_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Réquiem por un campesino aragonés

La práctica de cambiar los titulos de las películas es tan vieja como la propia historia del cine, y para legitimarla ni siquiera hace falta invocar el artículo 20 de nuestra Constitución. Generalmente, los cambios de los títulos de las películas importadas o adaptadas de textos literarios se efectúan por razones de comercialidad, para mejorar su atractivo ante la taquilla. Pero a veces se trata de cambios intencionales de índole política. La severa censura del franquismo ofreció ejemplos luminosos de cambios de títulos originales impuestos por razones políticas. Así, cuando después de la guerra civil se reestrenó Rebelión a bordo (Mutiny on the Bounty), de Frank Lloyd, pasó a titularse La tragedia de la Bounty; Grandes manoeuvres de René Clair, se tuvo que titular Las maniobras del amor para no herir susceptibilidades militares, y Judgement at Nuremberg, de Stanley Kramer, pasó a ser el ambiguo Vencedores o vencidos.Los cambios de título son, pues, una vieja práctica en la industria y el comercio cinematográfico, y lo único que podemos hacer ante ellos es discutir su pertinencia o su acierto. Está muy claro que el intento de cambio del título original de Sender Réquiem por un campesino español por Réquiem por un campesino, en el filme de Francesc Betriu, no es un cambio inocente sino intencional, tan intencional como los más arriba citados. Yo, que traté un poco a Sender en su exilio californiano y que incluso le propuse la compra de los derechos de su libro cuando Carlos Durán acariciaba la idea de producir su adaptación al cine, tengo la impresión de que este cambio de título no le habría complacido mucho.

Las convicciones políticas de Ramón J. Sender eran simples y categóricas, incluso cuando al final de su vida defendió la monarquía española en un programa televisivo en Estados Unidos que causó algún revuelo entre los exiliados. Pienso, por tanto, que el tema debería haberse consultado siquiera por cortesía, con los herederos literarios del gran escritor aragonés.

Sobre la intención del propuesto cambio poco hay que decir, porque está meridianamente clara. En Cataluña es cada vez más frecuente la eliminación del calificativo español. Recuérdese, por ejemplo, que cuando el presidente Pujol fue nombrado en Madrid español del año, el telediario del canal de televisión autonómica TV-3 reconvirtió este título para su clientela nacionalista en hombre del año.

La manipulación habla por sí sola. Por eso sería de agradecer que se dijeran las cosas por su nombre. Hay que agradecer a la Crida a la Solidaritat y a otros colectivos independentistas catalanes su franqueza, ya que no ocultan su vocación de convertirse en un Herri Batasuna catalán. Ahora se habla bastantede la emergencia de un Herri Batasuna catalán, y es tema que no abordaré en este artículo. Pero en 1985, a los 10 años de la muerte de Franco, los ciudadanos y los colectivos catalanes deberían definirse ya de una vez y sin ambigüedades.

Quienes piensen que ser catalán excluye ser español están en su derecho, pero deberían decirlo claramente y obrar políticamente en consecuencia, sin ambigüedades, optando por opciónes inequívocas. Como lo hace la Crida a la Solidaritat o el Moviment de Defensa de la Terra, que no ocultan su conciencia antiespañola y su voluntad independentista., Hay que tener la honradez de uh Gil Robles, quien con notable franqueza bautizó a su partido Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) en una época en que resultaba conflictiva la autocalificación derechista.

Escaramuza

A mí me parece que la escaramuza por el título del filme de Betriu es una pequeña batalla que no pasará a la historia del cine, pero me interesa como reveladora de algo que está ocurriendo en la Cataluña que aprobó mayoritariamente la Constitución de 1978 y el Estatut de Autonomia.Cuando el español del año pasa a ser en Cataluña hombre del año, y cuando Antoni Ciurana, presidente de Convergéncia en Barcelona, afirma que Cataluña debe ser un país monolingüe, creo que ha llegado improrrogablemente la hora de las clarificaciones políticas acerca de la identidad de la ciudadanía catalana y de la ciudadanía española.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_