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Claire Brétecher: "El 'comic' no se ha hecho para analfabetos"

La dibujante dice que a la gente le gusta que la satiricen

Claire Brétecher es una historietista que ha retratado con especial crueldad a la generación del 68 en sus trabajos. En su intervención en el seminario sobre el comi y la posmodernidad, que se celebra en el marco de los cursos de verano de la Universidad Complutense, hizo gala de su carácter provocador y se mostró como una dibujante ciertamente cansada de hacer historietas. La estima que aún conserva por el tebeo no le hace dudar al afirmar: "El comic no se ha hecho para analfabetos".Ella se define a sí misma como "una artesana del comic, que tuvo mucha suerte cuando empezó porque no habían tantos dibujantes como ahora". Recuerda con especial cariño la figura de René Goscinny, que dirigía la revista Pilote cuando ella se presentó en su oficina con una carpeta repleta de historietas. "En aquella época", explica, "los dibujantes se debían adaptar al estilo que estaba de moda. Sin embargo, Goscinny nos dejaba a cada uno de nosotros desarrollar su propio estilo personal".

La difusión de la obra de Brétecher no se ha limitado específicamente a las revistas de historietas. Desde 1972 publica en Le Nouvel Observateur y este hecho lo considera como "una experiencia plenamente satisfactoria porque aporta mayor popularidad y reconocimiento que si uno se limita únicamente al mercado de la historieta". Comenta que le encargaron que satirizara al lector tipo de esta publicación. "Al principio, la reacción fue bastante negativa y hubieron suscriptores que se dieron de baja, pero con el tiempo fue ganando aceptación. Esto sólo se explica porque a la gente le encanta que se metan con ella en las historietas", afirma.

Claire Brétecher se muestra escéptica con su propio trabajo: "Cuando acabo una historieta me siento cansada y agotada. Sólo me siento ligera y feliz cuando no trabajo. Además, puedo sentirme muy bien haciendo historietas muy malas".

La dibujante explica que en los años setenta "se vivía dentro de una tontería violenta, que clamaba por reformas radicales y sangrientas, mientras que en los años ochenta la tontería se ha tornado blanda y sensiblera". La década de los noventa no la contempla con excesiva vitalidad: "Mis personajes seguirán cansados, incluso los jóvenes, que lo estarán todavía más que los viejos", concluye con la amargura propia de sus personajes.

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