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FERIA DEL MOTÍN

Nostalgia de la corrida goyesca

Los toreros da igual cómo vistan para hacer el toreo, dice un concejal del Ayuntamiento de Aranjuez, y es verdad, pero no es tanta verdad cuando se trata de la corrida goyesca de la Feria del Motín, que no hubo en esta ocasión y se echó de menos.Entendámonos. Una corrida goyesca suele ser una pantomima, un triste carnaval, una ficción que a lo mejor sólo pretende disimular vergonzantes carencias. Una corrida goyesca suele consistir en que los toreros salen disfrazados de chulos y en cuanto aparece el toro nada de cuanto sucede en el ruedo tiene que ver con Goya, menos aún con su tauromaquia. Antes bien, de haber vivido Goya en la época taurina presente, ni harto de cazalla se le habría ocurrido pintar los arrebatos pegapasistas del toreo moderno.

Albayda / Esplá, Camino, Cuéllar

Toros del marqués de Albayda, disparejos y sospechosos de pitones; tres bien presentados; 2º, enano; 3º chico impresentable; 6º (sobrero, más inválido que el toro cojo al que sustituyó), terciado; manejables excepto 1º y 4º, de feo estilo.Luis Francisco Esplá: media y dos descabellos (silencio); estocada corta y cuatro descabellos (aplausos y saludos). Rafael Camino: cuatro pinchazos, rueda de peones y cuatro descabellos (algunos pitos); pinchazo y estocada (ovación y salida al tercio). Juan Cuéllar: estocada y dos descabellos (oreja); estocada trasera, rueda de peones y tres descabellos (vuelta). Plaza de Aranjuez, 6 de septiembre. Corrida de la Feria del Motín. Media entrada.

La corrida goyesca de Aranjuez, en cambio, es distinta. Empezaba el espectáculo una hora antes por las calles del pueblo; majos y majas se dirigían a pie o en carroza a la plaza e iban haciendo fiestas por el camino. Alabarderos cruzaban el redondel a los acordes de marchas militares y entraba luego la ciudadanía goyesca, en la que no faltaba de nada: desde el populacho a la gente principal, con sus escribanos, nobles, menestrales, curas bien tocados de teja, aguadoras y modistillas, mendigos y rateros. Cada cual escenificaba con sencillez cuanto creía que habrían hecho los de su clase en tiempos de Goya, y todo ello en el marco bellísimo del histórico coso, que adquiere tonos dorados en las tardes otoñales de la vega. A toque de clarín irrumpían alguaciles, caballeros de briosos corceles (quizá no tan briosos, cree uno recordar), para despejar el ruedo; sonaba el pasodoble y cuando las cuadrillas hacían el paseíllo, el público había vivido una horita mágica.

A la del paseíllo ayer, en cambio, todo estaba por ver, los precios carísimos de las entradas por justificar. Saltó a la arena un toraco difícil, al que Esplá banderilleó aliviándose y, sin embargo, nada más iniciar la faena de muleta se echó la muleta a la izquierda y toreó al natural sin excusar ninguno de los tiempos que especifican los cánones de la tauromaquia. La faena no pudo ser redonda, pues el toro se colaba, mas estuvo llena de torería. Volvió a ser difícil el cuarto, a pesar de lo cual Esplá banderilleó con alarde de facultades, conocimiento de las querencias y también valor al reunir un par cerrándose en tablas, y empleó maestría en el trasteo de muleta para dominar la embestida incierta.

A Rafael Camino le correspondió un toro enano y otro manso, ambos manejables, y a los dos les hizo parecida faena; es decir, que dudó de principio, se confió después, pegó muchos derechazos, corrió bien la mano en unos cuantos y, en los restantes, todo lo contrario.

Para Juan Cuéllar hubo lote boyante, hecho de un animalito sin trapío más un sobrero inválido, y les dio derechazos de buen corte, además de rodillazos al principio y al final de las faenas. Concluyó la última con un desplante a cuerpo limpio tras tirar lejos los trastos y mató de sendos estoconazos.

Lo visto no era como para tirar cohetes y al acabar la función el público aún sentía la nostalgia goyesca. Tuvo remedio, afortunadamente, pues estaba anunciado motín y todo el mundo se fue allá, donde se dio el gusto de verlo e incluso de participar en la algarada. Bien mirado, no hay corno un motín para desahogarse del aburrimiento del toreo moderno y sus pegapases.

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