Woodstock de la Frontera
El Torta, protagonista de una Fiesta de la Bulería de gran nivel artístico
La Fiesta de la Bulería, edición número 28, convirtió un año más a Jerez de la Frontera en el Woodstock de Andalucía. Los hippies y los grunges son aquí los gitanos más guapos del mundo; el barro es el albero y los churros, el fino y los garbanzos sustituyen sin desventaja aparente al LSD. Pero la intensidad de esta fiesta jerezana es seguramente inigualable: diez horas enteras, y muy verdaderas, del mejor cante, baile y toque posible dan para mucho.Y mucho fueron las bulerías de La Macanita y de Remedios Amaya, los tientos y los tangos de Triana y de Málaga que bordó José Menese, esa siguiriya mágica de Agujetas, todo el toque de Moraíto y Parrilla de Jerez, o el baile de El Pipa... Todos los participantes, palmeros y acompañantes incluidos, dieron una lección de profesionalidad y de arte.
Iban ya unas dos horas y media de festival. Habían abierto plaza, con gran corrección, Ana Peña y Fernando de la Morena. Elu de Jerez había debutado, con éxito, de la mano de un espléndido Parrilla de Jerez; los relojes se habían. retrasado una hora para engañar al cansancio y al amanecer y Sara Baras había enseñado por vez primera en la Bulería sus alegrías, elegantes y sensuales. Todo andaba razonablemente apacible. Y de repente le llegó el turno a El Torta.
Salió cantando y bailando por rumbas, a lo Manolo Escobar subido en moto, y, al primer jipío, las 5.000 personas habían salido del frigorífico, y estaban ya de pie, bailando con él, jaleándolo enloquecidas. Moraíto y Antonio Jero, a la guitarra, intentaban, sin lograrlo, coger el tono de aquella tormenta de voz. Y Moneo, bailaba y aullaba y se cambiaba el micrófono de mano.
Entonces atacó la siguiriya de Manuel Torre, y como por hechizo, adiós la luz, apagón. ¿Boicoteo? ¿Magia? La gente silbó un poco. Luego encendió los mecheros. El Torta, iluminado y a oscuras, remató el cante con la cabal de Sernita, una joya que ya nadie canta.
Después, Sordera,dejó su breve magisterio. La Macanita mostró su temple bárbaro en una soleá magnífica y en las inmensas bulerías. El Pipa bailó enorme por alegrías. Remedios Amaya enamoró con sus tangos y sus bulerías llenas de música y poder. Agujetas enseñó sus dientes y su voz de oro. Y llegó, serían las del alba, el fin de fiesta. Y la niña de seis años que bailó por bulerías mejor que el que lo inventó dijo con tres patadas que cuando nadie se acuerde de Woodstock, Jerez seguirá siendo Jerez.