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Los delirios de un populista austriaco

El ultraderechista Haider puede convertirse en árbitro para gobernar tras los comicios de hoy

El populista de derecha Jörg Harder, un abogado de 45 años, que en menos de una, década ha conseguido transformar al insignificante Partido Liberal Austriaco (FPOE) en un movimiento denominado Los Liberales y catapultarlo, desde un insignificante 5% a un 22,5% en la votación del 9 de octubre del año pasado, se ha convertido en el centro de atención de las elecciones parlamentarias anticipadas que se celebran hoy en Austria.Haider y sus liberales pueden convertirse en árbitros de la, con seguridad, dificultosa formación de nuevo Gobierno tras las elecciones de hoy, obligadas por abrupta ruptura el pasado octubre de la gran coalición entre socialdemócratas (SPOE) y democristianos (OEVP) tan sólo un año después de las elecciones generales.

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"Limpiar el establo significa poner orden"

Las diferencias entre los socios que gobiernan Austria desde 1986 hacen difícil una reedición de la gran coalición. Por eso Haider podría, con los diputados que obtenga hoy, inclinar la balanza y representar el papel de hacedor o desfacedor de gobiernos, o incluso llegar a entrar en uno de coalición. Todas las opciones parecen abiertas.

Para muchos, Haider representa la reencarnación de su compatriota Adolf Hitler, el führer que llevó a Europa a la hecatombe hace medio siglo. En uno de los múltiples libros que se han publicado en Austria sobre Haider, La lucha de Haider, del periodista Hans-Henning Scharsach, uno de los epígrafes se titula También Hitler empezó como populista.

Haider ve las cosas de otra manera y da su propia definición de populista: "Significa hombre del pueblo, alguien que se encuentra en condiciones dé expresar lo que mueve a las gentes. Es una posición democrática, y por eso en nuestros objetivos tenemos prevista una mayor participación del pueblo. En nuestros 20 puntos del Contrato con Austria [programa básico de Haider y su movimiento] pedimos que el pueblo decida en referéndum los límites de las cuotas de deducciones e impuestos, como en Suiza. No sé si otros partidos estarían dipuestos a algo así. Desde este punto de vista, populista es un calificativo honorífico para mí".

"¿Oportunista, play boy decadente o neofáscista?", se pregunta sobre la identidad de Haider el prestigioso diario alemán Süddeutsche Zeitung. La revista Stern establece la comparación con el cuento del flautista de Hamelin y lo define como un "cazarratas con sex appeal" Sin duda, Haider derrocha atractivo personal y carisma. En una noche helada, al lado del Prater vienés, en una rotonda donde giran los tranvías y desde donde se divisa la gigantesca noria donde en la película El tercer hombre un genial Orson Welles se encontraba con Joseph Cotten, unas 300 personas se congregan sobre el hielo y la nieve para escuchar a este hombre de discreta estatura, bronceado, que les habla de tú en el lenguaje y dialecto del hombre de la calle.

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Esta mezcla de Robin Hood, el ultraderechista francés Jean Marie, Le Pen y la madre Teresa de Calcuta, como le caracterizó estos días el semanario austriaco News, conoce sin lugar a dudas dónde aprieta el zapato al famoso hombre de la calle, "los pequeños", como dice él en sus mítines. En la rotonda del Prater, Haider expone, en una escasa media hora, sus puntos de vista, y dedica luego otro tanto a firmar autógrafos e intercambiar frases con todos los que se le acercan. No quiere ser Haider el hombre negro del saco, alusión al partido corservador, los democristianos del OEVP; ni el demonio rojo , con que se burla de los socialdemócratas del SPOE. Él, Haider, es el ángel azul, no por la célebre Marlene Dietrich, sino por los colores; de su partido o movimiento, y Sie presenta como el santo protector de los pequeños.

En una Austria en pleno proceso de integración en la Unión. Europea y de lucha por cumplir los criterios de convergencia exigidos por el Tratado de Maastricht, donde el Estado paternalista y protector de la Segunda República empieza a hacer agua ante la imposibilidad de financiar las altas cuotas de protección social que dispensó durante medio siglo a sus ciudadanos, se expande el miedo de los que un periodista austriaco define como "perdedores de la modernización". A esto se une que durante los 50 años de Segunda República Austria ha sido gobernada por una especie de pacto entre los dos grandes partidos (SPOE y OEVP), que se han repartido las prebendas. Los socialistas, hoy rebautizados en socialdemócralas (SPOE), cuentan con uno de. los suyos al frente de la Cancillería desde hace 25 años, y en el medio siglo de Segunda República tan sólo han estado fuera del Gobierno durante cuatro años.

