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Las bazas de Mario

ENVIADO ESPECIAL El novelista Mario Vargas Llosa, de 54 años de edad, parte como perdedor contra el ingeniero hijo de japoneses Alberto Fujimori, de 51 años, en la disputa por la presidencia de Perú, que deberá decidirse en una segunda vuelta, el último domingo de mayo o el primero de junio.

A pesar de no partir ahora como favorito, Vargas Llosa cuenta todavía en mes y medio de campaña electoral con una serie de bazas que podrían darle el triunfo.

Tras una semana de deshojar la margarita y dejar al país sumido en la incertidumbre, Vargas Losa ha decidido asumir la responsabilidad que el otorgó casi un tercio del electorado y pelear con Fujimori por la presidencia de Perú.

Con esta decisión, el escritor recupera una credibilidad que había quedado en entredicho con sus últimas vacilaciones y demuestra que está dispuesto a llegar hasta el final en su empeño político, aunque esto lleve incluida la posibilidad de una derrota, difícil de digerir para quien hasta ahora había sido un triunfador. Al mismo tiempo, Vargas Llosa ha librado a Perú de una complicada crisis institucional. La Constitución peruana no prevé la renuncia de un candidato y exige la mayoría absoluta de votos para proclamar a un presidente.

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Vargas Llosa decide ir a la segunda vuelta en Perú

El resultado del 8 de abril convirtió a Vargas Llosa en el vencedor que perdió. El exiguo poco más de un 30% estuvo muy por debajo de quien había llegado a tener un 50% de las intenciones de voto y amenazaba casi con hacer innecesaria la segunda vuelta.

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Cura de humildad

Ahora Vargas cuenta precisamente con esa baza: no salir como favorito. La inevitable cura de humildad que, se supone, habrán recibido estos días el novelista y su entorno, le beneficia. La lección seguida de la rectificación de errores podría ser otra baza importante.

La segunda vuelta es un duelo mano a mano, sin intermediarios, entre Fujimori y Vargas Llosa. Ahora el mensaje de Vargas Llosa no quedará ahogado por el de docenas de candidatos del Frente Democrático (Fredemo), que, en su afán por conseguir sus curules parlamentarios, llegaron a utilizar la mejor baza que tenían: el candidato presidencial.

Fuffirnorí ya no podrá beneficiarse ni del factor sorpresa ni del efecto compasión. El ingeniero ha dejado de ser el chinito de la suerte y se ha convertido en un candidato serio, que incluso parte como favorito en ventaja en las encuestas.

Aparentemente Fujimori lo tiene todo a su favor y parece llamado a capitalizar el 20% de voto aprista más el 10% de la izquierda. Matemáticamente, Fujimori cuenta hoy día con un 60%, que significa una cómoda mayoría absoluta.

Ahora le toca a Vargas Llosa y su gente arañar en ese porcentaje. El novelista tiene mes y medio para conseguirlo y tratar de repetir en la segunda vuelta, pero al revés, el maremoto electoral que sacudió a Perú el pasado 8 de abril.

Se decía estos días en Lima, "que en la primera vuelta se vota con el hígado y en la segunda con la cabeza". Mario Vargas Llosa tendrá que demostrar al electorado que su programa es la única opción razonable para sacar a Perú de la crisis.

Parece difícil que Fujimori consiga repetir la hazaña de sumar otro 30% de votos sin decir absolutamente nada de cómo piensa gobernar un Perú que se presenta como casi ingobernable.

Fujimori se ha convertido en el hombre a batir y no podrá continuar disfrutando del beneficio del anonimato, que le permitió colarse en el sprint final de la primera vuelta. En el nuevo sprint Vargas Llosa sale desde atrás.

La vida de Fujimori, su gestión como rector de universidad, las rumoreadas conexiones con el desprestigiado APRA y hasta ahora inexistente programa será examinados con lupa en las próximas seis semanas.

El electorado tendrá oportunidad de decidir si consagra definitivamente al mesías, recibido triunfalmente el Domingo de Ramos o le prepara un calvario electoral.

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