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El eclipse de John Major

El líder conservador británico ha cosechado un fracaso tras otro desde su brillante victoria electoral en 1992

Enric González

A John Major se le apagó la estrella hace 14 meses. Desde su brillante e inesperada victoria electoral, en abril de 1992, ha encadenado un fracaso tras otro. Su carrera política podría eclipsarse el mes que viene si los conservadores perdieran la elección parcial de Christchurch. Los pronósticos están en su contra, y la derrota podría deberse a los tipos de interés. No por demasiado altos, sino, paradójicamente, por demasiado bajos. Sería el colmo del infortunio para un político tibio y sin carisma que, sin embargo, es más víctima de la crisis general del Reino Unido que de sus propios errores.

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Con una mayoría parlamentaria escasa (21 escaños), las elecciones parciales próximas son muy importantes para los conservadores británicos. Dice la estadística que cada año muere un diputado y medio; esto es, uno o dos. A Major se le han muerto dos frente a ninguno de la oposición. En la elección de Newbury para cubrir la primera baja, un electorado que siempre había votado tory decidió que estaba harto y entregó el escaño a los liberal-demócratas. Fue, según admitió el propio Major, un golpe muy duro para el Gobierno.Ahora está vacante Christchurch, la plaza más sólida de los conservadores tras Huntingdon, donde el candidato fue el propio primer ministro. Hace poco más de un año obtuvieron en Christchurch 36.627 votos, frente a los 13.612 del segundo partido, el liberal-demócrata. En la próxima elección, aún sin fecha, pero dentro del próximo mes, ese dominio abrumador podría evaporarse por completo. Los 21 escaños de ventaja serían ya sólo 17 (dos menos para el Gobierno, dos más para la oposición). Y el miedo que se percibe en el partido se transformaría en puro pánico: si se pierde Christchurch, dicen los parlamentarios, hay que tomar medidas de emergencia. O sea, cambiar al líder, el más impopular desde los años treinta.

El Partido Conservador parece haberle tomado gusto al magnicidio político desde aquella noche frenética en que derribó a la invicta Margaret Thatcher. Y, estos días, el ala derecha del grupo parlamentario no se recata en atacar directamente a Major y en afirmar que tiene "un año de prueba". Si no remonta, a la calle. Una hecatombe en Christchurch podría acelerar las cosas.

Christchurch es una agradable población residencial en la costa sur de Inglaterra, junto al puerto de Bournemouth. Chalecitos, tiendas de antigüedades, parques, puerto deportivo, club de golf y un par de hoteles de gran lujo: la circunscripción con servadora por antonomasia. Sucede, sin embargo, que un tercio de la población es pensionista. Gente de derechas, pero muy alarmada por la reducción de prestaciones sociales que planea el Gobierno. Son, además, pensionistas acomodados. Gente que vive aceptablemente gracias a las rentas de sus ahorros. Y esas rentas han caído a la mitad desde septiembre, con las reducciones de los tipos de interés, al 13% anual hace ocho meses, al 7% ahora, y al 6% muy pronto.

Pensiones y rentas"Las pensiones y las rentas pueden ser parte del problema. Pero no son lo más importante, al menos para mí", afirma Roger Haggerty, de 70 años, ex empleado de banca. Haggerty ha votado a los conservadores "toda la vida, menos una vez", y vive con su esposa en una casita estucada "que valía 150.000 libras [unos 27 millones de pesetas] con Margaret Thatcher, y ahora sólo vale 100.000 [unos 18 millones]".Este pensionista se queja (le la crisis económica, pero la comprende. "Hay épocas buenas y épocas malas, y ahora toca aguantar. Hay crisis en todo el mundo, aunque es curioso", suspira, "que aquí dure más que en ningún sitio. Lo que me disgusta es que se insulte a la reina, que el primer ministro no sepa qué hacer, que no se puedan pagar pensiones porque hay que mantener tres millones de parados".

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Haggerty, nacido en un imperio británico que parecía eterno, no siente nostalgia. "Lo que me preocupa es en qué clase de país van a vivir mis nietos. Y, francamente, creo que hubieran tenido más suerte si hubieran sido franceses". Esto último, dicho por un caballero inglés, suena muy duro. Entonces, ¿no votará a los conservadores? "Lo dudo. Dependerá de quién sea el candidato, pero lo dudo muchísimo". ¿A quién entonces? "A los laboristas seguro que no". Lo cual sólo deja una opción: los minoritarios liberal-demócratas, que están aprovechando el descontento de un electorado decepcionado por los tories y receloso de un laborismo anticuado, errático y con un líder, John Smith, tan desorientado como John Major.

Basta acudir al Club Conservador de Christchurch para constatar el desasosiego general. Lo que solía ser uno de los más concurridos centros sociales de la población se ha convertido en una especie de Numancia, con las puertas cerradas a la prensa. Por teléfono, un portavoz señala que "no hay nada que decir, de momento. Cuando se designe un candidato, él se encargará de hablar con los periodistas".

¿Qué ocurre para que en Christchurch, y en todo el Reino Unido, exista esta desazón? "Esto es más que una crisis política. Todo el sistema está fallando", afirma, en Londres, Gayle Warden, de Charter 88. Este movimiento no partidista se fundó hace cinco años con un objetivo: conseguir que los británicos vieran reconocidos sus derechos en una Constitución escrita.

Insoportable revolución"En otro país, el sistema ya se habría hundido. Aquí no, porque los británicos no soportamos las revoluciones. Supongo que el cambio no será brusco, como en Italia, sino gradual. Cuestión, tal vez, de cinco, seis, siete años", señala Warden. ¿Italia? En Italia el problema era de corrupción y esclerosis política. "Aquí es el mismo. La corrupción no es directamente económica, pero las consecuencias son muy parecidas", declara la portavoz de Charter 88.

"La reina tiene un poder absoluto, que ejerce el Parlamento y, en su nombre, el Gobierno. Con la prerrogativa real, éste puede hacer lo que quiera sin rendir cuentas a nadie. Cuando la alternancia de partidos falla, como ahora, no hay centros de poder intermedios y se entra en un callejón sin salida. Todo se desprestigia: la monarquía, el Gobierno, el Parlamento... Este país tenía un buen sistema hace 100 años", dice Tony Blair, encargado de Interior en el Gobierno en la sombra laborista y alternativa a John Smith. Y añade: "La reforma del sistema y la economía serán los grandes temas de la próxima campaña electoral", sea en 1996 o, como muchos esperan, en 1994. En el Partido Conservador afirman que "no hay ninguna reforma planteada".

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