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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Muertes de mujer

Dos grandes monólogos para actriz constituyen el núcleo de esta obra; y un tercero breve, burlón, sonriente, que es como un epílogo y que debe compendiar una cierta unidad: una unidad de la abstracción llamada mujer. En el primero se rehace un personaje literario centroeuropeo -Arthur Schnitzler- de principios de siglo: Elsa es una adolescente sentimental y alegre, forzada por la presión de su niadre a venderse a un hombre que la repugna y la pretende a cambio de salvar una deuda familiar; lleva al extremo su sensación de horror, de impureza y de angustia, se exhibe desnuda en el comedor del hotel y se suicida.El segundo monólogo es el de Schirieider: más simplemente, Romy Schneider, la actriz alemana que comenzó con el personaje de encanto rosa de Sisí en una película que la hizo famosa a los 18 años; presionada también por su madre, y por su propia confusión de libertad, va degradándose -o encontrándose a sí misma degradada- en su cuerpo, en su sexo; su vida se destroza, su hijo mayor muere en un accidente, su segundo marido se suicida: y ella elige también la muerte como depuración.

Elsa Schneider

De Sergi Belbel. Intérpretes: Laura Conejero, Rosa Novell, Imma Colomer. Escenografía: Joaquim Ruy. Vestuario: Mercé Paloma. Dirección: Ramón Simó. Centro Dramático de la Generalitat de Cataluña. Sala Olimpia del Centro Nacional de Nuevas Tendencias Escénicas. 1 de febrero.

Personalmente no veo ninguna verdadera relación entre estos dos seres, ni siquiera la de la condición femenina; veo más bien la oportunidad de ensamblar los dos monólogos para constituir una pieza más larga. Pero nadie puede decir hoy nada acerca de las unidades sin caer en la tontería inútil. Hay un excelente espectáculo literario conducido a la teatralidad por una escritura muy inteligente, muy sencilla y muy directa, con las reflexiones por dentro; quizá no muy favorecida por la traducción del catalán al castellano, en la que sin embargo traspasan la idea y la narración. El tercer monólogo resulta, siendo más intencionado, más ocasional aún: juntar en un ser que reúne el nombre y el apellido de los otros -Elsa Schneider- esta supuesta historia de la mujer; hacer de él alguien de hoy, entre el despiste, la confusión y el drama, que comenta apenas todo lo que ha sucedido. Tiene su brillantez propia, su elegancia, su juego.

Hay una buena dirección de Ramón Simó, que traza las palabras con los cuerpos de las actrices, sobre un escenario neutro de Joaquim Roy; y sobre todo hay tres maravillosas actrices. La comparación entre ellas sería falsear las cosas: se vencería, desde luego, en favor de Rosa Novell, pero sería probablemente por la riqueza de su papel trágico sobre los de sus compañeras: la teatralidad está de su parte y saca de ella todo el partido posible. Conmueve y hace vibrar. Laura Conejero tiene el papel más difícil: siempre en el teatro lo ha sido el de la damita o el de la ingenua, en las nomenclaturas características. Pero la sensación de drama, de desesperación; de violación por abuso moral, se va mostrando en ella con la debida graduación y en escenas tan difíciles como una en la que relata al mismo tiempo una conversación exterior y sus reflexiones contradictorias internas. Puede que el papel más fácil externamente sea el de Imma Colomer; el broche final cómico, el de la risa o la sonrisa tras la tragedia; pero más allá de él trasluce el intento de unidad, la pulsión de muerte, la fuerza de la confusión.

Sigue ocurriendo que los mejores espectáculos y las mejores gentes que los realizan nos llegan de Barcelona, y son tan diversos como lo puede ser toda la gama del teatro. En éste del Centro Dramático de la Generalitat de Cataluña la inteligencia de un escritor de literatura dramática como es Sergi Belbel, la sensibilidad del director Simó y la del creador de escenografías Roy de trajes, Paloma, se unen a la gran calidad de tres actrices jóvenes; se devuelve al teatro una parte de su esplendor -el de la sencillez y la calidad- perdido. El público de la Sala Olimpia -donde se celebra el ciclo de autores españoles actuales-, principalmente joven, aplaudió y gritó su entusiasmo en varias ocasiones; y al final del espectáculo. Desgraciadamente, sólo va a estar en Madrid hasta el día 4: merecería otra sala a la que esté más acostumbrado el público habitual, y otra prolongación.

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