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Mortier y la Filarmónica vienesa acuerdan la paz

El origen del conflicto reside en la lucha por el poder en el Festival de Salzburgo

No hubo ni ganadores ni perdedores en la batalla de Salzburgo. Gérard Mortier, di rector del festival de música de esa ciudad, y Werner Resel, jefe de la Orquesita Filar mónica de Viena, salieron de la gran sala del palacio Chiemseehof donde negociaron ayer durante tres horas con una sonrisa rígida en el rostro, después de haberse hecho mutuamente dolorosas concesiones. Los dos titanes, el festival de música más importante del mundo y la orquesta que mejor interpreta a Mozart, valores sacrosantos de la vida cultural austriaca, demostraron ayer que están condenados a seguir colaborando y adoptaron una civilizada resolución después de una guerra de intrigas, insultos y descalificaciones.

Lo esencial del conflicto que se libró ayer en Salzburgo, si Mortier logra que la orquesta se subordine a las reformas o si los músicos serán capaces de frenar parcial o totalmente la revolución del director del festival, no terminó ayer con las negociaciones. Sólo el tiempo revelará quién obtendrá la victoria final.El más satisfecho de todos los reunidos era el gobernador de Salzburgo, Hans Katschaler, que anunció con entusiasmo que la amenaza de la Filarmónica de realizar un festival paralelo durante el verano en Viena y no prolongar el contrato con Salzburgo, que expira en 1995, no serán realidad. Restableciendo el ego herido de la orquesta, que fue calificada por Mortier como "parásita", el gobernador aseguró que los 150 músicos que la integran son "parte esencial del quehacer artístico del festival".

Mortier, famoso por su ingeniosa y lúdica retórica, se comprometió a no criticar públicamente a los sensibles músicos, profundamente irritados por sus ataques. Ha permanecido mudo en las últimas semanas y según fuentes de su gabinete no otorgará entrevistas de prensa hasta el próximo verano.

Por su parte, la orquesta, conocida por su rigidez en el repertorio clásico-romántico, se comprometió a interpretar "más música contemporánea" de acuerdo a la nueva línea programática del festival. Pero todo esto, sin, exageraciones "porque no podemos hacer conciertos que sólo satisfagan a los periodistas", dijo Resel. Los representantes de la Filarmónica prometieron terminar con una extraña tradición vienesa -que irritaba de sobremanera a Mortier- de no utilizar necesariamente a los mismos músicos en los ensayos y en las presentaciones.

Para evitar futuros malos entendidos, que han abundado en el pasado, los directivos de la Filarmónica y del festival acordaron establecer un jour fixe para ventilar todas las diferencias sin necesidad de enterarse de ellas a través de los periódicos. "Hemos leído muchos diarios y nos hemos comunicado poco", dijo el gobernador.

Pero esta declaración de principios que refleja las buenas intenciones de ambas partes no es una fórmula mágica para seguir trabajando conjuntamente en el futuro. La decisión de ayer de prorrogar el contrato entre el festival y la orquesta para el futuro todavía no es vinculante, porque está sujeta a la verificación por parte de los músicos en una próxima votación.

"Están malditos, deberán seguir en matrimonio", comentó un crítico de música al término de las negociaciones. La Orquesta Filarmónica no necesita de las ganancias pecuniarias del festival, pero no puede prescindir de él, porque es la mejor vitrina internacional, a la que asisten una media de 400 críticos de música por temporada.

Mortier, que ha criticado abiertamente a los músicos por su repertorio conservador y por ser uno de los más caros del mundo, tendrá que cuidarse de no ofenderlos en el futuro. La Filarmónica vienesa es parte esencial de la identidad austríaca de exportación y los políticos locales referirían deshacerse del director belga antes de sacrificar a una vaca sagrada como la Filarmónica.

Los músicos se han lamentado de los "ataques injustos" de Mortier. La última crítica de Resel al director del festival son declaraciones publicadas en una entrevista que otorgó en agosto pasado a EL PAÍS. "Dijo [en la entrevista] que en el contrato de Jessye Norman, de 26 páginas, tenía que especificar hasta el tipo de kleenex que ella requería", se quejó el jefe de la orquesta. "Yo lo digo clara y categóricamente, la próxima vez que nos difame nos vamos a querellar".

Según Resel, Mortier "debe aprender a tratar a los artistas El centro de la atención debe estar en los artistas y no en el director del festival, y ahora sucede justamente lo contrario".

El director del Festival de Salzburgo lanzó sus dardos con veneno a grandes divos como a Luciano Pavarotti, José Carreras y Jessye Norman. A Carreras le agotó la paciencia diciendo que era "un hombre enfermo" e hirió la vanidad de Pavarotti y Norman cuando dijo que en Salzburgo no existían puertas tan anchas por las que pudieran pasar gentes tan voluminosas como ellos.

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