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Sobre la cuerda floja del humor

La mayoría de los autores acuerdan que el problema a la hora de hablar del humor corno género literario está en su indefinición. casares, en el ensayo El humorismo, dice que la palabra "no está recogida ni bien ni mal en el diccionario", y, aunque prosigue el comentario con "Dios me libre de definirlo, porque, según afirman quienes saben más de esto, los ingleses, el solo hecho de intentarlo prueba ya la carencia del verdadero sentido del humor", lo cierto es que se aventura luego a la proposición: "el humor es la interpretación sentimental y trascendente de lo cómico".

Establece Pío Baroja en La caverna del humorismo una curiosa relación entre la enfermedad y la literatura de humor que resulta atrayente a la hora de configurar siquiera una aproximación al estado actual de la misma en España: en su idea, la calvicie respalda el aserto. Aunque melenudos por atrás, Shackespeare y Dickens lo eran por delante y muchas de sus cuartillas explican la clasificació. ¿Explicaría entonces su mente despejada la inequívoca capacidad para el humor de un Vázquez Montalbán? ... La mentalidad rota justifica, al entender del teórico, la comicidad patética de un Dostoievski. ¿Se justifica así la fantasmagórica humorada de un Leopoldo María Panero?... El artritismo, dice el vasco, es razón de mordacidad. ¿Es, pues, esta razón de la que muestra Torrente en muchas de sus novelas?... En la obsesión erótica hay, afirma Baroja, causa de ironía. ¿Es, por tanto, causa de la que muestra Cela en ciertas prosas, o Carlos Bousoño en ciertos poemas?...A sus 65 años, Bousoño conversa con el periodista bajo la inquieta presencia de su hijo menor, apenas dos años. Y ello, que podría simular rasgo asimismo de ironía, es, tan sólo, ganas de follar, a su decir. El académico ya estableció en uno de sus libros, Teoría de la expresión poética, vínculos entre la lírica y la risa. Y su hacer creativo reciente es otro ejemplo. Se trata de Metáfora del desafuero, donde se alumbra el poema Felipe II y los gusanos, que dice: "Toda la noche estuvimos / comiendo carne de rey.. . ".

Bousoño se autoincluye en la primera generación de la posguerra, y en la producción de la misma ve los primeros rasgos de humor de la poética española en mucho tiempo: en el mejor Blas de Otero, en José Hierro, Carlos Edrmindo d'Ory,, Gloria Fuertes, en él mismo. Tienen, en todo caso, a su juicio, un sentido metafísico de trascendencia que expresa de otra maitera la visión del mundo. Si hay que particularizar, destacaría el caso de escritores vinculados al postismo de los cincuenta que, corno aquellos otros amalgainados en torno a la revísta La Codorniz, desvían el realismo social de época para profandizar con cachondeo en el ataque a la sociedad represiva que inarcaron los del 27. D'Ory, en la lírica, y Nieva, en el teatro, marcan un camino al humor que permanece en la generación. Y si faltó el reconocimientoes razón de que las épocas están ciegas. Bajo su ejeraplo, lo mismo que hubo un teatro del absurdo (Mihura, Jardiel), pudo haber una poesía del absurdo.

Epígonos vivos de la generación mantienen hoy cierto nivel de humor que alcanza a la segunda generación de posguerra: los últimos poemas de Ángel González son casi chistes, y ahí está Brines o Gil de Biedma. Una línea que para Bousoño se interrumpe ya en la tercera: Carnero, Villena..., cínicos quizá, y, por supuesto, en la cuarta. "Probablemente la protesta que marcó el escapismo del humor, reflexiona Bousoño, ya no es tan necesaria". A él la protesta le llevó a escribir en pleno triunfalismo del desarrollismo Eranquista: "Los ríos van a la mar, / el mar a las playas de moda. / De manera que el mundo está bien hecho".

La narrativa de humor tuvo también sus rastros en escritores vivos: el hoy imprescindible guionista Rafael Azcoria, con Vida del repelente niño Vicente,el flamante académico Antonio Mingote, con Las palmeras, de cartón; Chumy Chúmez, con El manzano de tres patas... Y, sin embargo, la continuidad de aquel hacer, distante al menos un par de décadas, parece cuando menos dudosa.

Hablamos del tema con el crítico literario y profesor de la Complutense Santos Sanz Villanueva, que ya con motivo de su centenario hizo una aproximación estudiosa a la obra de uno de los humoristas más puros de la narrativa española del siglo: Wenceslao Fernández Flórez. Sanz, que ve una veta "moralista y eticista" en el pueblo español, reflejada en El buscón o El lazarillo, que distancia el humor, duda al marcar la actualidad del género. Lo ve en ciertos momentos de La puerta de marfil, de Rubén Caba, o de La fuente de la edad, de Luis Mateo Díez, donde la situación hilarante conlleva la ternura, elemento imprescindible del humor para distanciar la sátira o el cinismo. También en páginas de La quincena soviética, de Vicente Molina Foix, y en una de las postreras noveles de Umbral, El día que violé a Alma Mahler.

Situaciones

Para Sanz Villanueva, que agrega los nombres, quizá obvios, de Torrente, Cela o Vázquez Montalbán, el humor se da hoy en la narrativa dentro de situaciones y no de tempera mento. Algo debe tener que ver a su juicio, la moda entre noso tros de una literatura de eva sión con mayor énfasis en pro blemas de estilo que de inter pretación de la realidad, premi sa al fin del humor. Y de análogo sentir es Juan Pablo Ortega, ex profesor de literatura en Francia y EE UU, narrador humorista él mismo, que ha visto frustrada la iniciativa de crear una nueva colección del género "por la falta de interés editorial que se demuestra".

Y, al parecer, al teatro no le alcanza mejor suerte. A la espera del resultado de su libro-tesis, el profesor Eduardo Galán Font señala sobre todo las farsas políticas o sociales de Fermín Cabal, los neosametes tragicómicos de crítica social de Alonso de Santos, y el Teatro bufo, de Arrabal. Un día dijo Monleón que el teatro del humor fue el, gran refugio del mejor teatro de la derecha; y aunque obras posteriores, como Ahola no es leil, de Alfonso Sastre, desmintieran el aserto, es obvia la interrupción de un género que décadas atrás dejó brillantes muestras, sobre todo en la vía ramoniana del absurdo.

No dernasiados autores que ofrecer, a falta de otras correcliones, en esta sucinta relación de la actual literatura de humor en España. Y muchas menos autoras. Baroja, que lo aprovechaba todo en la escritura y que aprovechó su condición de médico para darnos la oportunidad del primer párrafo de esta crónica, aprovechó también su condición de misógino para esribir que "las mujeres no sienten el humorismo.... tienen mucha fisiología, mucha pasión para ver el espectáculo del mundo desde lo alto de la montaña". Lo cierto es que las hay que se han subido ya a la montaña. Y, para muestra, baste agregar aquí el nombre de Maruja Torres, que entró de lleno en el género con su libro Oh, es él y que seguro va a dejar nuevas muestras en el futuro.

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