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Tribuna:CRÓNICAS
Tribuna
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Lo contrario de un triunfador

Juan Cruz

En aquel cuarto de hospital, mientras se le adelgazaba definitivamente la vida, José Antonio Gabriel y Galán volvió a repetir lo que dijo cuando un jurado en el que estaban Gabriel Garcia Márquez, Carlos Fuentes, Gonzalo Torrente Ballester, Augusto Roa Bastos y Arturo Uslar Pietri le dio a Colombia en 1991 el Premio Carranza por su novela Muchos años después: "Soy todo lo contrario de un triunfador". La muerte, poco después, cometía la última derrota; atrás quedaba la biografía de un español ejemplar que hizo del servicio público, a través del periodismo y la literatura, una vocación y también el vehículo de su rabia.Sus amigos de generación, esa generación fronteriza que era joven cuando aún dominaba la dictadura y que vivió los bordes del entusiasmo y del desencanto en la pesada marcha de esta transición, se resisten a la evidencia tremenda de su desaparición, y desde que murió, en marzo de 1993, no han cesado de recordarle y muy activamente.

El año pasado, en su pueblo, Plasencia, se reunieron para estudiar su obra y ponerla sobre la mesa, como la de un comunicador que siempre trabajó en empresas colectivas, que se ocupó de la política y del teatro, de la novela y de la gente, y que dedicó esfuerzos sin cuento para mantener a lo largo del tiempo la siempre ruinosa empresa de divulgar la literatura de los demás. Esta última empresa, El Urogayo, que persiste a pesar de los malos tiempos que circulan para lo que es esencial en la comunicación literaria, es, con sus novelas, la principal herencia que dejó este personaje que en los tiempos duros mantuvo siempre ante los otros el aliento de los solidarios. Es lo que hicieron el año pasado sus amigos, recordarle como ejemplo, y ese recuerdo, en el que intervino mucha gente -Luis Carandell, Ángel García Pintado, Vicente Verdú, Alfredo Bryce Echenique, Pedro Altares, Rafael Conte.... muchos más-, se recogió en un volumen que hoy mismo, en medio de la frustración que siempre produce celebrar a los que ya no están, se presenta precisamente en su pueblo, en el pórtico, además, de una nueva convocatoria del premio Extramadura de Novela.

Se le recuerda a Gabriel y Galán como un escritor comprometido con su tiempo y con su gente, como el autor de novelas que hicieron crónica -tanta veces irónica- del pasado, pero sobre todo, aunque eso no se diga explícitamente cuando los escritores o los periodistas se reúnen para hablar de sus colegas, se conmemora, y por tanto se echa en falta, una estatura humana singular, un espíritu de sacrificio por los demás que no es común y que él llevó hasta sus últimas consecuencias, en su vida personal y en su vida colectiva.

En los últimos meses, herido ya definitivamente, después de anos en que la amenaza final parecía tapiarle siempre la esperanza, siguió batallando, organizó congresos de literatura, estuvo en ellos y participó como si aún no fuera ya para él después. Acosado por todos los vocablos terribles del tiempo, permaneció con los demás como si no quisiera irse; se le estaba haciendo la noche en la mitad de la tarde, y, como decía el poeta argentino que murió justamente tras escribir este poema, no quería hacerse sombra: "Quiero ser luz y quedarme".

Aquella tarde en el hospital, enfrentado a las ironías a las que nos convoca el pasado, volvió a repetimos la frase con la que acogió la noticia del principal premio literario de su vida: "Soy lo contrario de un triunfador". Con ese espíritu de dejadez ante todo atisbo de vanidad vivió sus últimos tiempos, escribiendo en un diario en el que quizá se respire ese ánimo que provoca entre los de su generación un tiempo como éste, en el que todas las esperanzas gruesas se han ido adelgazando como a él se le impidió la esperanza y se le adelgazó el futuro. Los que hoy le conmemoran no sólo recuerdan a un escritor, a un periodista y a un hombre, sino que se fijan también en lo que ellos mismos han perdido.

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