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A cara de perro

Los políticos endurecen su semblante conforme se acerca el día del voto

ENVIADO ESPECIALLa cara de la campaña electoral italiana se ha transformado en las últimas horas; la del líder del centro-derecha, Silvio Berlusconi, se ha tensado en los arcos superciliares, ha endurecido el rictus de la boca, ha cortocircuitado la risa de los ojos; la de Romano Prodi, jefe de la coalición de centro-izquierda, se ha hecho aún más masiva a horcajadas de unas formidables mandíbulas de presa en un orondo convencimiento. Gianfranco Fini, el jefe posfascista y teórico lugarteniente de Berlusconi, guarda la compostura como si con él no fuera la batalla: critica menos a sus rivales que a su propio líder, al que corrige sus provocaciones malhumoradas; Massimo d'Alema, líder de la izquierda, que hace ver que sigue a Prodi, mantiene parecida reserva, mientras que en su semblante no se sabe si está a punto de irrumpir una sonrisa o si ésta ha pasado, como un ángel, tan sólo hace un instante.

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Los encuestadores apuestan al equilibrio este domingo de las segundas legislativas en dos años, precavidos, quizá, por los recientes desastres de la previsión electoral de una a otra península. Pero en medios próximos al Olivo se manejan dos encuestas, de las llamadas secretas, pero a las que quien lo prefiere escucha con la fe del carbonero. Una da 47% a 43% para el centro-izquierda, y la segunda estira aún más el primer resultado hasta un poco verosímil 50%.

La aparente preocupación de un Polo y convicción de un Olivo están produciendo un mismo efecto en la campana: su personalización extrema. Inicialmente se enfrentaban una coalición conservadora dirigida por el magnate televisivo y una congregación más o menos socialdemócrata con varios registros: D'Alema, Dini, Maccanico, y entre los que apenas despuntaba coralmente Prodi, el jefe nominal de todos ellos. Pero a medida que parecía menguar el peso de Berlusconi en su alianza, la campaña del Olivo se ha ido endureciendo como si quisiera convertir la consulta en un referéndum sobre el líder de Forza Italia. Éste sabe que si pierde su invención electoral, el Polo, está acabada. Y los eventuales procesos se agolpan en tomo a su persona; el último de ellos, basado en las declaraciones de la compañera de uno de sus íntimos colaboradores, Stefania Ariosto, que le acusa de sobornar con cientos de millones a media judicatura de Roma.

Berlusconi no está, sin embargo, derrotado todavía. Si hemos de atender a sus anteriores comparecencias electorales, puede presentarse aún como vencedor. El referéndum sobre el control de la televisión, basado en el conflicto de intereses de un jefe de Gobierno que poseía un imperio de las ondas, se saldó el pasado año en su favor. La opinión pública mass media, la más berlusconiana, sólo quiere saber con qué programas cuenta, televisivos, no electorales, y se le da una higa cómo la propiedad esté repartida o superconcentrada.

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Fuerza populista

Berlusconi representa aún una fuerza populista que habla en nombre de los recién llegados: a la fortuna, a la posición, al gran consumo. Por ello hay un voto Berlusconi y otro anti-Berlusconi que tiene poco que ver con las ideologías, y mucho con la aceptación de clase. El líder del Polo no ha sido ni será nunca del todo asimilado por sus pares, pues ha sentido la arrogancia de hacer del consumo una bandera: exhibición con la belleza femenina, compra de un equipo de fútbol que ha tenido la soberbia de batir a la histórica Juventus de los Agnelli y Fiat. En suma, ha violado todas las reglas, especialmente aspirando a ejercer el poder en directo, como su televisión, en contra de lo que la tradición de los grandes de la industria italiana marca secularmente.A ese sentimiento difuso se encuentra aliada una izquierda que, seguramente, habría preferido una campana más tranquila, de vencedores serenos y generosos. Pero los líderes formales de ambos grupos, Berlusconi y Prodi, luchan por la supervivencia política el primero, y por la simple existencia el segundo. Por eso se han enzarzado en un combate referendario del ser y no ser. "El voto católico es mío"; "si tú ganas no habrá más elecciones libres en Italia"; "si vencemos esta vez no haremos prisioneros"; "estás para tomarte un válium", son algunas de las invectivas que los dos líderes han cruzado.

Si no hay ahora Berlusconi 2, ya no lo habrá nunca. Si no sale el Prodi 1, la apuesta de D'Alema ha fracasado. El advenedizo y el machacante estatal de toda la vida se enfrentan el domingo. Las caras se han agriado. El día 21 muchos votarán por o contra todo lo que representa Berlusconi. Menos Estado y más televisión.

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