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42º FESTIVAL DE CANNES

Meryl Streep y Steven Soderbergh, cara y cruz

La actriz norteamericana Meryl Streep, con su habitual y estudiada sencillez, presentó ayer el filme Un grito en la noche, basado en un terrible suceso verídico ocurrido en 1980 en Australia. La película, dirigida por el australiano Fred Schepisi, convierte algo real en un hecho increíble. Por el contrario, el humilde filme norteamericano Sexo, mentiras y vídeo, dirigido por el principiante Steven Soderbergh, logra convertir a una exagerada y retorcida ficción en suceso intimista digno de todo crédito. La cara y la cruz del cine reaparecieron en Cannes.Meryl Streep, perdedora en los últimos oscars, ha venido a Cannes a desquitarse de aquella derrota. Su interpretación es muy competente, pero sin alma. Es una mujer ambiciosa y se le nota. Es inteligente y también lo parece. Es además una actriz de laboratorio e igualmente se le nota, porque se interpreta siempre a sí misma. Ayer dio, frente a varios centenares de informadores, una lección de cálculo. La seguridad de su expresión, rota por balbuceos oportunísimos y evidentemente memorizados, fue un trabajo insuperable de simulación.

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A esta famosa actriz-robot le gustan los personajes que le permiten sacar a relucir el lado circense de sus técnicas interpretativas. "Interpretar", dijo, "a una mujer tan real como Lindy Chamberlain, condenada a cadena perpetua por un asesinato que no cometió, pues le acusaron falsamente de degollar a su hija, fue un desafío para mí".

"Puesto que tenía que interpretar", añadió la actriz, "a un ser real, quise serle enteramente fiel. Me negué a decir nada que Lindy no hubiera dicho. Me vestí como ella viste, me peiné como ella se peina, me puse los zapatos que ella. Para ello vi infinidad de cintas de vídeo que la grabaron durante su procesamiento; no quise hacer ficción alguna".

Este es el núcleo de las ideas que Meryl Streep repite acerca de su trabajo en Un grito en la noche. Pero este trabajo pertenece a un filme que cuenta una historia verídica con tantos recursos convencionales, rutinas e insinceridad acumuladas en sus imágenes que el esfuerzo documental de la actriz se convierte en una quimera y su búsqueda de una verdad se diluye en la mentira melodramática de una película que, siendo cierta, resulta increíble; narrando verdades, miente.

En cambio, en el filme estadounidense Sexo, mentiras y vídeo, hecho con un presupuesto mínimo por el recién llegado al oficio de director Steven Soderbergh, un cineasta de 26 años, pero mucho más adulto que el maduro australiano Fred Schepisi, responsable de Un grito en la noche, ocurre todo lo contrario.

Primera sorpresa

Pese a ser un filme exagerado, tiene contención; contando una retorcida fábula, posee la inmediatez de un documento; usando mitos como los de Peping Tom y Té y simpatía, habla de cosas próximas; mintiendo, dice verdad.Es la primera sorpresa del. festival. No excesiva, porque la sinceridad de la película tropieza con la inexperiencia de su realizador, que comete la torpeza de querer camuflar la pequeñez de su producción con el uso de lentes gran angulares, de esas que todo lo sacan espacioso y bonito aun siendo angosto y feo.

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