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EL LICEO, EN RUINAS

"Las puertas estallaron y una fuerte corriente de aire nos tiro al suelo"

Un jefe de maquinaria dice que el telón cortafuegos estaba subido al comenzar las llamas

"Súbitamente las puertas empezaron a estallar y una fuerte corriente de aire nos tiró a todos al suelo. El telar era una bola de fuego. El incendio estaba fuera de control". Todo ocurrió en pocos minutos, pero para él fue una eternidad. Jordi Castro, barcelonés de 35 años, segundo jefe de maquinaria del Liceo, corrió, dio órdenes, pero al final no tuvo más remedio que gritar: "¡Desalojad!". El telón cortafuegos no estaba bajado cuando empezó el incendio, contrariamente a lo que afirmó la primera versión oficial, porque en aquel momento se estaba reparando. En la calle, ya a salvo, la incertidumbre invadió a Castro. ¿Había quedado alguien dentro? No. Todos salieron ilesos, pero él vio cómo ardían en dos horas 12 años de su vida.

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Acababa de regresar al teatro después del desayuno. Él y sus compañeros lo habían preparado todo previamente para realizar un trabajo de mantenimiento en el escenario del Liceo. Esta vez no era uno más de los trabajos ordinarios de mantenimiento, porque un soplete de electrodos debía entrar en acción en el escenario a unos echo metros de altura. Se tomaron las precauciones pertinentes, asegura, porque ellos sabían perfectamente que el escenario del Liceo, como todo el teatro, era poco seguro."Debíamos hacer unas soldaduras en la bandeja con forma de uña llena de arena que se encuentra en la parte inferior de la pared cortafuegos que hay detrás de la guardamalleta [pieza de adorno que pende sobre el telón de terciopelo por la parte superior y que permanece fija] y delante del telón cortafuegos. Se tomaron las precauciones habituales: dos hombres con un extintor cada uno se situaron al lado del soldador que iba a trabajabar de los dos que estaban en el teatro, ambos empleado de la empresa Lázaro S. L., que desde hace un año realizan este tipo de trabajos para el Liceo. Además, otras dos personas con un extintor cada una estaban en el escenario para actuar inmediatamente en caso de necesidad", relata.

Para realizar el trabajo, el telón cortafuegos debía estar levantado, no visible desde el escenario, y el telón de terciopelo se había bajado. La guardamalleta es fija y no se quitó para realizar la soldadura, porque, según Castro, se precisa todo un día de trabajo para desmontarla y volverla a montar. "El soldador empezó a trabajar. En un momento determinado, no recuerdo exactamente cuándo, una chispa del soldador saltó a la guardamalleta y prendió. Se accionaron los extintores, pero era imposible apagar el fuego por detrás. Inmediatamemte alguien gritó: ,¡Fuego!'. Se bajó el telón cortafuegos, pero los restos de la guardamalleta en llamas ya habían caído y habían alcanzado al telón de terciopelo, que empezó a arder detrás del telón cortafuegos bajado. Cuando se vieron las primeras llamas, un trabajador llamó por teléfono a las oficinas para que avisaran a los bomberos y otro fue hasta esas dependencias para comprobar que la llamada se había hecho. Estas son las órdenes en caso de incendio". Unos niños que en aquel momento estaban en la primera fila de la platea del teatro presenciaron el comienzo del incendio.

El fuego de delante del escenario, estaba casi extinguido, pero el telón de terciopelo seguía ardiendo detrás. "No recuerdo cuántos extintores se vaciaron, la mangueras también estaban en funcionamiento. No conseguíamos sofocar el fuego y de repente vimos cómo un telón de tela de la escenografía de la producción que estaba montada se quemaba con gran rapidez. En unos segundos el fuego alcanzó el peine del escenario [enrejado provisto de poleas situado en el telar del escenario del que cuelgan los decorados]. Súbitamente las puertas empezaron a estallar y una fuerte corriente de aire nos tiré a todos al suelo. El telar era una bola de fuego. El incendio estaba fuera de control. Di la orden de abandonar el escenario. Nada se podía hacer. Sentí pánico y tenía ganas de llorar. Jamás había visto nada igual".

"Salimos del escenario todos por nuestro propio pie. Los dos soldadores no sufrieron ningún daño, sólo uno de los maquinistas del teatro tuvo que ser atendido por los servicios sanitarios a causa de una intoxicación producida por el humo. Cuando salimos del escenario todos pensamos en los niños. Nos alivió ver que estaban en el vestíbulo del teatro, fuera de peligro. Algunos de mis compañeros y yo nos dirigimos inmediatamente a la platea para decir a los que allí estaban vigilando que el fuego no cruzara el escenario que desalojaran el teatro. Cuando salía corriendo de la platea no paraba de mirar hacia atrás para comprobar que ninguno de los niños se hubiera quedado en el interior de la sala".

"A las dos de la tarde entré en el teatro. Cuando vi que 12 años de mi vida habían quedado reducidos a un montón de escombros humeantes me eché a llorar. Hoy [por ayer] ya sólo pienso en qué puedo hacer para ayudar a reconstruirlo".

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