Kenzaburo Oé gana el Nobel de Literatura
El 'enfant terrible' de la literatura japonesa describe su estilo como realismo grotesco
El presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, que ayer ofreció un almuerzo en Barcelona a los emperadores de Japón, improvisó unas palabras de felicitación por haber obtenido un escritor japonés el Nobel de literatura. Akihito no se inmutó ni respondió, se limitó a seguir el rígido protocolo. Uno de los comensales comentó que Kenzaburo Oé es en Japón un autor del estilo de Juan Benet, por la profundidad de sus temas, pero más leído, muy popular.
Fuera de Japón la obra de Oé es escasamente conocida salvo en los pequeños círculos especializados. A pesar de considerársele un autor de difícil traducción hay por lo menos siete novelas suyas traducidas, la mayoría al francés, y también al inglés y al sueco. El mismo autor ha sostenido que escribe para los lectores japoneses y especialmente para las mujeres que, según él, son las únicas que se preocupan seriamente por los problemas del país.
A pesar de la importancia de su obra para la literatura japonesa, Oé es un autor fuertemente influenciad9 por la literatura occidental. "El describe su escritura como realismo grotesco y no tarda en mencionar el nombre de Rabelais en relación a esto", dijo ayer uno de los miembros de la Academia Sueca.
El propio escritor no demuestra una especial preocupación por llegar con su obra a públicos de otras latitudes. Oé es el segundo escritor japonés que obtiene el Premio Nobel. Anteriormente, en 1968, lo recibió su compatriota Yasunari Kawabata.
Su obra está compuesta de novelas, cuentos, ensayos y artículos periodísticos en los que debate sobre aspectos de la sociedad japonesa de la que se le considera un crítico agudo e implacable. Estas críticas las formula desde su condición de intelectual independiente, sin vinculaciones conocidas con ningún partido o movimiento político pero con una clara orientación humanista y de izquierda.
Oé ha viajado por China, Europa, Australia y Estados Unidos y es un hombre comprometido con los problemas de su tiempo. Luchador contra el armamentismo nuclear, ha participado en diversas polémicas defendiendo los derechos humanos. En su juventud, participó en movimientos izquierdistas radicales. Los temas centrales de sus artículos de debate son la sociedad moderna, la política, la guerra, el desequilibrio moral y la destrucción del planeta.
Una tragedia personal
Una tragedia personal, el nacimiento de un hijo con graves carencias cerebrales, y una tragedia colectiva, la de la guerra en la que su país fue destruido y derrotado, han marcado su vida y su obra. Él mismo contó que cuando nació ese hijo los médicos lo declararon incurable y le aconsejaron que lo dejara en algún establecimiento especial a la espera de que la muerte se apiadara de él. Pero junto con su mujer decidieron dar la batalla, se quedaron con el niño y con mucho amor y con una atención adecuada lograron una recuperación tan notable que hoy es un compositor musical del cual sus padres se sienten muy orgullosos. En gran medida este hecho da una dimensión del valor humano del escritor japonés.
Este acontecimiento está reflejado en su novela escrita en 1964 que lleva por título Una cuestión personal (Anagrama y Círculo de Lectores), único título de Oé publicado en España, en 1989, y que ayer sus editores se apresuraban a sacar de los almacenes para volver a distribuirla.
Nacido en la isla de Shikoku, al suroeste del país, en 1935, Kenzaburo fue el tercer hijo de una familia samurai. Su infancia y parte de la adolescencia en un medio alejado de las grandes urbes, marcó su carácter, reacio a vivir en Tokio, a la que considera una especie de monstruo carente de toda planificación.
La II Guerra Mundial, que para su país significó una derrota y una tragedia no solamente por el ataque nuclear de que fue objeto por parte de EE UU, dejó hondas huellas en el espíritu del niño que entonces era el escritor y esa experiencia también se ha reflejado en su obra, a la que a veces ha descrito como un instrumento para exorcizar sus demonios.
Cuando ingresó en la universidad Oé tenía clara su inclinación por la literatura francesa: "Yo consideraba entonces a los norteamericanos como enemigos", confesó en una entrevista. "Leía mucho más a los escritores franceses que a los estadounidenses, era mi forma personal de luchar contra la ocupación. Esto lo llevé al extremo de leer a Faulkner antes en francés que en Inglés. La traducción era elegante, fácil de comprender, mientras en inglés los diálogos eran ambiguos. Mi profesor era un especialista en el Renacimiento y, en particular, del contexto histórico en el que vivió Rabelais. Descubrí el humanismo entre Guillaume Budé, Enrique IV y la Reina Margot. A partir de esta noción de auténtica tolerancia decidí orientar mis investigaciones, porque no existía nada como eso en mi país. La literatura francesa me permitió hallar el contrapunto a la rigidez japonesa".
Su interés intelectual y amistad por Sartre no se limitó a la esfera literaria. Como miembro de una amplia generación perdida de la posguerra, Oé ha mantenido una clara postura política. "Para mí, para los artistas e intelectuales de la posguerra que representamos la generación perdida, lo esencial era forjar una nueva identidad japonesa. Para ello nos comprometimos con movimientos políticos y sociales. Ahora soy practicamente el único que mantiene una actividad política, aunque se limite al dominio antinuclear: yo me he ocupado de organizar a los supervivientes de Hiroshima", dijo hace algún tiempo.
En el mundo imaginario que el escritor ha creado logró presentar la humanidad en general a través de la profundización en casos particulares. Esto es evidente, sobre todo a partir de los anos sesenta, cuando se ve enfrentado al drama del nacimiento de su hijo minusválido.El hecho de que Oé sea un autor marcado también por su pertenencia a un entorno muy específico no es obstáculo para que su visión un tanto intelectual sea universal. En sus estudios universitarios se orientó hacia la literatura occidental, particularmente francesa, y en sus ensayos literarios menciona habitualmente a escritores como Rabelais, Balzac y, especialmente, a Sartre, al que admira y cuya obra fue objeto de su tesis. universitaria. Está también familiarizado con la obra de Dante, Poe, Eliot y la sueca Selma Lagerlof, de quien elogia su técnica narrativa.Su novela El juego del siglo, traducida al francés en 1985, es considerada una obra central. El título de su versión inglesa, The silent cry, expresa mejor su contenido, que trata, bajo las apariencias de una revuelta fracasada, de las relaciones humanas en un mundo impenetrable en el que los conocimientos, las pasiones, las ambiciones y los sueños ocupan el centro de la existencia. Las cartas de los años de la nostalgia, escrita en 1986 y traducida al francés el año pasado, es una suerte de novela autobiográfica con Dante como mentor. El personaje central realiza el sueño de no dejar jamás el paisaje verde de la isla donde ha nacido, lo que tiene connotaciones muy directas con la infancia del propio escritor.
Babelia
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