Erase una vez...

Cuando Kaos se presentó en el Festival de Venecia de 1984, en una sesión especial fuera de concurso, todos los presentes compartimos la idea de que el cine italiano acababa de dejar pasar una buena oportunidad para reivindicarse internacionalmente.El León de Oro fije en aquella edición del festival veneciano para una película del polaco Zanussi, El año del sol tranquilo, obra que podemos considerar, menos que mediocre y destinada a no ser vista porque a muy pocos podía interesar, mientras que Kaos tenía que conformarse tan sólo con la calurosa acogida por parte de la crítica y quedaba al margen de la parafernalia publicitaria que lleva aparejado un galardón en Cannes o Venecia. Ahora, con. dos años de retraso, se estrena Kaos con los 188 minutos de la versión íntegra.

Kaos es una sucesión de cuentos que transcurren en él pocas distintas y que tienen en común el paisaje siciliano, el estar unidos por un cuervo que, en manos de unos pastores, se transforma en un narrador-espectador que atraviesa el tiempo, y en transmitirnos en todos los cuatro episodios esa misma sensación de ganas de contar, de hilo irrompible sostenido por el mágico érase una vez..., a partir del cual introducimos al oyente en una realidad distinta.

Mediterraneidad

Es obvio que no todos los cuentos o sketches -hay una importante tradición dentro del cine italiano que garantiza la viabilidad de la fórmula- tienen idéntica categoría. Así, si el primero posee una dimensión de tragedia griega y está interpretado por una magnífica Margarita Lozano. El segundo, el titulado Mal de luna, se adentra en el terreno de lo fantástico, pero tiñendo todo el relato sobre las desventuras de un hipotético hombre-lobo de una extraña fuerza telúrica, un enraizamiento siciliano a la vez que cósmico que trasciende ampliamente las versiones anglosajonas sobre el influjo de la luna llena sobre ciertos hombres.El tercero, Réquiem, es el menos conseguido, quizá porque el humor negro no es especialidad que los Taviani puedan cultivar sin renunciar a un cierto preciosismo; lo contrario sucede en el último, el basado en el Colloquió con la madre, una pequeña obra maestra en la que hay una perfecta adecuación entre la materia y el tono narrativo. El propio Pirandello, de regreso a su ciudad natal, redescubre su pasado, las raíces del mito: algunos de los personajes del filme aparecen aquí transformados por la cotidianidad.

Pero sería injusto hablar de Kaos como de una retahíla de cuentos de mayor o menor mérito. El conjunto es coherente, respira esa preocupación por la cultura que es eje en la obra de los Taviani, que gira sobre las distintas acepciones del término, desde una concepción marxista en la muy hermosa San Michelle aveva un gallo, hasta una suerte de antropología mágica que corresponde a Kaos, pasando por la urgencia acumulativa de Padre, padrone, donde cultura equivalía a conocimiento que puede adquirirse.

En Kaos esa muletilla de la mediterraneidad que tantos emplean sin ninguna pertinencia cobra sentido y es imposible no sentir como propio y reconocible el torturado paisaje siciliano, la explicación fantástica de las enfermedades, el drama de la emigración o la picaresca de la miseria; no sentirse, en fin, representado por el pasado mitificado -el plano de la barca con la vela roja, tomado desde una duna gigantesca, está entre lo más bello jamás filmado por un cineasta mediterráneo- que reencuentra Pirandello y que es la sustancia misma de sus ficciones y deseos, algo tan difícil como no emocionarse un poco ante algunos de los chispazos geniales que iluminan este Kaos.