Buscando al Che
Forenses argentinos y geofísicos cubanos rastrean en Bolivia los huesos de Ernesto Guevara
ENVIADO ESPECIAL La boliviana Clarita ya era una vieja entrometida el 9 de octubre de 1967, día en que sorprendió al doctor Martínez rellenando de formol el cuerpo de Ernesto Che Guevara en el depósito de cadáveres de Vallegrande. "Le echaba líquido por una raja abierta en el cuello", recuerda en el mostrador de su pequeña tienda de la plaza, apenas a tres kilómetros del lugar donde forenses argentinos y geofísicos cubanos buscan los huesos del guerrillero que murió soñando con una América Latina en llamas contra la injusticia y el hambre. Capturado en la Quebrada del Churo, fue ejecutado herido, sin juicio ni clemencia, en La Higuera, también en estos parajes orientados hacia la cordillera de los Andes. "¡Qué pena!. Parece mentira, dejarse engañar así un hombre tan inteligente como él. Pero si aquí todos éramos propietarios", dice Clarita, muy lúcida a sus 89 abriles.
Ha escampado en Vallegrande después de un diluvio tropical, y el radar de Giorgio Stangalino, presidente de Area Geofísica Eng, SA, reanuda su recorrido sobre los terrones y surcos de una propiedad próxima al aeródromo señalado por el general jubilado Mario Vargas Salinas como la ignorada tumba. "Vivo, como no te querían Guevara", escribió alguien en esta aldea de 6.000 almas, con vecinos que admiten lo penoso de su apartamiento geográfico. "Que lo encuentren y se quede aquí; así recibiremos visitas", pide una abuela.
El radar de Stangalino ha registrado objetos sepultados hasta tres metros y medio de profundidad, y la computadora instalada en una furgoneta marcó los puntos de azada. Y se cava cuidadosamente. "Es la primera vez que experimentamos con restos humanos, porque el mecanismo está diseñado para la detección de cañerías subterráneas y conductos de hidrocarburos", explica el italiano. Habitualmente, el Equipo Argentino de Antropología Forense, codo con codo, sabe del lugar de las fosas; no así en Vallegrande, a 700 kilómetros de La Paz, donde tira de machete y colabora en la obtención de datos. En diciembre fue identificado un guerrillero y se, encontraron los huesos de otros dos. Confían en dar con el esqueleto sin manos de la leyenda revolucionaria, sobre cuya vida y muerte abundan testimonios contradictorios, apasionadas manipulaciones, disparates y alguna fábula.
Carlos Somigliana, al igual que los otros miembros del grupo, entre ellos el forense cubano Jorge González, ha desenterrado muertos-desaparecidos en Argentina, Honduras, Guatemala, El Salvador, Panamá, Venezuela o Etiopía. "Aquí, cualquier persona mayor de 45 años tiene su propia versión de los hechos y del lugar del enterramiento", agrega, "y a su manera, casi todas pueden ser ciertas. Hemos agrupado las más coincidentes. Vargas Salinas dice que fue sepultado en el aeródromo, pero es como decir la cancha del Real Madrid".
No fueron fáciles sus misiones, y en algunas se le trató de confundir, porque generalmente los victimarios niegan la exhumación de sus víctimas.
Entrenados entonces por boinas verdes y pastoreados en las grandes decisiones por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), es advertible la resistencia de los militares a la magnificación y mausoleo del extranjero arribado hace 28 años al país andino para levantarlo en armas contra el Gobierno.
Fracasó Ernesto Che Guevara, entre otras razones, por su desembarco en cañadas y andurriales sin conciencia política y por empeñarse en transformar una sociedad parcialmente alterada con la reforma agraria de 1952.
Casi medio siglo después, una señora recogida en autoestop agradece la visita: "¿Viene usted a ver nuestra pobreza, verdad?". Ciertamente es pobre Bolivia, y sin embargo fracasó Guevara, quien amargo en sus reflexiones de campana reconocía: "Hablar a los campesinos bolivianos es como hacerlo con la pared". Clarita adivina las causas: "Los de esta zona son vivísimos, y nos les convenció el barbudo".
En Santa Cruz de la Sierra, a 250 kilómetros, el analista Julio Vera Sosa resume la hostilidad del conservadurismo: "Corresponde al Che Guevara la instauración de los tenebrosos tribunales populares de Cuba y el fusilamiento en el paredón al que fueron conducidos miles de cubanos patriotas y demócratas". Vino a matar y murió en su ley. Igualmente burdo en la revisión histórica, el párroco Luis Rojas denunció a los "traidores o malos bolivianos que rinden pleitesía a los enemigos de la patria", e identifica como una pandilla de aventureros y mercenarios a la columna del argentino. La sotana ultra de San Andrés arremete también contra los curas de barrio: "Y no faltaron clérigos izquierdistas que se rasgaron las vestiduras por la muerte del Che, pero por nuestros soldados no rezaron ni un responso".
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