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Entrevista:

Gae Aulenti defiende su trabajo de remodelación del Museo de Arte de Cataluña

"Lamento que en Barcelona no pensaran antes en los cambios", dice la arquitecta

La arquitecta italiana Gae Aulenti viajará esta semana a Barcelona para mantener las últimas reuniones con los representantes de las instituciones catalanas y del Ministerio de Cultura antes del inicio de las obras del Museo de Arte de Cataluña, en Montjuic, cuya remodelación ha proyectado. La arquitecta lamenta la indecisión política que ha rodeado su proyecto y que el Ayuntamiento de Barcelona no pensara antes las reformas que ha introducido en el mismo. Aulenti fue nombrada hace 10 días en Houston (Estados Unidos) miembro honorario del American Institute of Architecture.

"Le Corbusier dijo que la buena arquitectura se hace entre el arquitecto y el cliente", explica Gae Aulenti, "creo que esto es determinante y no es sólo una cuestión de un programa político o constructivo opuesto a un proyecto arquitectónico. La arquitectura es la expresión de una racionalidad que guía tanto las acciones administrativas y económicas como la realización del proyecto. Esta racionalidad, que es prioritaria, es muy rara, sobre todo en los grandes proyectos, en los que las mediatizaciones ajenas a la arquitectura pesan mucho. Uno de los elementos mediatizadores es la búsqueda del consenso político. Otro aspecto es que la arquitectura, por definición, es un elemento durable, y la durabilidad es algo que algunos políticos temen porque escapa a su control inmediato. Es crucial que la Administración que encarga un proyecto arquitectónico decida sus prioridades de una manera realista, ya que la realidad de las ciudades es cada vez más compleja. Pero ciertas administraciones quieren hacerlo todo y a veces hacerlo todo es imposible".Acerca del proyecto del Museo de Arte de Cataluña en Barcelona, Aulenti prefiere limitar su comentario a los aspectos arquitectónicos del proyecto, aunque la arquitecta está claramente contrariada por los cambios del programa oficial para el edificio y por algunas críticas a su proyecto, como la del estanque artificial que había planeado en principio, que considera sensacionalistas. La remoción de la comisión rectora del proyecto y la firma final de las adjudicaciones de obra s a empresas constructoras, prevista para esta semana, son factores de esperanza para Gae Aulenti, quien dice: "He tomado mi decisión de seguir con el proyecto a partir de la importancia de Barcelona y de factores sentimentales que me ligan a esa ciudad. Mi decisión ha sido tener mucha paciencia".

"Mi primer proyecto para el museo de Barcelona", recuerda Aulenti, "derivaba de un programa museográfico para el Palacio Nacional, que incluía el Museo y la Biblioteca de Arte de Cataluña. El programa se cambió porque el Ayuntamiento de Barcelona quería hacer en la gran sala del Palacio Nacional un espacio colectivo para representaciones artísticas y ceremonias oficiales, con salas para audiovisuales y conferencias, más una librería, una cafetería y un restaurante, de modo que la gran sala debía ser independiente del recorrido museográfico".

La arquitecta continúa: "Acepté los cambios porque el arquitecto no es el árbitro de un proyecto y debe hacer lo que decide la ciudad. Lo que lamento es que no lo pensaran antes".

Para ilustrar mejor las dificultades de los grandes proyectos públicos, Gae Aulenti compara sus anteriores proyectos en otros dos centros museísticos, el Musée d'Orsay de París y el Palazzo Grassi de Venecia.

Tres museos

"En París", dice, "se trataba de un proyecto de Estado, bajo la responsabilidad directa del presidente Mitterrand. Me reunía todas las semanas con los responsables y Mitterrand en per sona hacía visitas de obras detalladísimas por lo menos dos veces al año. Hubo interacción desde el principio entre arqui tecto y cliente, y éste conocía todos los aspectos conceptua les del debate. Puede decirse que el cliente acompañó la obra desde el proyecto previo hasta la inauguración del museo"."En Venecia", prosigue Aulenti, "se trataba de un cliente privado, una sociedad multinacional, la Fiat, que quería hacer un museo. Ellos tenían muy claras las dimensiones económicas del proyecto y la obra fue determinada por la gestión de costes. Pasaron 14 meses entre la presentación del proyecto y la inauguración del Palazzo Grassi".

"Fue también un cliente muy bueno", añade Aulenti, "que sabía qué quería y cuánto quería gastarse y que, dentro de esas coordenadas, concedió libertad a los arquitectos. En ambos casos, muy distintos, los clientes tenían necesidad de seguir estrechamente el proyecto y hubo un trabajo común en el que el arquitecto tomaba una responsabilidad muy importante, pero se trataba de una responsabilidad propia de su profesión".

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