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Crítica:BIENAL DE VENECIA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Stockhausen, Kurtag y los británicos

ENVIADO ESPECIALKarheinz Stockhausen, el gurú, como le denomina Il Gazzettio, inició este ciclo electroacústico representable o simplemente audible en 1977 y tiene previsto concluirlo en el 2002. Se articula bajo el título de los días de la semana y apoya su dramaturgia en personajes simbólicos -Eva, Michael, Lucifer- Pero el principal impulso del músico alemán persigue siempre soluciones espaciales y modificaciones constantes de la materia sonora. Esa suerte de espectáculo electroacústico, que envuelve al público en un cerco de altavoces, resulta posible y brillante en manos de uno de los máximos investigadores del sonido, el espacio y la manipulación electrónica.

palabras y homenajes

El húngaro Gyorgy Kurtag -Lujo, 1926- llena su importante catálogo con homenajes, palabras y música dedicados a quienes en alguna medida han influido en la raíz y en la realidad de su actividad creadora. Quizá lo más hermoso logrado por Kurtag en esta dirección sea el concierto para soprano y orquesta Palabras de Peter Bornemisza, escrito entre 1963 y 1973 y presentado ahora en la Fenice en primera audición italiana. A lo largo de cuatro partes o extensos episodios, Kurtag musicaliza, vocal e instrumentalmente, algunos textos del teólogo y poeta húngaro del siglo XVI Bornemisza. Según la versión italiana de Giovanni Morelli, podemos acercarnos, aunque no calibrar con exactitud, a la estrecha fusión e interdependencia, entre palabra y música lograda por Kurtag, a lo que se añaden, como derivaciones consecuentes, partes pianísticas de rara expresividad y potencia a través de aglomeraciones sonoras que, a veces, evocan algo así como un Messiaen de otros aires y otros ámbitos.En el mismo teatro de la Fenice, la noche del jueves, los virtuosos componentes de la London Sinfonietta, dirigidos por Markus Stenz, nos trajeron el mensaje musical de cinco autores británicos, el mayor -Harrison Birtwistle- de 60 años y el más joven -Thomas Adés- de 24. El buen hacer del primero quedó claro en Fragmento ritual, obra que se acerca mínimamente a la música de acción por el continuo desplazamiento de los solistas al lugar principal. En cuanto al joven Thomas Adés practica con ingenio espirituoso un plan lúdico sobre el tema del niño que se sueña héroe. El resultado es muy atractivo y encierra posibilidades gestuales que acercan la partitura al mundo del ballet.

En su breve Lilith Simon Holt se comporta cual un diseñador inteligente, en tanto Martin Butler nos da en Jazz machines una interpretación personal de los ritmos afroamericanos entendidos desde un criterio de cámara.

La prolongada Suns dance, de Colin Matthews, con su juego de clusders y monodías, parece más un ejercicio intelectual que una explosión expresiva que evidencie lo que puedan ocultar las notas.

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