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El buen toreo de Emilio Silvera

Antonio Lorca

Borrero / Silvera, Chamaco, Pedrito

Toros de Carmen Borrero, bien presentados, flojos, descastados. Emilio Silvera: estocada baja (oreja); pinchazo, estocada trasera -aviso- y descabello (oreja). Chamaco: estocada muy baja y descabello (palmas); bajonazo (ovación). Pedrito de Portugal: pinchazo y estocada baja (vuelta); estocada (oreja). Plaza de Huelva, 7 de agosto. 5ª corrida de feria. Dos tercios de entrada.

La novedad era Pedrito de Portugal, pero la sorpresa la protagonizó el onubense Emilio Silvera. La plaza se pobló de aficionados portugueses para ver a su ídolo, al que arroparon y jalearon, y para el que consiguieron una inmerecida pero el toreó de verdad fue un joven casi desconocido; un convidado de piedra en su propia tierra, que lucha desde hace años por abrirse camino, y que ha deleitado con su toreo al natural a nacionales y extranjeros.Afortunadamente, sorpresas como ésta forman parte del misterio de la tauromaquia. De pronto, llega un torero, casi de favor, entre dos compañeros famosos, tímido y sin querer molestar, y le toca un toro con trote cansino al que lancea sin convencimiento. El animal mejora en banderillas y llega al último tercio con escasa fuerza, pero con nobleza. El torero aún no está convencido; de hecho, se deja enganchar la muleta en las dos primeras series con la derecha, hasta que le coge el aire, el ritmo y el paso al toro, y surge la conjunción del mejor toreo por la derecha. Silvera se crece y se confía; se cambia la franela de mano y consigue que su oponente le ayude a dibujar dos series de naturales sencillamente inmensos. Cuando la plaza se recupera de la sorpresa, una voz surge del tendido: "Emilio, tienes mejor izquierda que Gento". Volvió por magníficos naturales en el cuarto, aunque en menor cantidad porque el toro no le permitió muchos dibujos. Salió el torero a hombros, sorprendido, quizá, él mismo de tamaño honor, sin querer molestar a nadie para que el próximo año pueda volver a la feria de su ciudad natal.

Pedrito de Portugal no se fue de vacío. Sus compatriotas le arrancaron una oreja al sexto de la tarde. El viaje, pensarían, bien vale un trofeo. Pero Pedrito no estuvo a la altura del amor recibido. Es un torero ceremonioso, encierra cualidades excepcionales, tiene un sentido estético de la naturalidad y la seriedad, pero no consiguió entender a ninguno de sus toros, nada fáciles, es verdad, que requerían una disposición que el portugués no tuvo. Su sentido de la estética lo demostró por verónicas en el primero; el de la inoportunidad, en circulares impropios de su toreo y en una vuelta al ruedo que no mereció. Tampoco mereció la oreja, pero sus partidarios la pidieron con fervor.

Chamaco no tuvo material adecuado con los toros de su casa, y él, además, no es torero de cumbres artistas. Los toros y el torero colaboraron estrechamente a una labor de conjunto insulsa, triste y desangelada.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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