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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un director para una gran orquesta

La visita del director Rozhdestvensky, tan largamente esperada, al frente de la Sinfónica de la URSS, era uno de los puntos culminantes del ciclo Grandes Orquestas del Mundo. El éxito más clamoroso ha confirmado que el interés no era gratuito. Un público que sobrecargó el Teatro Real multiplicó sin cesar sus ovaciones al maestro de Moscú y a la vibrante centuria musical soviética en un programa integrado por autores del país.Fue solista del Concierto en sol menor la pianista Viktoría Postnikova, galardonada en concursos tan importantes como los de Varsovia, Leeds, Lisboa y Moscú. De talento y medios avasalladores, la Postnikova hace algo más: desentrañar el concentrado y casi misterioso mensaje que esconden estos pentagramas de 1913. Es la época de los grandes triunfos de Stravinski y, junto a ellos, la propuesta de Prokofiev tiene, entre otros muchos valores, el de su diferenciación.

Orquesta Sinfónica de la URSS

Director: G. Rozhdestvensky. Solista: V. Postnikova, pianista. Obras de RiniskiKorsakov, Prokofiev y Shostakovich. Madrid. Teatro Real, 26 de marzo.

Excelente intérprete además de creador, Prokofiev trata el piano en todas sus posibilidades tradicionales y contemporáneas como vehículo de ideas musicales abstractas pero también como encarnación de un específico ideal sonoro que en esta obra se aproxima un tanto al místico Scriabine. La formidable versión, en la que orquesta y director fueron coprotagonistas, desencadenó una verdadera riada de ovaciones y bravos.

Shostakovich procede de otra línea: la que a través de Glazounov hereda el pensamiento sinfónico europeo del tardo y posromanticisrno para llegar a soluciones aparentemente retardatarias, pero incomprensibles si no las entendemos como fenómeno de nuestro siglo.

Data la Décima sinfonía en mi menor de 1953; su largo curso narrativo, su radical pesimismo -no aliviado por breves momentos de alegría exterior- nos llegan con acentos hondamente líricos, morosidades y vivencias de signo mahleriano. En todo caso, páginas como la Décima sinfonía me parecen más trascendentales que otras del mismo autor, tan cacareadas como el espectacular Canto de los bosques.

Rozhdestvensky es formidable; un antidivo que empieza por prescindir del podium, ese anticipado monumento desde el que los directores vencen aunque no convenzan. Este maestro da lecciones convincentes de trabajo orquestal, de interpretación rigurosa y expresiva. La sobriedad de sus indicaciones revelan, sobre una manera de ser, un anticipado trabajo preparatorio. A la hora del concierto, Rozhdestvensky deja tocar con flexible disciplina a sus músicos. Excelente en las cuerdas y no tanto en los vientos, de sonido no demasiado bello y en ocasiones incluso acre, la Sinfánica de Moscú es, en conjunto, una espléndida orquesta, un instrumento poderoso, moldeable, estrechamente cohesionado y con sonido propio.

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