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LAS VENTAS: FIESTAS DE LA COMUNIDAD

Lo bueno fue el sol

Sonó el clarín y la borrasca, que se cernía sobre el coso de Las Ventas tuvo la amabilidad de retirarse dando paso al sol. Y eso fue lo bueno del festejo.El sol lo disfrutaron a sus anchas quienes habían sacado las localidades más baratas de la plaza. Los de las más caras les miraban con envidia porque corría un bris que tersaba el cutis y los cuerpos reclamaban ropas de abrigo; jerséis, chaquetones, buen macferlán. "Qué a gusto se está", comentaban los de las localidades más baratas y se congratulaban al ver tiritando a los de las más caras, convencidos de que habían hecho el negocio de su vida.

No es muy seguro lo del negocio, sin embargo, pues en el redondel no pasaba nada y para aquel viaje mejor les habría resultado entretener la tarde en un banco del Retiro. No pasaba nada en lo que a lidia y toreo se refiere, entiéndase, pues malo habría de ser que no se produjeran algunos aconteceres, de mayor o menor fuste.

Palomo / Mora, Ferrera, Blázquez

Novillos de Palomo Linares, muy bien presentados, mansos, aunque varios de encastada nobleza. Eugenio de Mora: tres pinchazos y estocada (silencio); pinchazo perdiendo la muleta, pinchazo, otro hondo, descabello -aviso-, pinchazo pescuecero, otro hondo, pinchazo y estocada (silencio). Antonio Ferrera: bajonazo descarado y rueda de peones (silencio); pinchazo, estocada delantera, rueda de peones y descabello (silencio). Raúl Blázquez: dos pinchazos y estocada traserísima caída (silencio); media ladeada y rueda de peones (palmas).Plaza de Las Ventas, 3 de mayo. 2ª a corrida de abono. Cerca del lleno.

El primero de ellos, la ovación, que le dedicaron los aficionados a José Antonio Carretero -torero de plata, hasta hace cuatro días matador de alternativa- al hacerse presente en banderillas. Los aficionados madrileños son agradecidos y recordaban su coraje cuando prendió un arriesgado par al morucho violento de la tarde grande de Joselito.

La tarde grande de Joselito el jueves pesaba en la del viernes con los síntomas propios de una resaca. "La corrida de hoy no va a ser la de ayer", sentenció un aficionado. Hay profecías sublimes. Que la tarde de hoy no vaya a ser la de ayer es previsión que sólo pueden concebir los elegidos de los dioses.

Los aficionados de siempre estaban a lo suyo. La moral de los aficionados de siempre se renueva en sí misma y protestaban el novillo que mostraba invalidez -hubo pocos de esos-, el que delataba su mansedumbre -hubo muchos-, las inhibiciones de los toreros, principalmente en el primer tercio. Iba a concluir el correspondiente al sexto novillo y un aficionado de siempre voceó: "Haced un quite, por favor". Como quien oye llover: nadie entró al quite, y el aficionado de siempre, hombre cortés, concluyó: "¡Gracias!"

Mansos resultaron los novillos de Palomo Linares si bien los espadas carecieron de capacidad para darles la lidia adecuada. Por ejemplo aquello de la distancia, que no es un tópico. Empeñados en citar de cerca, incluso ahogando las embestidas, los novillos remoloneaban o parecían aplomados. En cambio, si por algún acaso los diestros ponían tierra por medio, se arrancaban presto.

Raúl Blázquez ciñó estatuarios al tercero, alguno de auténtico escalofrío, corrió a los medios, citó largo y el novillo se le arrancó a la muleta como una flecha. Faena adelante vinieron los encimismos -que deslucían los pases- y al dar manoletinas, de nuevo distanciado, el novillo recuperó su prontitud y codicia.

El toreo encimista es característico de la neotauromaquia, que cifra su gracia en porfiar y sacar los pases uno a uno, sin correspondencia ni ligazón.Lógicamente los novilleros siguen esta pauta, y así les va, que apenas ninguno destaca. Eugenio de Mora toreó desajustado. Antonio Ferrera, que banderilleó rápido y seguro al segundo, se aplicó a un muleteo, afanoso antes que templado y reunido. Blázquez instrumentó buenos naturales al sexto y volvió a ahogar la embestida, con lo que desaprovechó el buen pitón izquierdo que tenía el animal.

Un peón le prendió la banderilla al cuarto en todo lo alto de una pata, el siguiente se la quiso endilgar por detrás otro se tiró de cabeza al callejón después de parear al sexto, sin causa que lo justificara... No son acontecimientos que vaya a registrar la historia pero alborotaron a los espectadores de las localidades más baratas, que se aletargaban al solecito de la primavera. Y, además, con eso ya tuvieron algo que contar.

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