El ahogo en las minas
Los nuevos sistemas de arranque para extraer carbón auguran más silicosis
La silicosis es la enfermedad profesional del minero por antonomasia, producida por el efecto nocivo que causa el polvo del carbón en los pulmones. Ligada a reivindicaciones laborales durante décadas, a penosas tareas aún en la actualidad a costa de la vida de los trabajadores, la silicosis continúa siendo una enfermedad irreversible, mortal en su grado más avanzado y de un alto coste sanitario a pesar de las intensas investigaciones realizadas.El enfermo, en muchos casos, convive con la silicosis numerosos anos, hasta más de 20, en los que se familiariza con el cateter o la mascarilla de oxigeno y con los broncodilatadores para tratar de paliar la espectacular disfunción de sus pulmones. Las mejoras técnicas en las minas y las nuevas medidas de protección y prevención contra la silicosis han logrado hasta ahora retrasar su aparición, mientras -que la utilización de potentes fármacos contribuyen a sobrellevar lo mejor posible la enfermedad.
La importante reducción de este grupo de enfermos desde principio de siglo está ligada en una parte importante a la supresión del número de explotaciones. No obstante, los nuevos sistemas de arranque mecanizado en las minas, con altos porcentajes de sílice en el. ambiente (el 30% frente al 6% de los métodos tradicionales), auguran un incremento de. los silicéticos en los próximos años, según sindicatos y neumólogos especialistas. Hoy se sabe que las formas de neumoconiosis (grupo de enfermedades provocadas por la inhalación de polvo de minerales) son variadas y algunas de ellas gravísimas, como es el caso de la asbestosis (cancerígena) o la -siderosis (ocasionada por el polvo del hierro).
Varios especialistas médicos en neumología ponen ejemplos de silicóticos.de tercer grado (la forma más grave, en la que se reduce la función de los pulmones hasta un 90%) con tan sólo siete años de actividad profesional en. el interior del pozo. Esto ocurría desde principios de este siglo hasta los años sesenta, cuando las horas extraordinarias superaban a la jornada laboral establecida, las medidas de prevención eran escasas o en la mayoría de los casos nulas, y se permitía realizar estas tareas a menores de edad. En la actualidad se experimentan retrasos en la aparición de la enfermedad de hasta 20 años, tras un periodo similar en el tajo.
300 casos anuales
Una estadística del Instituto Nacional de Silicosis de Oviedo, de. pendiente del Insalud, y que cumple su 250 aniversario en este año con más de 100.000 historias clínicas (más de 40.000 de mineros), sitúa en más de 300 los nuevos casos anuales de silicosis. El instituto revisa a unos 3.000 silicóticos al ano. Este completo reconocimiento médico sustituye hace años a las pruebas parciales que se realizaban a pie de mina, denominadas fotoseriación (placas de 10 por 10 de tórax, de dudosa eficacia diagnóstica y prohibidas hoy por la OMS, debido a su excesiva radiación).Últimamente, en más del 60% de los nuevos casos detectados la enfermedad apareció cuando el' minero iniciaba: su jubilación, lo que pone de manifiesto que el miedo a contraer la enfermedad tiene fundamento. No existen estadísticas fiables de muertes por silicosis. En su estado leve no acorta la vida, pero si evoluciona, ésta se puede reducir en 20 años o más. La muerte llega tras largos padecimientos. "Algunos, en el momento final, sufren un coma carbónico tras la pérdida de conocimiento ocasionado por un ahogo horrible", señala Luis Palenciano, director del instituto y jefe del servicio de fisiología respiratoria.
En los 25 años de existencia del instituto, 22 silicóticos se quitaron la vida en el hospital. La relación de estos enfermos con su médico es "íntima". "El minero llega afogao, sin cita previa, tanto él como nosotros sabemos cómo mejorar esa fatiga tremenda y lo hacemos sin mediar palabra; son pacientes de años, que no tienes ni que mirar la ficha clínica, en su cara llevan la solución, temporal, claro. Hay quien. tiene que estar pegado al 'oxígeno 18 horas al día".
Graciano García es a sus 73 años uno de los enfermos silicóticos veteranos del instituto. Recuerda, con buen humor, que lo inauguró hace 25 años. En lo que va de año ha sido ingresado siete veces. Entró a la mina con 15 años, y lleva 41 conviviendo con la enfermedad. Su retiro a los 30, casado y con tres hijos pequeños, sólo le proporcionó 850 pesetas de jubilación. Hoy, postrado en una cama de la habitación 408, sólo articula media docena de frases sin la mascarilla de oxígeno y un abanico como consuelo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.