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Los racistas del KP capitalizan el voto del miedo en Suráfrica

El Partido Conservador (KP, racista) surafricano acude crecido al referéndum de mañana sobre las reformas emprendidas por el presidente Frederik W. de Klerk. Tras debatir si participa en la votación o boicotea la consulta, la decisión de aceptar el reto lanzado por el presidente se ha convertido en una gratificante experiencia que ha hecho subir como la espuma el apoyo al no que el KP defiende. Este crecimiento, sin embargo, puede convertirse en una victoria pirrica para un partido plagado de tensiones y sin programa político realista. El KP está capitalizando en esta campaña el voto del miedo.

Es el miedo provocado por la inestabilidad social, política y económica que padece Suráfrica, con crecientes tasas de paro entre los blancos, desatada delincuencia negra y cotidianos asesinatos políticos en los guetos, con un promedio de 11 muertos diarios en las tres semanas de campaña electoral, más del doble de los habidos en las tres semanas precedentes.Andries Treurnicht, líder del KP -que fundó hace 10 años, cuando se escindió del Partido Nacional-, atribuye estas plagas a las reformas emprendidas en 1990 por De Klerk. Para él también está claro que tales reformas, orientadas a quitar las cadenas a la mayoría de los surafricanos, conducirán a la entrega de la minoría blanca atada de pies y manos al ansia de venganza de negros y comunistas.

Es una extremadamente burda tesis política que, sin embargo, está calando en amplias capas del electorado blanco, de forma especial el afrikaner, nada acostumbrado a pensar y que ve cómo el negro le ha perdido el respeto y temor de antaño y amenaza sus propiedades.

Estados de base tríbal

El KP -que se niega a hablar con el Congreso Nacional Africano de Nelson Mandela y boicotea la Conferencia para la Democratización de Suráfrica (Codesa), en la que 19 grupos discuten el futuro marco constitucional- pide el no contra el "entreguismo" de De Klerk y propone, como alternativa a una Suráfrica unitaria, la creación de Estados independientes sobre bases tribales, uno de los cuales estaría formado por las zonas en las que hay mayoría blanca, 12 áreas repartidas a lo largo y ancho del país cuya existencia niega el propio De Klerk, en las que se impondrían restricciones a los negros. Ningún líder negro ha aceptado tal posibilidad.El KP dice en sus apasionados mítines que un triunfo del no tiene por qué suponer una vuelta al aislamiento de Suráfrica y que el repudio de las reformas brindará a los surafricanos una nueva oportunidad de pronunciarse sobre la cuestión en unas eventuales elecciones que espera ganar.

La inevitable insurrección de 28 millones de negros será tratada como corresponde por la policía y el Ejército.

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El partido de Treurnicht, mucho mejor organizado que un Partido Nacional de De Klerk carente de moral, está ahora tratando de ganar votos entre el electorado de procedencia británica, tradicionalmente más liberal, cuyos sectores más desfavorecidos ya sienten el aliento de los negros en la nuca.

Es poco probable, aunque no imposible en vista de la evolución del voto en la campaña, una victoria del no. Las declaraciones de las principales cabezas del KP permiten pensar que con la victoria del sí el partido se dividirá entre quienes aceptan el veredicto de las urnas y quienes están dispuestos a defender por todos los medios sus ideas.

El KP se ha aliado temporalmente con el filonazi Movimiento de Resistencia Afrikaner (AWB, partidario de la violencia). Ambos partidos (que, junto con el también ultraconservador Partido Nacional Reformado -HNP, otra escisión más antigua por la derecha del nacionalismo- llevan el peso de la campaña por el no) suscribieron el sábado un acuerdo con otras 40 organizaciones racistas "para derrotar a Mandela y a De Klerk".

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