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Entrevista:

"Berlanga y yo hemos creado la sociedad Carcamales Unidos"

Ya están trabajando en esta penúltima película. Va sobre las ceremonias familiares vistas por el ojo socarrón de Berlanga: bautizos, comuniones, bodas, funerales. "No tenemos ninguna prisa en acabarla. La haremos sólo si nos divertimos". Divertirse ha sido, desde luego, la gran divisa de la vida de Matas. No extraña nada que la película que. se trae. actualmente entre manos sea precisamente Puede ser divertido, de Azucena Rodríguez, con una adulta Ana Torrent y Mercè Pons en una comedia que califica de "trepidante y [lógicamente] divertida"., Después no descarta trabajar con Agustí Villaronga.Por diversión, Matas saltó un día del mundo de la exhibición al de la producción. A finales de los años cuarenta gestionaba el Windsor Palace, un mítico espacio de la Diagonal barcelonesa. Poco a poco, durante los cin cincuenta, fue haciéndose con nuevas salas. A finales de la década, Con los cineramas, dio el salto. "Ahí es cuando empecé a ganar dinero. Conseguí la exclusiva de este sistema de proyección en París. Pero es también en ese momento cuando me doy cuenta de que la exhibición se me va a que dar pequeña. Que el oficio de ex hibidor no es otro que el de alquilar butacas por hora. Y me entra el grain de folie de la producción".

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Este grain se le metió en el zapato a Matas en plenos Monegros. "Leí allí el guión, de Plácido que primero se llamaba Siente a un pobre en su mesa y que cambiamos, porque pensamos que no colaría con la censura. Me dije que eso era una película. Y con el grado de inconsciencia de quien no tiene la más mínima idea del oficio, me empeñé en producirla". La película costó 7,5 millones de pesetas." "Yo no puse ni un duro, porque no lo tenía. Fue entre mi cómplice Jaume Castells, y unos cuantos, amigos más que se consiguió el dinero".

No ganó dinero con Plácido, pero sí quedó en paz. Él mismo se encargó de llevar la cinta acabada a San Sebastián para que la viera "el Generalísimo", quien suprimió un a escena e impidió que se presentara en Venecia. "Al año siguiente; sin embargo, y por razones que, nunca he llegado a saber, me dejaron exhibirla en Cannes. Gracias a ello pudimos trampear la inversión". No ganó dinero, pero sí la sólida amistad de Berlanga. Se pelearon durante la realización, claro, pero también se juramentaron: al día siguiente de aquel cabreo ambos hicieron las paces y decidieron que, pasara lo que pasara en el futuro, siempre observarían esa regla. Bautizaron el acuerdo como el Pacto de la Cibeles (circulaban por esa plaza cuando lo sellaron). No lo han roto nunca. Ni siquiera cuando Matas, le rechazó el guión de El desguace -fue precisamente este rechazo el que motivó que poco después Berlanga apareciera con el guión de lo. que sería La escopeta nacional (1978), un exitazo-; ni siquiera cuan. do el productor impuso que la siguiente película, Patrimonio (1980), también fuera nacional, ni siquiera cuando Berlanga quiso hacer Nacional III (1982), y esta vez ya era Matas quien estaba hasta la coronilla de nacionales. La colaboración prosigue hasta hoy.

Por supuesto, no todo han sido mieles en la carrera de Matas. "Orson Welles era un hombre insoportable. Lo pasé muy mal con Campanadas a medianoche [1965]. De hecho, yo no intervine en la producción, fui de bombero porque Welles y Emiliano Piedra, el auténtico productor, no se hablaban y además el Banco de Madrid, que había autorizado unos créditos para el rodaje, no se fiaba ni un pelo. Estábamos en la fase de montaje y teníamos que entregar la copia en una fecha determinada. El tiempo se nos, tiraba encima. Recuerdo que Welles llegaba a París desde Londres, donde rodaba, vestido de fraile y se ponía a trabajar sin saludar a nadie. Yo le había visto beberse, de una tacada, cuatro topas de coñac alternadas con cuatro cervezas. Y sin embargo, ¡nunca le conocí borracho! El tío me martirizó hasta donde pudo con el sonido de un sable que se clavaba en la arena y que no acababa de ser de su agrado. Era sencillamente un genio".

Otro genio con el que se ha cruzado Matas fue Luis Buñuel. "Sin embargo, él era un genio casero, con el que establecí muy buena relación desde el, principio. Con El discreto encanto de la burguesía, de hecho, me limité a aportar la parte española, aunque no pudo ser una coproducción, no me dejaron por razones de censura; la película tuvo nacionalidad francesa y con ello se perdió un Oscar". Pero con Buñuel tuvo también problemas: la censura obligó a cortar la escena en la que un obispo se carga a un moribundo de un disparo.

Pasión. paralela a la de Berlanga y a la de los genios en la trayectoria de Matas ha sido producir óperas primas o casi. Ocho en total. Algunas han funcionado pasable mente y otras, lo reconoce sin ambages, han sido un desastre.

Casi ópera prima fue El crimen de Cuenca (1979, en realidad era la segunda de Pilar Miró). "Apareció un día Lola Salvador y me preguntó qué sabía yo del crimen de Cuenca. Respondí que casi nada. Me explicó la historia y me dije: 'Aquí hay una película, y además necesito un director con mala leche: Pilar, Miró'. Trabajamos el guión a conciencia. Llegamos incluso a sobornar a un funcionario de la Audiencia Nacional para que nos dejara consultar los archivos. Luego vino el gran follón." En la nómina de Matas han estado, también, Chávarri y Regueiro. "He tenido dos líneas de trabajo: el cine de autor y un cine ligero, comercial pero digno".

Amparo Soler Leal, su mujer, asegura que la madre de Alfredo se apellidaba Presenta (antiguo chiste del matrimonio por lo de "Alfredo Matas presenta", que tantas producciones ha encabezado). Matas recibió hace poco el homenaje de la profesión. Tímido ante las celebraciones, se limita a hacer suya una frase del futuro Enrique V en Campanadas a medianoche: "Hemos visto tantas cosas...".

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