear en la historia remota de Asturias, devorando textos de autores romanos, hispánicos, franceses o griegos para armar una crónica literaria de unos años oscuros, los del reinado de Ramiro I. El resultado de ese proceso es Los clamores de la tierra, su segunda novela, que ahora publica Alfaguara.Mezcla de "rememoración literaria e inspiración histórica", la obra nació un día que Argüelles miraba el palacio de Santa María del Naranco, un edificio construido por orden de Ramiro I: "Pensé que tras aquellas piedras había una o varias vidas, sentimientos y sueños, y tal vez, escondidos en las sogas de las columnas, incluso los fracasos de todo un pueblo".

Así empezó un viaje concienzudo a un pasado imperfecto. El reinado de Ramiro I (año 843 a 850) pasó a la historia como el de un monarca "constructor y vara de la justicia", pero fue turbio y violento: "Hubo sangre, botines, invasiones y hogueras", explica Argüelles. "Ramíro gobernó un reino que entonces comprendía Cantabria, Galicia, León y la tierra de los bascones. Lo acosaban los normandos por la costa, los musulmanes por el sur, y los nobles astures desde dentro. Él fue un católico a ultranza, tal vez el primer antecesor de los inquisidores. Su nieto Alfonso III contó que quemó a magos, a brujos. Para que lo dijera debían ser auténticas masacres. Sobre todo de astures, los pobladores indígenas, que nunca acataron la religión católica".

Argüelles ha tratado de huir del maniqueísmo. Presenta al rey como un "personaje contradictorio, asaltado por las dudas", y junto a él sitúa a Arbídel, "el verdadero protagonista de la obra, un humilde escudero que representa la pureza, la ingenuidad y el arte" y que abre paso a la que según su autor es "la parte más importante de la novela": la que describe "la vida privada de los astures, marcada por el monte que defiende una resistencia que se hizo famosa siglos después".

Argüelles no desea extraer grandes conclusiones de la Historia", ni relacionar pasado remoto y contemporáneo: "Sólo he intentado hacer una novela entretenida, que escapara de los dos topicazos (Pelayo y Covadonga) que nos persiguen a los asturianos".

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