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Tribuna
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Noticia esperada

La dimisión de José Ángel Sánchez Asiaín como presidente del Real Patronato del Museo del Prado era, en realidad, una noticia bastante esperada y rumoreada desde hacía varios meses.Aunque no hayan faltado precisamente las situaciones conflictivas en el seno de nuestra primera pinacoteca últimamente: el polémico traslado del Guernica, el no menos polémico y extemporáneo anuncio de la ampliación subterránea del museo, o, en fin, la confusa noticia acerca de una posible distribución de sus fondos entre las diversas comunidades autónomas, decisiones tomadas además por el Ministerio de Cultura con patente falta de tacto respecto a la función consultiva asignada nominalmente al Real Patronato.

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Sentirse defraudado

Pero, efectivamente, era un secreto a voces que la principal frustración del recientemente dimitido presidente consistía en sentirse defraudado en sus expectativas de intervención ejecutiva en la política y gestión del museo.Sánchez Asiaín fue nombrado por el anterior ministro de Cultura, Jorge Semprún, y si el nuevo responsable, Jordi Solé Tura, consideraba exageradas o equivocadas dichas expectativas, debió anunciar, en un tiempo prudencial, su criterio al respecto. De este modo se habría podido evitar el ambiente de confusión y zozobra que innecesariamente han complicado aún más la marcha del museo del Prado.

En cualquier caso, se piense lo que se piense sobre la idoneidad de una gestión empresarial a la americana de nuestro museo nacional, al amparo de su conversión en un ente autónomo, esta dimisión es también consecuencia directa del presente mal diseño de los patronatos de los museos nacionales, diseño cargado de contradicciones en su constitución y funciones, y necesitado de una urgente revisión.

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