_
_
_
_
_
Tribuna:ANÁLISIS
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Falla efímera

En la tierra estrecha, asomada a la gran charca mediterránea, estamos avezados a responder al estupor de los visitantes por estos días. Responder a la pregunta sobre el estruendo, sobre el despilfarro, y sobre lo efímero de una creación compleja, y, a veces, artística.Las respuestas son de lo más variado, y todas, sin excepción, improvisadas como no podía ser de otro modo. Así solsticios, idus, prórrogas de carnestolendas, tradición piadosa y gremial en honor de Pepe, el pater putativus, patriarca San José. O bacanal de la primavera que se anuncia, conjuro de la maldad y de los males que el fuego y el ruido arrastran. Quema de toda hoguera de la vanidad, ceniza urbana sobre la que renace la ciudad. Y así hasta el infinito, con las consabidas excursiones sobre la gastronomía, jocunda en unos casos, pobre y también efímera siempre, como los buñuelos de las esquinas.

Así responden los indígenas, los más mestizos, y casi todos venidos de partes muy diversas, por lo que el estallido de fuego, pólvora y estridencia musical, resumen signos de identidad a falta de otros más difíciles u oscuros, acaso inexistentes.

Los analistas, que los hay, y especializados, hurgarán en los orígenes, en las manifestaciones externas, y aun en las raíces recientes de una tradición no tan lejana, encorsetada. Pólvora y árabes; fuego y cultura clásica, uno de sus elementos; flores y bacanales, revestidas de piedad reciente; desfiles y organizaciones de un régimen todavía próximo, que ordenó uniformes y protocolos, lejos de la espontaneidad. Lo que quieran, pero con las calles repletas de gentes, en contraste que sólo encontramos en los Carnavales, recuperados o los de siempre.

Para, al cabo, concluir en una suerte de admirada sorpresa acerca de lo pasajero y gratuito de este singular espectáculo, barroco y multitudinario. Aún retengo en la memoria los temores de dos aguerridos generales, Mitterrand y el malogrado Vallespín ante el estallido de la mascletá, y su prudente, a la par que profesional, retirada hasta los muros del Ayuntamiento. O la insistencia de B. Edwards por situar su pantera enmedio del jolgorio fallero, por lo surrealista, insólito, del espectáculo. Son tan sólo dos ejemplos, alejados en sus protagonistas, y cercanos por la coincidencia de lo infrecuente.

Arte inmediato

Poner a caldo al vecindario, y hacerlo de modo expreso, este fue un origen posible, de la versión reciente de la fiesta fallera, a fines del pasado siglo, en una ciudad menestral, pequeña además: maridos celosos, tenderos de la usura, frívolas galantes; más tarde alguna gota política, de amable crítica municipal. Siempre ocasión de chiste, de concurrencia festiva en torno a una mesa más bien pobre: cacahuete, altramuces, vino. Arte inmediato, de materiales sencillos. De ahí al salto barroco, de color y esperpento, aupado por una perspectiva crítica amordazada durante el largo silencio, el vaciamiento de los contenidos, aún los menores, de esquina y barrio; el asentamiento de una convención que no admite actualizaciones, ni estéticas ni de contenidos. Los intentos de los setenta y ochenta como fallidos en las fallas, pese a recuperaciones, o nuevas improvisaciones. La superposición de lo oficial, antítesis de todo espíritu festivo, a la juerga, al jolgorio de la calle. Pero esta contradicción es también la fiesta, la falla, con su cortejo de cargos y títulos, y la gran expansión de las gentes, al margen de rivalidades que quedan en cerradas en el gran silencio de los casals la noche del 19 de marzo.Quemen pues los lectores o lectoras el articulillo, que tal acto sería homenaje al espíritu que animó a escribirlo.

Ricard Pérez Casado es ex alcalde de Valencia.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_