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LA SUCESIÓN DE MITTERAND

Chirac une a toda la derecha contra el socialismo

Enric González

Jacques Chirac ofició ayer en solitario la gran misa de la unidad conservadora. El candidato de la derecha a la presidencia de Francia fue el único orador en un mitin al que asistieron, como gesto de reconciliación, sus antiguos rivales, el primer ministro Édouard Balladur y el derechista Philippe de Villiers. Chirac: evitó la foto de familia y no les invitó a subir al estrado, pero introdujo en su discurso menciones y elogios a sus invitados. El alcalde de París centró su mensaje en la necesidad de unión para evitar que los franceses se dejen "extraviar en una tercera aventura socialista".

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El público, más de 40.000 personas, se comportó con disciplina. Pese a la lluvia, pese al barrizal en que se había convertido la pradera de La Bagatelle, en el bosque de Boulogne de la capital francesa, la gente no perdió el ánimo. Aplaudió a Balladur cuando éste, tenso toda la tarde, entró en el entoldado; vitoreó a Valéry Giscard d'Estaing y hasta lanzó hurras al menesteroso candidato antieuropeo Philippe de Villiers, que el domingo se quedó en el umbral del 5% de los votos y, sin subvención estatal, tendrá que pagar de su bolsillo, o el de sus amigos ricos, los gastos de campaña. A lo que no llegó el público fue a perdonar a Nicolas Sarkozy y François Léotard, los dos ministros balladuristas que más atacaron a Chirac: ambos fueron recibidos por la multitud con una larga y gozosa pitada.Jacques Chirac, un hombre al que no asustan las contradicciones, se empleó ayer a fondo en conciliar lo irreconciliable: el antieuropeísmo de De Villiers con el europeísmo de Giscard, la "reforma suave" de Balladur con su propio "cambio en profundidad". Su discurso, de una hora de duración, incluyó párrafos para todos los gustos. Balladur, que una semana atrás le parecía "un inmovilista" que había elevado los déficit al "nivel más alto en tiempo de paz", se convirtió en un primer ministro que, "con coraje y no sin éxito", se había empleado a fondo en "el relanzamiento de Francia".

El electorado del neofascista Jean-Marie Le Pen, que el lunes recomendará a sus 4,5 millones de votantes por quién deben apostar el domingo próximo, recibió también una buena dosis de guiños: el candidato Chirac afirmó que sería un error "satanizarles", calificó de "legítimos" sus temores y preocupaciones, y se refirió varias veces a la necesidad de acabar con la inmigración clandestina, incrementar la seguridad y "amar a la patria francesa".Confiar en la aritméticaEl candidato conservador mostró, en cualquier caso, que necesitaba confiar en la aritmética. Sólo la correlación de fuerzas políticas, favorable a la derecha, puede darle la victoria el próximo 7 de mayo. La dinámica, la aceleración, favorecen a su rival. El socialista Lionel Jospin gana cada día en soltura, en ánimo, en claridad y en capacidad comunicativa. Chirac, que parecía arrollador en marzo e hizo un excelente arranque de campaña, va quedándose rígido y espeso, y se limita a repetir el único mensaje sobre el que coinciden las fuerzas de derecha: todos contra el socialismo. Las pegatinas que se distribuían a la entrada del mitin, con lemas como "Rechazar el socialismo, un deber cívico" y "Acabemos con la mentira socialista", abundaban en esa misma idea.

Tras concluir su parlamento y recibir las ovaciones de rigor, Chirac descendió de la tribuna y estrechó la mano de su odiado Édouard Balladur: fue un gesto rápido y frío, sin palabras ni miradas. Siguió luego con sus demás parientes de la siempre desavenida familia conservadora, uno a uno, cuidándose de que las cámaras no pudieran captarle con demasiados a la vez. Con el apoyo de balladuristas y giscardianos le sucede a Chirac algo parecido a lo de Jospin con Mitterrand: no se puede rechazar, pero no se desea aceptar.

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