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TEATRO /

Un nuevo espacio para Madrid

Un nuevo teatro madrileño. Teatrito, a la manera en que años atrás se hacían en Europa con carboneras, sótanos: théatre de poche, se decía en París. Éste, el Pradillo -por el nombre de la calle donde está-, procede de garaje. No es fácil verlo bien: las paredes oscuras absorben la escasa luz con que se abre la sala. Hay un espacio enorme para la escena, a ras de suelo: mayor que el de las gradas donde se eleva el público. Pero tiene todas las posibilidades para cambiarlo, según requiera cada obra.Hace tiempo que creo que una de las soluciones del teatro está en las salas de barrio o de distrito, que tengan la posibill dad de intimar con su público No parecen ser ésas las intenciones de La Tartana, ya an ti guo y prestigioso grupo que tie ne derecho a ir mas allá, o a lo que se piensa que es más allá: la ciudad entera, y el país. Es un grupo nacional. No buscan con cesiones al público. La obra con que inauguran su teatro no es fácil.

Los hombres de piedra

Dramaturgia: Lera y Carlos Marqueríe. Interpretación: Andrés Hernández,María Luisa Mosquera, Pedro Ollva, Jesús Rodríguez, Sián Thomas. Diseño artístico y dirección: Carlos Marqueríe. Producción: La Tartana Teatro. Teatro Pradillo. 7 de noviembre.

No es narrativa. No importa, dicen, el cuento, sino la forma de contarlo. Aun así, el público parece querer perforar los enigmas que se le plantean y llegar a la adivinación de que se trata de la historia no contada de un hombre condenado por error a una de las islas del diablo que tanto gustaron a los franceses; que escapa, que termina de vie jo. Teatro de dramaturgia por Carlos Marqueríe, director y diseñador, y Antonio Fernández Lera, escritor del texto-, de escenografia, de espectáculo, consigue una belleza de objetos, de tallas que representan a los hombres de piedra, de luces, de grupos de actores que decoran con su actitud, con su vestuario y sus actitudes. Metáforas visuales, con metáforas literarias, estas últimas menos conseguidas. La belleza, la línea estética, es admirable: pero dificilmente llena por sí sola la hora y pico de la representación, aunque sea también admirable y pulcra la interpretación de los actores, muy compenetrados y muy especializados en este género. El hermetismo pesa: y yo no creo que sea tanto un hermetismo deliberado -es decir, como el creado para misterios, para angustias o ansiedades metafisicas-, sino que parte de un concreto desprecio a lo narrativo, desde la convieción de que no sirve, de que la narración, como queda dicho por ellos, está tan por debajo de la forma que todo cuidado debe ir a ésta, y no a aquélla. Se ha visto ya mucho teatro así -por la rnisma Tartana, entre otros grupos-, y es, evidentemente, un género. Con una vida dificil, con poco ánimo para los espectadores, que viven en este tiempo rodeado de relatos, de narraciones y de cuentos.

Hay una gran valentía al consagrar una sala lejana -con respecto a los núcleos teatrales madrileños- a este teatro dificil. Los patrocinios -en este caso, además de los habituales, el del Festival de Otoño- harán que pueda sobrevivir; y es deseable que el público, aún minoritario, acuda en la suficiente cantidad como para justi icar el esfuerzo común. El del estreno, que llenó el espacio que se le destinaba, aplaudió con mucho entusiasino. El trabajo de todos fue impecable.

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