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Tribuna
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El ' zezenzusko' o toro de fuego

Además del toro de lidia rey de la fiesta, los sanfermines reúnen una lucida y extraña fauna de animales domésticos, circenses y folelóricos, siendo los ejemplares mas curiosos el zaldiko y el toro de fuego o zezenzusko.Así vemos en el encierro, junto a los toros, a los cabestros y ya en el coso, las vaquillas, los rocinantes de los picadores y los babiecas de los velazqueños alguacilillos. En las barracas, los caballitos y otros animales de feria, y en el circo, arrugados elefantes, fieros leones, monos titiriteros y perrillos sabios, sin olvidar las tortugas que se venden en los tingladillos, entre globos, pitos y pañuelos rojos.

El zaldiko-maldiko forma la escolta equina de los gigantones. Esta comparsa de gigantes es una regia y descomunal comitivia, capaz de asombrar el mismísimo Don Quijote y está formada por cuatro parejas de reyes, que van precedidos por una cohorte de pensativos cabezudos y tropa de kilikis que persiguen a vergazo limpio a la alborotada chiquillería.

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Este mitológico ser, centauro foral, mitad caballico de cartón, mitad bufón, es un kiliki metido a dantzari. Con sus piernas blancas y su caperuza con borla, emparentado con el carnaval de Lanz, seguramente primo de Zuripot y Zamalkain y pariente de les chevaliers suletinos.

Si el zaldiko es caballo de juguete para las mañanas de sol y tamboriles, el otro bicho indígena y chisporroteador, el zezenzusko, es un toro nocturno, que recorre las calles después de la traca pirotécnica que decora con flores y palmeras de efímero y centelleante dibujo el cielo de Pamplona.

Este toro es un gran muñeco, una figura, con cabeza astada y lomo coheteril que lleva un mozo o se monta sobre ruedas. Su aparición, entre chispas y detonaciones, causa pavor entre los críos, que corren desaforados por las calles, remedando el encierro de verdad, el de los mayores.Dicen los sabios que el origen de este morlaco hay que buscarlo nada menos que en una batalla que los celtíberos, acaudillados por un tal Orisón, libraron contra las huestes de Amilcar. Los. cartagineses fueron dispersados por la temible embestida de una manada de toros uncidos a carretas que llevaban entre las astas haces de leña ardiendo.

De este toro pamplonica dejó escrito con gracejo Premín de Iruña:

"Ego sum el zezenzusko

y disparando cohetes

corro tras los mocetes

y al que cojo, lo chamusco"

El toro de fuego da el contrapunto divertido, nocturno y juvenil a los toros de verdad, a los que lidian por la tarde los matadores -tabaco y oro, escarlata y oro, azul y plata- en la incomparable baraunda de la gran cazuela festiva del coso pamplonés.

Pedro Lozano Bartolozzi es profesor de Periodismo de la Universidad de Navarra.

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