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LA MUERTE DE VIOLA

Manuel

No le iban encasillamientos -grupo o escuela tal- ni estrellatos en solitario. Pero de entre los pintores que levantaron en este país el informalismo y la abstracción pocos o ninguno le habrán llegado tanto a tanta gente como Manuel Viola.Espontáneas y trabajadas al tiempo, la pasión y la sabiduría surten de su pintura intuitiva, libérrima aunque resonante de trasfondos clásicos: por eso era capaz de convencer, o de impresionar, a los públicos más legos en el arte de vanguardia.

Ilustres violencias de su coterráneo Goya, claroscuros de Carava gio (uno de los maestros que siempre prefirió) y la rica tradición nacional de los sombríos se avienen en su obra con todo un imperio de fulgores.

Lo llamé en un poema "niño horrible", sospechando que carecía de edad, que presenció de algún modo el primer día de la Creación "y despabila en su paleta ahora / el golpe de estado de las flores, / los mugidos, la sangre / y la batalla de las tierras".

Pegotes honoríficos, ideas fijas, sistemas optantes al aplauso y al cojín, jamás fueron lo suyo. Se nos va con Manuel Viola uno de los contados temperamentos de pintor con sello de enorme (y más profunda, más estruendosamente español) que han visto estos últimos 50 años.

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