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Tribuna:TEATRO
Tribuna
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La risa que da el buen pueblo

Moraleja: el valor es una farsa, una ficción; la verdadera valentía es la del obrero en paro con ocho bocas que alimentar. La prédica de Arniches en esta obra de 1921 (está fechada el día de Nochebuena) que es un modelo de sus tragedias grotescas -en el fondo, la tragicomedia- que fue Es mi hombre pasa limpiamente los decenios y llega hasta aquí.La historia es la de un hombre culto, modesto, tranquilo, que tiene que convertirse en matón -jefe de sala- de un casino: está sin trabajo, y el miedo al hambre y la protección a su hija le estimulan, y finge. Quién sabe si los verdaderos matones que le desafían estaban fingiendo más que él: fingiendo el despreciable valor... Su mentira es mejor: vence. La moral no cesa aquí: el fingido matón vive en un ambiente de juego, mujeres y alcohol y comienza a perderse... Pero el pueblo es honesto: la chica y el novio -ay, que el novio también podría caer si no estuviera allí la mocita, la virgen salvadora- le llevan al buen camino. Se acabó el dinero fácil: a trabajar...

Es mi hombre

Carlos Arniches (1921). Intérpretes: Beatriz Bergamín, José Sazatornil (Saza), Rafa Castejón, Fernando Ransanz, Teresa Cortés, Daniel Castillo David Castillo, Emilio Alonso, Manuel Aguilar, Fran Martí, Marcela Yurfa, Pilar San José, Marisol Ayuso. Vestuario: Rafael Garrigós. Escenografía: Alfonso Barajas. Producción: Juanjo Seoane. Director: Juan Carlos Pérez de la Fuente. Teatro de La Latina, 5 de agosto de 1994.

Arniches es, siempre, eso: el pobre ha de ir por el buen camino -cuidado con las huelgas: vuelven vago al trabajador-, y hay que llevarle por la vía de la honestidad. No puede haber, naturalmente, un apunte revolucionario, o subversivo: salvo el alimento continuo en todas las obras del maestro de que la injusticia social es profunda, de que las clases altas despilfarran lo que al país no le sobraría con una distribución de la riqueza.

A mí me cuesta mucho trabajo, ante esta reposición, dejar de pensar en Valeriano León: para quien estaba hecho el figurón. Oigo por dentro su voz, veo sus actitudes... Esta alucinación es injusta y absurda, porque puede desmerecer al trabajo de José Sazatornil, Saza, sin ninguna razón para ello. No hay que comparar este trabajo, el de Marisol Ayuso o el de Beatriz Bergamín y Rafa Castejón, como principales de un cartel largo, son originales y propios -y del director, Pérez de la Fuente- y defienden los viejos papeles como si fueran del día, además de saberle dar un sabor nostálgico y una manera de vestir la época con el vestuario de Garrigós y la escenografía de Alfonso Barajas.

El público del día del estreno aplaudió y río, y acentúo sus ovaciones a Sazatornil.

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