Demonología en la obra de Alberto Miralles

El trino del diablo es una composición de Tartini de la que toma el título esta obrita de Alberto Mira Res estrenada en la Sala Fernando de Rojas del Círculo de Bellas Artes, añadiéndole el significado de trinidad: tres personajes, que en un principio son hombre, mujer y diablo (el eterno reparto), pero que vienen a ser todos uno solo, que es el autor.Un solo lenguaje -barroco, culterano, minifilosófico- y una sola obsesión. Un monólogo dividido en torno a la naturaleza del autor-director-actor de teatro, su miedo a la mediocridad, su inquietud respecto al triunfo y al fracaso, sus confusiones en tomo a naturalismo e invención. Una pieza endogámica.

Dentro de ella se disciernen dos elementos que no cuajan: por un lado, el ensayo literario, repleto de datos de los tratados de demonología y de citas de otros, con frases de autor a la manera de Jacinto Benavente y con un cierto editorialismo sobre la vida del arte teatral; por otro, la dramaturgia añadida de efectos especiales: luces y ruidos, temblores de decorado, el ya inevitable humo que inunda la escena y hasta el borrador de argumento o de situación única.

Y la representación de El trino del diablo: Nicolás Dueñas y Luis Hostalot declaman, sobreactúan, como en el antiguo teatro al que, en fin, pertenece la parte dramática de la obra.

Actores

Maite Brik se despega del sistema y tiene momentos -cuando su personaje está habitado por el diablo- de brillantez y calidad. Los tres están aherrojados por la pesadumbre y el retorcimiento de las palabras.La escenografía de Tony Cortés para El trino del diablo tiene el gusto de siempre; su reparto de planos en sentido horizontal, vertical y diagonal y los elementos del foro crean un buen ámbito escénico. La dirección de Santiago Paredes es acertada en el movimiento y el juego de los trucos.