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El nacionalismo serbio, reforzado

EN EL "programa de acción" aprobado en Washington el pasado 22 de mayo por EE UU, Rusia, Francia y el Reino Unido (y al que España tuvo el discutible honor de ser incorporada) había un cálculo político subyacente: al conceder los aliados que los serbios conservaran los territorios conquistados por la fuerza se pensaba que Milosevic acentuaría la política en favor de la paz iniciada en las últimas semanas, cuando anuncié el corte de sus relaciones con los serbios de Bosnia por la negativa de éstos a aceptar el plan Vance-Owen. Lo ocurrido en estos días en Belgrado demuestra que la evolución interna de la política serbia se produce en un sentido exactamente contrario.Tres datos lo prueban: en primer lugar, la destitución de Dobrica Cosic como presidente de la república yugoslava (o de lo que queda de ésta, Serbia y Montenegro). Si bien Cosic es uno de los adalides intelectuales del nacionalismo, su actitud política ha tendido hacia la moderación. Protagonistas de su destitución han sido los fascistas del partido de Seselj, a los que se han unido los ex comunistas de Milosevic. En segundo lugar, la respuesta brutal de la policía a las manifestaciones populares del 1 y 2 de junio, con el apaleamiento y detención del jefe del principal partido de la oposición, Vuk Draskovic. Además, el fiscal general serbio ha abierto el proceso . que debe conducir a la ilegalización del Partido de Renovación Serbia, organizador de las grandes manifestaciones de marzo de 1991 y junio de 1992, y que cuenta con 27 diputados en el Parlamento serbio. Milosevic no se había atrevido hasta ahora a dar un paso así para colocar a la oposición fuera de la ley.

En las elecciones de diciembre pasado, Belgrado participaba masivamente en campañas políticas en las que se defendía una solución pacífica del conflicto. Ahora, el totalitarismo de Milosevic surge de nuevo, permitiendo que aflore su verdadera personalidad. Esta evolución de la política serbia no se puede separar del contenido capitulador del "prograrna de acción" de Washington. Era inevitable que éste apareciese en el campo de los agresores serbios como una victoria de los sectores más duros, que se negaron a aceptar el plan de paz Vance-Owen. Al colocar dicho plan en segundo plano ("para después"), la. decisión de Washington daba la razón a los intransigentes de Pale, incluso frente a un Milosevic que había acabado por dar su apoyo al plan. Por eso Radovan Karadzic manifestó enseguida su entusiasmo por la nueva pro puesta. Así se han creado las condiciones que han empujado a Milosevic a aceptar en Belgrado la radicalización impuesta por Vojislav Seselj, eliminando a Cosic y encarcelando a Draskovic.

Mientras tanto, en el plano militar, en vez de una evolución favorable a la consolidación de zonas protegidas por la ONU en Sarajevo y en otras cinco ciudades, aumenta la agresividad de los serbios (y también de los croatas). Ello no puede sorprender: ante la perspectiva de unos arreglos territoriales basados en la situación existente sobre el terreno, cada agresor se esfuerza por ensanchar sus posiciones. Por otra parte, la sensación de unidad reencontrada que inicialmente pareció desprenderse del "programa de Washington" se ha esfumado rápidamente. Estados Unidos vuelve a agitar su idea de levantar el embargo a Bosnia. Entre los europeos, la recuperación de posiciones comunes se está haciendo a costa de cambiar el contenido del texto de Washington. Lo demuestra el reciente comunicado franco-alemán de la cumbre de Borgoña, en el que se dice que las zonas de seguridad son sólo "una necesidad para proteger a la población civil bosnia" y "un primer paso" para aplicar el plan Vance-Owen.

El Consejo de Seguridad acaba de aprobar, de otro lado, una resolución autorizando el empleo de la fuerza militar para proteger las zonas musulmanas asediadas por los serbios. Esta decisión podría ser el primer paso de una reacción de la organización internacional y de los Gobiernos ante la reafirmación en Belgrado de un nacionalismo virulento. La necesidad de emplear medidas de fuerza se impone para evitar que serbios y croatas se repartan Bosnia y creen una situación irreversible. Sin embargo, la resolución de la ONU no basta por sí misma. Otras anteriores han quedado en el papel, y es muy preocupante que los Gobiernos europeos no manifiesten una disposición política y operativa para aplicar medidas de fuerza. Europa se juega mucho en esta coyuntura, y no sólo el futuro en la zona de los Balcanes. La incapacidad demostrada por Europa para tomar medidas conjuntas eficaces ante la primera guerra que estalla en el continente desde 1945 es una bomba de relojería que erosiona y agrieta los preparativos de Maastricht y los avances hacia la unión europea.

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