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Crítica:'BLUES'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Lucille y Gerundina

Hubo reventón en el recinto musical con peor acceso -único acceso- de toda la capital. Qué lío para entrar. Qué follón para salir. Estaban agotadas las localidades para ver en directo el abrazo entre dos recientes amigas: Lucille y Gerundina. La primera, acariciada por un septuagenario al que llaman Rey del Blues. La segunda, cálida y apasionada herramienta de un genio local. No era de extrañar pues, tanta expectación.Mientras el gentío aún se agolpaba para entrar, sonaban las primeras notas sobre el escenario a cargo del numeroso grupo que acompañaba a míster King. Muy buenos músicos a los que el sonido no hizo, precisamente, ningún favor. Por fin, a la tercera canción -Let the good times roll- apareció la leyenda viva y el anochecer madrileño se llenó de blues. Ciertamente estándar, todo hay que decirlo, pero también con los atávicos lamentos del esclavo bien pasados por el tamiz de terciopelo que caracteriza la forma de tocar la guitarra de este artista.

Concierto de B

B. KingB. B, King (vo z y guitarra), Raimundo Amador (guitarra), Leon Warren (guitarra), Michael Doaster (bajo), Walter King (saxo), Melvin Jackson (saxo), James Bolden (trompeta y trombón), James Toney, (teclados), Calep Emphrey Jr. (batería) y Tony Coleman. Johnny Walker Music Festival. Cuartel Conde Duque. 3.500 pesetas. Madrid, 8 de julio.

B. B. King mostró una forma envidiable, pasando con soltura y sin cargar demasiado las tintas sobre su guitarra, el extenso repertorio de la noche, que habría de rondar las dos horas. Más bien, prefirió dar paso a los solos de sus acompañantes, entre los que cabe destacar a los dos saxofonistas, a un pianista tan sobrio como elegante y a un bajista brillante, pese a ser el único blanco del grupo.

Los clásicos

Conocer todo el repertorio de B. B. King es como aprenderse la guía de teléfonos. Pero, entre tanta canción parecida, pudieron distinguirse, claramente algunos de los clásicos del maestro: Rock me baby, Caledonia, We're gonna make it o Everyday I have the blues. Sólo variaban las cadencias rítmicas: del blues lento al rápido; del rock al swing. Pero, armónicamente, todo el espectáculo fue una especie de enciclopedia que versara sobre la famosa rueda de doce compases que es, en definitiva, el blues clásico.Por fin, apareció Raimundo en el escenario y aquello fue el acabóse; tanto es el cariño que el ex Pata Negra se ha ganado en la capital. Junto al maestro, tocó con respeto y arrobamiento, pero con esa chispa callejera que siempre es marca de la casa. Tras cuatro o cinco canciones, finalmente, los músicos explotaron en un brillante fin de fiesta a los sones de When the saints go marching in, mientras B. B. King arrojaba puñados de púas al público y Raimundo se echaba un bailecito. Después de tocar, los santos se iban bailando en pos de un rayo de luna en la hermosa noche madrileña. Ya volverán.

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