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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La primavera madrileña de Erik Bulátov

El fenómeno, aunque relativamente reciente, no es nuevo, me refiero al escubrimiento occidental de una inteligencia y una creatividad artística no completamente sometidas en los países comunistas de la Europa oriental. En cualquier caso, de los represaliados y/o exilados de la época de Bréznev -Solzhenitsin, Brodsky, Sajárov, Tarkovski- hemos pasado al aluvión de nuevos descubrimientos en la finalmente transparente era de Gorbachov. En cualquier caso, este segundo paso esencialmente positivo nos obliga a aguzar nuestro sentido crítico si ño se quiere caer en el simple albur de una moda o, lo que es lo mismo, en la indiscriminación.En lo que se refiere al campo de las artes, desde hace unos cinco anos proliferan las muestras de artistas soviéticos no oficiales en los centros de promoción occidentales. Esto explica que ahora, cuando seguimos en una total confusión sobre lo que allí ha ocurrido y sigue ocurriendo, al menos media docena de artistas soviéticos hayan logrado ser casi populares en el mercado de vanguardia occidental.

Erik Bulátov

Galería Fernando Durán. Conde de Aranda, 11, Madrid. Octubre-noviembre de 1991.

Entre ellos, hay dos que han suscitado casi una positiva unanimidad crítica: Iliá Kabakov y Eric Bulátov, ambos nacidos en 1933, dato éste importante porque indica que están a punto de cumplir los 60 años y que, por tanto, su obra no es el resultado de una improvisación favorecida por las presentes circunstancias.

Lo que a mí personalmente me interesa de Bulátov es precisamente lo que se muestra en la exposición madrileña, obras que el propio artista ha realizado en Madrid; esto es, lo que puede hacer a partir de ahora este artista, indudablemente ardiente, pero formado en la disciplina del vacío, transitando libremente por el mercado occidental, aunque sin abandonar Rusia. Lo que ha hecho en Madrid Bulátov son tres paisajes que son tres espejos: uno madrileño, uno ruso y otro con Moscú visto desde Madrid. Con formas brillantes y pulidas los puntos extremos se solapan en una unidad visual, reflexiva. Podría ser un convincente juego analítico, pero en Bulátov todo se anima por una luz que es un rayo, que enciende la realidad y que no resulta improbable que la pueda fulminar.

Esa expectativa incendiaria nos obliga a pensar que hay una verdad antropológica que seguramente ha sufrido la dura experiencia soviética como un episodio, si bien de no corta duración, aunque más breve y menos intensa que la pintura.

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