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Una comisión especial buscará la paz en Colombia

Los asistentes a la cumbre por la paz, que se realizó en Bogotá el pasado viernes, salieron contentos. Aunque los escépticos pensaron que de esa exposición de opiniones encontradas no podía salir nada, al final reconocieron que surgió algo importante: un compromiso para sacar adelante un nuevo proceso de paz. También se llegó a la conclusión de que sin los dos grandes ausentes, el Gobierno y la guerrilla, quedan en el aire todas las buenas intenciones para lograr la reconciliación de los colombianos. La conclusión de la cumbre resume este sentir. A partir de mañana, los delegados que hicieron posible la reunión buscarán contactos con el Gobierno y la guerrilla. Se pretende crear una comisión de reconciliación y convivencia democrática. Se pondrá en marcha el 22 de agosto y tendrá 30 días para presentar una propuesta efectiva de paz.

"De este encuentro no salió la paz; pero sí el humo blanco de una nueva conducta colectiva frente a la violencia", afirmó el senador Ernesto Samper al terminar la reunión de Bogotá. Según este dirigente liberal, el viernes se empezó a construir un puente que unirá a los colombianos que hoy están enfrentados.Álvaro Gómez fue el encargado de cerrar con un broche de optimismo el diálogo del viernes, que se realizó en un antiguo convento al norte de Bogotá. El dirigente socialconservador, que estuvo en poder del grupo guerrillero M-19 durante 53 días, exhortó a los colombianos a que no tengan miedo al diálogo.

"Esta jornada que se inició con escepticismo", dijo Gómez, "se convirtió en un hecho político importante; significa una rebeldía contra el conformismo". Gómez, como la mayoría de los asistentes a la cumbre, exhortó también al Gobierno a que se una al diálogo. "Todavía esperamos una nueva actitud del Gobierno", dijo. "No venir aquí no es una política; es una simple ausencia, una abdicación de responsabilidades, Ojalá transitoria

El impulso de Betancur

¿Por qué los colombianos deben tener esperanzas en este proceso que ahora se inicia?, preguntó EL PAÍS a Rodrigo Marín, presidente del directorio social-conservador. "Hemos logrado invertir los términos del proceso de paz de Belisario Betancur", contestó el líder político. "Bellsarlo fue el gran solitario de la paz, Ahora, recogiendo esta propuesta frustrada, los partidos han resuelto cambiar la estrategia, para que sean éstos los responsables del inicio de un proceso que debe contar necesariamente con la presencia del Gobierno. Esto nos hace sentir optimistas frente a lo que se pueda lograr".

A partir de la próxima semana, una comisión de seguimiento evaluará todas las condiciones expresadas el viernes e iniciará contactos con el Gobierno y con los grupos guerrilleros. La idea es que estos dos grandes contrincantes estén representados en la comisión de reconciliación y convivencia democrática.

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"Es necesario que los grupos alzados en armas manifiesten su decisión de diálogo, conjunta o separadamente", dice Rodrigo Marín. En la cumbre por la paz algunos de ellos ya se manifestaron. El M-19 y las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) mostraron su deseo de continuar por el camino de la reconciliación. El ELN (Ejército de Liberación Nacional) fue enfático al expresar que no acepta la desmovilización ni el desarme como condición para el diálogo.

Éste puede ser el escollo para la paz. En un mensaje del Gobierno, enviado al delegado liberal a la cumbre, y que fue leído en medio de las protestas de la Unión Patriótica (grupo afín a las FARC), el Gobierno ratificó la necesidad de que la guerrilla asuma el compromiso de la desmovilización.

La comisión que se instalará el 22 de agosto trabajará durante 30 días. Su misión, según Rodrigo Marín, es afrontar el problema de la guerra y la paz. "Esta comisión debe materializar una propuesta de los alzados en armas al Gobierno; del Gobierno a los alzados en armas; y de los demás partidos y fuerzas sociales al Gobierno y a los alzados en armas".

El viernes, mientras se hablaba de paz y se clamaba por el cese de la guerra sucia, en varias regiones de Colombia la guerra era una realidad. Barranca, el mayor puerto petrolero del país, estuvo paralizado por el asesinato de dos dirigentes sindicales. Muchos afirman que los mataron porque fueron testigos de un asesinato cometido por agentes del orden. Y una matanza más elevó a 29 el número de asesinatos colectivos cometidos este año. Ocho fueron las víctimas, todos campesinos residentes en un pequeño municipio de la provincia de Córdoba. Lo único distinto en esta historia, que ya es cotidiana en Colombia, es que en la banda de asesinos había cuatro mujeres.

El viernes también se supo que grupos de extrema derecha, financiados por la mafia, tenían planeado asesinar, el pasado sábado, al fiscal general de la nación, Horacio Serpa, y al director del departamento admi nistrativo de seguridad, Miguel Alfredo Masa.

"Hay que clamar, implorar, gritar, quizá llorar todo el tiem po hasta que esto cese", dijo e viernes Álvaro Gómez al clausurar la cumbre por la paz. Y la mayoría de los que estaban reu nidos con él estuvieron de acuerdo.

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