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"Tengo derecho a morir cuando quiera"

Ramón Sampedro, el primer español que reclama la eutanasia ante los tribunales, dice: "Soy una cabeza pegada a un cuerpo muerto".

Ramón Sampedro Canean lleva media vida inmovilizado en una cama, 25 años con el cuerpo paralizado por una tetraplejia, luchando para que no se le atrofie también la mente. Su espacio vital se reduce a una habitación de 10 metros cuadrados y unas ventanas abiertas a la inmensidad del mar. El mismo mar que un día le arrebató la libertad de movimiento.La vida de este hombre cambió de forma radical el 23 de agosto de 1968. Estaba bañándose con su novia en la playa y al lanzarse al mar chocó su cabeza contra el fondo. Desde entonces permanece paralizado completamente en su casa, en la parroquia de Sieira, en el municipio de Porto do Son (La Coruña). "La tortura más grande es recordar los tiempos pasados, cuando mi vida valía para algo. Recordar cuando era un ser humano de cuerpo y mente. Ahora no tengo más libertad que la de fantasear".

El accidente inmovilizó su cuerpo, pero no consiguió vencer su mente. Desde la cama, dice con voz firme: "Soy una cabeza pegada a un cuerpo muerto, como cualquiera que esté en mi situación. Estoy jodido, pero bien; bien jodido, pero estoy bien".

Ramón Sampedro es la primera persona que ha presentado ante la justicia española una demanda para que se le conceda el derecho a la eutanasia voluntaria. Puesto en contacto con la asociación Derecho a Morir Dignamente, elevó su petición a un juzgado de primera instancia de Barcelona, que ha desestimado la demanda. Consciente de que le asiste un derecho constitucional, insiste ante la Audiencia barcelonesa. "Yo reclamo el derecho del individuo a decidir el fin de su vida cuando cree que ésta no tiene valor. Además, creo que es un derecho implícitamente recogido en la Constitución. Y cada uno debe hacer con su vida lo que quiera. Creo en el derecho a decidir mi muerte cuando quiera, y yo lo quiero ahora, claro".

Ramón insiste en que su caso no encaja en el marco de la eutanasia, porque él únicamente defiende el derecho a morir cuando lo crea oportuno. "El derecho a la eutanasia le asiste a aquella persona que padece una enfermedad terminal, que le quedan seis o tres meses de vida, por sufrir una dolencia incurable o irreversible. Quiere una muerte digna en ese periodo de tiempo. Pero se da el otro caso, que es el mío, el de una persona que puede sobrevivir mucho tiempo, pero que no tiene vida, que es una piltrafa. No tienes ninguna esperanza, no eres libre, y cuando no tienes libertad, la vida no existe".

"Esto no es vivir", afirma. "No hay cosa más cierta que tenemos que morir. Si es así, ¿por qué tengo que estar aquí 20 años esperando para llegar al mismo final? Quien tiene que valorar si mi vida es digna soy yo. Soy el esclavo de la conciencia de otros, de conceptos morales y éticos de otros, del Estado y de la Iglesia".

Vida decente

Se lo piensa mucho cuando se le pregunta por el suicidio. "El suicidio es quitarse la vida cuando ésta tiene valor. Ahora, cuando no tienes un cuerpo que te dé libertad, si no hay libertad, no hay vida decente. Primero esperaré a que me autoricen a morir, con ayuda de algo, pero si me dicen que no, ya tomaré otra decisión; la única forma es morir de hambre, porque no hay otra salida".A sus 50años, Ramón decide ahora reclamar el derecho a morir. "Yo lo quería desde que se produjo el accidente, pero era imposible, porque no hay quien te suministre el fármaco. Es una hipocresía. Permiten que se haga a escondidas, así lo toleran, pero no lo autorizan oficialmente. Es inmoral. Cuando vi que la reforma del Código Penal no despenalizaba la eutanasia, decidí plantear mi caso por vía judicial".

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