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LAS VENTAS / FERIA DE OTOÑO

La honda torería de Roberto Domínguez

La tarde más torera, el triunfo más justo que haya alcanzado nunca en Las Ventas, tuvo ayer Roberto Domínguez. Torero fino por naturaleza, superficial a veces, remilgado según le de, cambió ese talante por honda torería, y lo hizo frente a un toraco que era carne de matadero.El toraco escondía la cara entre los brazuelos, reculaba acobardado ante el cite valeroso de Domínguez, mientras su instinto le hacía esperar la ocasión propicia para tirar la cornada a traición. Cuando creía llegado ese momento, la tiraba, fuerte, seguramente convencido de que iba a matar, y se encontraba con que se diluía en los vuelos de una muleta que movía con larga suavidad un torero cabal de pulso firme y templado corazón. Interesante, para catadores sensibles de la mejor tauromaquia; emocionante, emotiva, transcurrió la faena de Roberto Domínguez al quinto de la tarde, toraco gigantón, veleto, astifino y descastado; deslucido y peligroso por todo ello; imposible de torear si hubiera caído en las manos de cualquier pegapases; posible bajo el valor y el mando de un diestro que había suplido remilgos y superficialidades por la torería más auténtica.

Ordóñez / C

Vázquez, Domínguez, J. A. CampuzanoToros de Antonio Ordóñez (5º, sobrero), aparatosos de tipo, cornalones astifinos, amoruchados; 3º condenado a banderillas negras. Curro Vázquez: media atravesada, rueda de peones y descabello (algunas palmas); estocada corta atravesada y tres descabellos (aplausos y también protestas cuando saluda). Roberto Domínguez: estocada ladeada (palmas y también bronca cuando saluda); estocada (oreja). José Antonio Campuzano: pinchazo, rueda de peones y estocada corta baja (silencio); bajonazo (aplausos). Plaza de Las Ventas, 27 de septiembre. Tercera corrida de la feria de otoño.

Y, dominado el toraco, se volcó para matar. No con pureza, que eso de marcar lentamente los tiempos del volapié y demás normas de la suerte suprema ya no lo hace nadie. Pero hundió el acero por el hoyo de las agujas; diana que, en plena dictadura del bajonazo infame, adquiere caracteres de acontecimiento.

Naturalmente, se le entregó el público a Roberto Domínguez, hubo aclamaciones de "¡torero!", la ovación era cerrada y unánime el reconocimiento al enorme mérito de la faena. Dicen de Madrid... Taurinos -y figuritas- propalan que la afición madrileña es agria, intransigente y desalmada; algún fino coletudo añade que le tiene manía. No: Madrid se hace de miel cuando toro y torero se miden en la arena de poder a poder.

Curro Vázquez se encaraba con los aficionados del tendido siete porque no admitían el inválido al que intentaba hacer faena. El cálido sabor torero que Curro Vázquez: imprime a las suertes no le otorga carta de naturaleza para gozar de privilegios exclusivos. Esa faena que se empeñaba en hacer al cuarto y arruinado toro, habría preferido la afición que se la cuajara al enterizo primero, y sin embargo Curro Vázquez echaba el paso atrás. Sólo al final unos derechazos, un pase de pecho de cabeza a rabo, un trincherazo solemne, poseyeron la categoría que reclamaba la nobleza del toro.

Lo demás constituyó una moruchada. El primero de Domínguez se aculó a tablas y renunciaba a embestir. Los de Campuzano topaban con mal estilo y el buen matador les dio la lidia adecuada. Impresionaban las arboladuras de los torazos, corpulentos y veletos. La gente propalaba irónicos bulos por el tendido: "Estos toros los exigió Ojeda para la épica goyesca de Ronda". "No pudo ser porque se los quitaron para las alternativas de los padres a los hijos en Nimes". "Y en la disputa terció Chopera, que los trajo a Madrid para darles la oportunidad de su vida a Curro, Roberto y José Antonio".

La oportunidad fue para que los tres visitaran la enfermería, pero como son toreros de una pieza, ahora lo cuentan, la afición los respeta más que nunca y Roberto Domínguez ha podido convertir su honda torería en sólido patrimonio que le producirá sustanciosas rentas.

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