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Tribuna
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Carta desde el teatro Real

Nosotros también soñamos el Real, y también hemos trabajado por él, y lo seguimos haciendo aún en condiciones, muchas veces, desfavorables.Es falsa la afirmación varias veces publicada (formulada de distintas maneras, pero al final siempre la misma) de que en el Real se parte de cero a

1995. Durante años se ha desarrollado un trabajo que al final siempre ha ido chocando con los aplazamientos del remate de la obra, pero del que no todo es desechable. Desde la Administración. se han planteado formalmente varias fechas de inauguración que incluso se han hecho públicas (1992, noviembre de 1993 y octubre de 1995, esta última incluso con compromisos artísticos establecidos de forma más o menos firme), en función de las cuales se ha ido planificando la actividad del teatro. Los retrasos han hecho que este trabajo ni siquiera haya salido a la luz, pero eso no significa que no esté hecho ni que no quede nada de él. A pesar de las dudas que cada uno Personalmente pudiera abrigar sobre la viabilidad de conseguir abrir en cada una de estas Fechas, nuestra obligación era trabajar sobre esa base, que venia marcada por instancias más altas. Resultó muy doloroso que en el momento que parecía que después de estar durante años esperando que se pusiera definitivamente en marcha el proyecto se desprecirara sin mirar lo que ya estaba construido, sólo pendiente de ese impulso.

Y resulta que, curiosamente, los objetivos que se señalan en la descripción del nuevo proyecto son coincidentes en muchos aspectos con los que ya estaban marcados. Y existen escritos de hace ya, desgraciadamente, años que ignorarnos si han sido tratados con tanta desconsideración como las personas que los han elaborado o se han tenido de alguna manera en cuenta, pero que marcan las mismas líneas.

En cuanto a la programación, siempre se ha pensado (y se ha escrito) que había que ofrecer "una programación que combinara de manera armónica los grandes títulos de la lírica universal con el rescate del repertorio menos conocido, la ópera española de todos los tiempos con las creaciones más contemporáneas", lo que, por otra parte, no tiene mayor rnérito, porque cae por su propio peso. Pero se había trabajado además sobre esta filosofía.

Baste como ejemplo decir que la ópera prevista para la inauguración del teatro, Parsifal, estaba incluida en la programación de la primera temporada, coincidiendo la última representación con el día de Viernes Santo, y se habían mantenido conversaciones con Plácido Domingo para que la interpretara. También se incluía Divinas palabras, por supuesto con fechas fijadas, habiendo empezado sus principales intérpretes a trabajar sobre la partitura.

Esta temporada estaba casi por completo planificada, incluyendo además la participación de destacados profesionales españoles (directores de escena, por ejemplo) que, por cierto, no aparecen citados entre los soñados. Existía también el proyecto de un ballet sobre La Celestina, con música de Carmelo Bernaola, guión de Adolfo Marsillach y coreografía de Granero. Junto con el

Don Quijote encargado a Cristóbal Halffter y la ópera Don Gio-vanni, cerraba el cielo de los tres grandes mitos de la literatura española.

Se había establecido relación con teatros de ópera europeos, con los que había principios de acuerdo de colaboración que se vieron frenados por los problemas ya citados respecto a la fecha de inauguración. Ante la queja planteada recientemente en la prensa sobre qué pensarán en Europa, si este nuevo proyecto no sale adelante, sería bueno saber qué se les ha dicho sobre las personas que ya habían establecido contacto con anterioridad representando al teatro Real, pues la situación sería la misma. ¿Se han tenido en cuenta las gestiones ya realizadas con ellos? ¿Por qué razón eran éstas despreciables y no han de serlo las más recientes?

No debo extenderme en la descripción del trabajo realizado en este campo, que es mucho más extenso e importante que lo aquí señalado, ya que no se trata ahora de, eso, pero creo firmemente que se debe respetar la labor de los profesionales que la han desarrollado.

La recuperación del patrimonio lírico español ha sido siempre un tema prioritario, y lo mismo podría decirse de la ópera contemporánea. Se han buscado partituras, que han sido objeto de estudio y consideración, de distintas épocas y estilos. No es tarea fácil, sino profunda y de largo alcance, que se ha abordado siempre con especial interés.

En cuanto al objetivo de convertir el teatro Real en centro difusor de cultura, que no se limita a abrir sus puertas para los espectáculos de su programación principal, se han dado ya pasos firmes para su consecución. El Real forma parte desde hace más de un año del proyecto European Opera Centre, que agrupa a importantes teatros europeos y que cuenta con el apoyo financiero de la Unión Europea, orientado a la formación de jóvenes profesionales para la ópera, abarcando todos sus campos. Esta participación se ha visto en cierta forma frenada ante el desconcierto creado por la actitud de la fundación.

Se ha creado la estructura básica y ha comenzado el desarrollo del Servicio de Documentación, entre cuyos planteamientos está el abrir sus fondos y servicios a usuarios externos (como de hecho ya se está haciendo), y la organización de actividades de divulgación.

Este servicio ha elaborado además un informe preliminar para los programas y actividades dirigidos a niños y jóvenes, para cuya elaboración se ha recabado información y documentación de varios teatros y se ha pedido asesoramiento a profesionales de, la pedagogía musical.Otros proyectos quedaron estancados en alguno de los retrasos, como la exposición que acompañara la inauguración del teatro o la publicación de un libro sobre el Real y la ópera española, asuntos en los que ya habían comenzado a trabajar prestigiosos críticos y musicólogos.

No se trata de establecer una guerra infantil de "pues tú más", pero resulta muy duro tener que leer ahora quejas tan amargas cuando nos hemos visto en situaciones francamente duras y hemos intentado seguir haciendo lo que estaba en nuestra mano por conseguir que este proyecto salga adelante lo mejor posible. Pero si las cosas se plantean públicamente a nivel sentimental, otros tenemos también derecho a hacer pública nuestra vinculación emotiva con el teatro y su futuro, y si se trata de exponer lo realizado para ello, a sacar nuestro trabajo a la luz.

Escribo a vuelapluma y con cierto temor por salir en defensa de profesionales que quizá no deseen ser defendidos (o al menos por mí y ahora), con trayectorias y bagajes de un peso que no, debo echar a mi espalda, pero creo que hay cosas que deben decirse. Su propio carácter de desahogo priva probablemente a este escrito de rigor, y sé que hay en todo este asunto factores que se me escapan totalmente, pero estamos oyendo y leyendo cosas ante las que es muy difícil permanecer impasible, lo que espero disculpe las muchas faltas que este escrito pueda presentar.

Antoni Ros-Marbá, director musical del teatro Real.

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