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El desinterés político ahoga Venecia

Las aguas subieron 126 centímetros el sábado

Cuando, hace unos días, se presentó en Italia la polémica ley de presupuestos para el próximo año, quedó en evidencia que de ella había desaparecido el equivalente a un billón y medio de pesetas previstas para la conservación de la ciudad de Venecia en los próximos 10 años. Cuando el pasado sábado se desbordó la laguna y las aguas subieron hasta 126 centímetros en algunos puntos, inundándolo todo, alguien en la Administración de Roma debió de darse cuenta de que, al haberle quitado a Venecia la financiación, la estaban hundiendo un poco más deprisa.

Las previsiones de ayuda financiera para la ciudad lagunar han quedado reducidas en los presupuestos a 8.000 millones de pesetas, a aportar entre el Estado y las administraciones locales. Las protestas, encabezadas por el alcalde Ugo Bergamo, se desataron porque con los fondos adjudicados se necesitarían tres siglos para salvar la ciudad.Dicen que ha sido una de las mareas más altas del siglo ésta que ha sepultado las plantas bajas de Venecia, que ha hecho imposible entrar en las iglesias sin el agua por debajo por la rodilla, que ha obligado a cerrar tantos comercios inundados. Y ello en el año en que se cumple el 25º aniversario de la catastrófica inundación de 1966.

La plaza de San Marcos atravesada por barcas no es una imagen habitual. Como tampoco lo es tanto que la gente ande descalza para regocijo de turistas y preocupación entre quienes en Venecia han nacido y viven.

La emergencia ha paralizado ahora la ciudad, ha hecho saltar los teléfonos y ha sumergido desde los puestos del mercado a los muebles dentro de las casas. Los forasteros lo afrontan con humor y hasta se sientan, con los pies a remojo, en el café Florian, el único que se ha mantenido abierto en San Marcos.

Un metro en cien años

A Venecia, que dentro de 100 años se habrá hundido un metro, casi sólo la ayudan los bailes de la jet internacional y algunas otras caridades. Patrimonio histórico de la humanidad, el Estado italiano da la impresión de que se desentiende de ella, quizá porque este país tiene alrededor del 40% del patrimonio artístico mundial y las noticias de lo que se deteriora por desidia o falta de fondos son pan nuestro de cada día. Por eso, el que a Venecia se la trague poco a poco la laguna parece ser algo que impresiona más fuera que dentro de Italia. El Estado se demuestra incapaz de salvarla y ni siquiera garantiza su mantenimiento.Y mientras, hay acusaciones de que sí hay dinero para algunas otras cosas: por ejemplo, los 40.000 millones de pesetas para un solo año que se han concedido a las regiones de Puglia y Sicilia destinados a la conservación de los monumentos barrocos. Acusación que, por agravio comparativo, llega de la Unión de Patricios Vénetos, títulos nobiliarios de siglos y propietarios de palacios que se asoman, especialmente, al Gran Canal.

Es el Gran Canal el que han propuesto cerrar, porque las olas de las motoras erosionan rítmicamente y día a día los cimientos de los edificios, y 430 de ellos han registrado daños, ocho de los cuales muy graves. Aunque para el arquitecto Renzo Piani, autor de un plan para salvar Venecia, la medida sea como dar una aspirina a un enfermo en coma.

Tampoco le gusta la idea de cerrar el Gran Canal al concejal de Servicios Públicos, Mario Stefani, quien reitera que la única posibilidad de reducir el tráfico de las motoras sería la construcción del metro translagunar.

Los propietarios de los grandes palacios piden, entretanto, que no se supriman las normas que permiten deducir de la declaración de la renta el dinero invertido en restaurar los edificios históricos y han convocado un encuentro el próximo jueves para coordinar su opción.

Por su parte, el alcalde de Venecia, el democristiano Ugo Bergamo, ha decidido trasladarse esta semana a Roma para exponer la gravedad de la situación al presidente de la República, Francesco Cossiga, y al primer ministro, Giulio Andreotti, amigo personal suyo.

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