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"YeItsin cometió un pecado que no podrá lavar nunca"

Pilar Bonet

Nikolái Travkin, el presidente del Partido Democrático de Rusia (PDR), cree que Borís Yeltsin ha cometido un "pecado que no podrá lavar nunca" al disolver el Parlamento con ayuda de los carros de combate. "Soñará con aquellos chicos ensangrentados, le guste o no", subraya, como si formulara una maldición. Los sucesos de octubre, tal como se llama en Rusia al desenlace del conflicto entre el presidente y el Sóviet Supremo el 3 y el 4 de aquel mes, fue uno de los temas favoritos de Travkin en su campaña por llevar a su partido a la Asamblea Federal (Parlamento). A sus 47 años, Travkin, un héroe del Trabajo Socialista, que se hizo famoso como reformista al inicio de la perestroika, no parece dar importancia a la amonestación del presidente Yeltsin por utilizar los espacios televisivos gratuitos para atacar la Constitución y recordar los sucesos de octubre.

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Travkin es tozudo y no corrige sus opiniones en función de la coyuntura política ni para congraciarse con el poder. Él es un hombre directo -demasiado directo, según sus adversarios-, que dice las cosas como las piensa. En poco tiempo se ha desplazado desde el círculo de los elegidos que rodeaba a Yeltsin a la oposición más agresiva. Cuenta la leyenda que fue Travkin quien en la madrugada del 19 de agosto de 1991 despertó a Yeltsin y le dio la noticia del intento golpista mientras le ayudaba a buscar las pantuflas. Algo más de dos años después, Travkin ofendió a Yeltsin en el Congreso de los Diputados de Rusia trazando una poco halagüeña comparación entre Napoleón y Josefina, por una parte, y Yeltsin y el ex secretario de Estado Guennadi Búrbulis, por otra.

En 1989, Travkin formó parte de la oposición democrática del Parlamento soviético, adonde llegó envuelto en una aureola de autodidacta perfeccionista. Había sido obrero de la construcción en la vanguardia de las brigadas experimentales, se había esforzado por hacer una carrera estudiando por libre y había completado su formación en la Escuela Superior del PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética), al que pertenecía desde 1970.

En 1990, Travkin abandonó la Militancia comunista y, junto con Búrbulis, fundó el PDR. Luego, viajó por las provincias rusas para organizar su partido, y lo hizo con un voluntarismo a toda prueba.

Travkin tiene gran carisma, pero es considerado una personalidad difícil. Sus esfuerzos para montar una estructura con el músculo a punto no se han visto del todo recompensados, aunque la existencia de una organización que cubre 69 de los 89 territorios de Rusia es un importante capital en relación a otros partidos. "Considerábamos que teníamos 60.000 [militantes], pero en realidad no los teníamos", afirmaba esta semana el político, según el cual el PDR tiene de 35.000 a 40.000 militantes reales. "Nosotros somos los únicos que tenemos un aparato central que, mejor o peor, mantiene relaciones constantes con las organizaciones regionales".

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Travkin es uno de los políticos más populares de Rusia, y su partido puede quedar en cuarto lugar con un porcentaje de voto del 6,4%, según sondeos del Centro de Estudio de la Opinión Pública de Rusia. Travkin espera conseguir entre un 8% y un 12% de los votos y está dispuesto a formar alianzas "sobre una base personalizada" y sin excluir a los comunistas. Él desarrolla una furibunda campaña contra la corrupción y es favorable a una privatización basada en el reparto de la propiedad entre los trabajadores de las empresas.

Insiste también en potenciar las instituciones más próximas al ciudadano y ha puesto a prueba sus ideas en el distrito de Shajovskaia, de la región de Moscú. Shajovskaia es tema de enconadas polémicas entre partidarios de distintos esquemas de transición a la economía de mercado. Con el vicejefe del Gobierno, Yegor Gaidar, el padre de la reforma económica liberal, y el presidente del Comité de Privatización, Anatoli Shubáis, Travkin tiene la impresión de "hablar un lenguaje diferente". "Cuando les llevo al distrito, parece que comprenden, pero luego no es lo mismo, no parecen capaces de razonar con los pies en el suelo". Tras el referéndum de abril pasado, que apoyó la política económica presidencial, Travkin demostró que sabía perder y entregó su carné de diputado del Parlamento de Rusia. Si su partido no entrara en el nuevo Parlamento, Travkin no se desesperaría. "Siempre puedo volver a poner ladrillos", dice.

El PDR ha gastado 15 millones de rublos (aproximadamente 150.000 pesetas) en financiar la edición del libro La gran revolución criminal, del cineasta Stanislav Goburujin, el segundo en la lista del PDR. Goborujin y Travkin se conocieron en 1990, ayudando a Yeltsin a conseguir la presidencia del Sóviet Supremo de Rusia. Con apoyo de Búrbulis, Travkin organizó una proyección para los diputados de la película de Goborujin Así no se puede vivir. El impacto de aquella cinta, una acusación de criminalidad contra el régimen soviético, inclinó la correlación de fuerzas del Parlamento en favor de Yeltsin.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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