En este terreno de inseguridad por el futuro económico del país y de hastío por los años de patronazgo y reparto de prebendas y poltronas entre los dos grandes partidos, crece la figura de Haider, que habla de una Tercera República, de "limpiar el establo",azota los privilegios de los políticos y denuncia, una tras otra, las corruptelas. Con éstos ingredientes, adobados con una fuerte dosis de argumentos xenófobos y una actitud ambigua ante el neonazismo y la ultraderecha, Haider se ha lanzado a buscar una clientela política que desde hace nueve años le proporciona en cada elección un crecimiento permanente. La duda es si hoy, tras el cierre de las urnas en Austria, esta ascensión se convertirá en irresistible o sufrirá un frenazo. Esto último sería el resultado de la derechización del mensaje de los democristianos (OEVP). Al mismo tiempo el OEVP no se muestra del todo opuesto a una coalición con Haider o a formar un Gobierno minoritario tolerado por los liberales.

En sus mítines electorales habla Haider de reducir los ministerios a siete, porque Suiza, que tiene las dimensiones de Austria, funciona muy bien con menos ministros; arremete contra el despilfarro y menciona a una secretaria de Estado, casada con un español, que se gastó una forturna del erario público en maquillaje; saca a relucir los sueldos fabulosos de los funcionarios del Banco Central, y cita, entre aplausos del público, los casos de delincuentes extranjeros que se aprovechan de la asistencia social austríaca.

En concreto se refiere Haider a un refugiado de Sri Lanka que violó a dos niñas y todavía recibe ayuda social, y a una banda de albaneses detenida por la policía, pero que por una puerta entra en la cárcel y a las dos horas sale por la otra para continuar sus fechorías. Aplaude el público cuando Haider protesta contra los subsidios familiares que se envían al extranjero "en favor de niños que ni se sabe si de verdad existen".

Para el escritor Scharsach, la xenofobia es el sustituto del antisemitismo en la ideología neonazi de Haider, que ha atraído a Austria enviados especiales de periódicos judíos de Nueva York para preguntarle por sus afinidades con Hitler. Haider se arma de paciencia y responde, en fluido inglés, que a él no le interesa el pasado, que Austria es una democracia moderna y que no existe el menor motivo para esos temores. Cuando una periodista austriaca le pregunta por su presencia en un acto de ex combatientes de las SS hace unos meses, Haider pierde la compostura y califica la información de "marranada", a la que no está dipuesto a responder.

A 48 horas de las elecciones, la primera cadena de la televisión alemana ARD emitió un programa con unos pasajes grabados con una cámara de aficionado que muestran a Haider en el acto de camaradería de los antiguos SS austriacos. Las frases de Haider resultan comprometedoras y se comprende que reaccione con nerviosismo cuando se recuerda que dijo que "todavía hay en este mundo gentes decentes que conservan sus convicciones, aunque el viento sople en contra, y se han mantenido fieles a sus convicciones. Ésta es la base, queridos amigos, que también se entrega a nosotros, los jóvenes".

En otro momento declara: "Un pueblo que no honra a sus antecesores está condenado a la decadencia. Puesto que queremos tener un futuro, a esos izquierdistas de la política correcta les vamos a enseñar que no se puede acabar con nosotros y que la decencia se impondrá en nuestro país, aunque quizá todavía no seamos capaces de lograr mayorías"

La televisión austriaca se negó a emitir el programa con estas palabras de Haider. Los portavoces de Los Liberales se apresuraron a negar su veracidad. Queda la duda abierta sobre su repercusión en el electorado, y no faltan los que aventuran que incluso le podría beneficiar en una Austria que siempre se ha resistido a afrontar el pasado y ha conseguido cargar toda la culpa del nazismo a Alemania. Haider representa una espada de Damocles sobre el sistema democrático. A la pregunta de si Haider constituye un peligro para la democracia austriaca, el canciller, socialdemócrata Franz Vranitzky, de 58 años, respondió a este periódico: "Esa pregunta hay que planteársela al propio Haider".

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