Una catedral en el desierto
El arquitecto Santiago Calatrava inaugura una estación gigante para trenes de alta velocidad en Lyon
"El único lujo que nos hemos permitido es el del tratamiento de la luz", explica Santiago Calatrava cuando se refiere a "su" estación de tren de Satolas, recién inaugurada en presencia del primer ministro francés, Édouard Balladur. Satolas es una pequeña población situada a una treintena de kilómetros de Lyón y que da nombre al aeropuerto de dicha ciudad. La estación es la primera destinada a trenes de gran velocidad (TGV) que interconecta avión, tren y transporte por autopista, algo que en la jerga tecnocrática merece el adjetivo de "intermodal".El coste total de la obra es de 988 millones de francos -unos 25.000 millones de pesetas-, y su destino es atender a un flujo inicial de 270.000 viajeros al año, es decir, menos de 750 al día. "Puede que nos hayamos adelantado en 20 años a la demanda, pero gobernar es prever", afirma Charles Millon, presidente de la región Rhône-Alpes, a guisa de respuesta a quienes le reprochan el enorme presupuesto de una construcción que, según la oposición socialista, es "una catedral en el desierto". Porque, eso sí, la necesidad de la estación puede ser cuestionada, pero ninguno de sus detractores duda de su valor arquitectónico.
Para el arquitecto e ingeniero valenciano ésta es su cuarta estación de ferrocarril: "Antes he construido la de Zúrich y la de Lucerna, y ahora estoy trabajando en la de Lisboa, pero ésta es la única edificada sin los condicionamientos de un edificio previo o un entorno muy definido". El resultado es un pájaro gigantesco de acero, cristal y hormigón blanco. "La imagen del pájaro para evocar la estación de Satolas me gusta, pero en el origen del proyecto está el dibujo de un ojo protegido por sus párpados. El ojo es el principal instrumento de trabajo del arquitecto. Además, corresponde a ese signo del alfabeto jeroglífico que remite a Isis. A los arquitectos nos place jugar con lo cabalístico".
Para los detractores, los misterios de Satolas no los explica la Cábala, sino los delirios de grandeza de Millon, que habla de "tercera plataforma europea intercontinental" o de que "para los habitantes de Los Angeles u Osaka el aeropuerto de Satolas estará más cerca de París que el de Charles de Gaulle".
La estación tiene cuatro niveles: el de las vías, el del vestíbulo y deambulatorio, el que corresponde a los servicios de alquiler de coches, cámara de comercio o jefe de estación, y el que ocupan el bar y el restaurante, con sus terrazas colgadas sobre el enorme y luminoso vestíbulo. "No es una obra que se inscriba dentro de la corriente high tech", precisa Calatrava, "sino un edificio hecho con criterios industriales. Hemos ido al límite de lo posible, pero no hemos necesitado prototipos. El conjunto tiene una dimensión escultórica evidente, pero es funcional. Un minusválido puede evitar todas las escaleras, los lugares que pueden ser peligrosos para un ciego han tenido un tratamiento especial... Es muy fácil orientarse en la estación, no hace falta ir leyendo letreros, depender de la signaléctica para encontrar la salida, la consigna o las taquillas. Satolas es perfectamente legible".
Los andenes están previstos para acoger TGV de 500 metros, el doble de largos que los que circulan ahora; se han reservado espacios para los trenes de cercanías o el futuro metro que debería unir Satolas con Lyón; el edificio contiene también un túnel por el que circularán los TGV a 300 kilómetros por hora. En realidad, Satolas forma parte del proyecto TGV Sur y ha supuesto trazar 115 kilómetros de vía preparada para gran velocidad que evitan atravesar Lyón y el subsiguiente ralentizamiento de la marcha. Los futuros TGV procedentes de Marsella o Barcelona cruzarán Satolas, pero no está claro que se detengan en ella.
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