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Elección de una política forestal

Por fin, en el tema de la política forestal, David se ha enfrentado a Goliat, dice el autor de este trabajo, señalando cómo la directora general del Medio Ambiente ha recogido las tesis de los movimientos ecologistas frente a las de los ingenieros de Montes del Ministerio de Agricultura y los técnicos del Icona. En su opinión, en España hay que dejar de plantar pinos y eucaliptos -causa de graves desequilibrios ecológicos- para plantar robles, hayas, encinas y alcornoques.

Por fin llegó el gran día del duelo entre los que destruyen la naturaleza y los que la defienden. El duelo se está celebrando en el único terreno al que están dispuestos a acudir los malos, es decir, el suyo. Y al duelo se presentó David, encarnado en la débil figura de una mujer, Concha Sáenz, directora general del Medio Ambiente.Concha se presentó a la sesión de apertura de las jornadas sobre la gestión forestal y el medio ambiente, que comenzaron el lunes 12 y que se clausuraron el viernes 16 de marzo, con una piedra en la mano.

A su alrededor, en el salón de actos de la Escuela de Ingenieros de Montes de Madrid, estaban los técnicos forestales del Icona y los miembros de la Escuela y del Cuerpo de Ingenieros de Montes que controlan el Instituto para la Conservación de la Naturaleza del Ministerio de Agricultura, es decir, Goliat.

La piedra se la había dado a Concha Sáenz el movimiento de defensa de la naturaleza, y en ella estaban escritas todas las reivindicaciones que este sector ciudadano viene pidiendo desde que se inició, hace ahora unos 10 años. Concha tiró la piedra sin demasiada fuerza, como con miedo, tratando de no herir al coloso para no enfurecerlo, pero la tiró. Mas, salvando algún leve rumor, las paredes del recinto que alberga al cuerpo de Goliat no se resquebrajaron.

Muy en síntesis, la directora general del Medio Ambiente, antigua delegada en la oposición del grupo federal de ecología del PSOE, y la persona escogida por Alfonso Guerra para hacer el prometido cambio dentro de la gestión de la naturaleza, dijo, entre muchos rodeos y oraciones complementarias, que hay que ponerse a plantar robles, hayas, encinas y alcornoques y que ya está bien de plantar pinos y eucaliptos, que si son muy rentables para la industria papelera, con la que mantienen relaciones sospechosamente estrechas algunos funcionarios responsables de la política forestal, son causa de graves desequilibrios ecológicos y sociales que el PSOE no está dispuesto a asumir.

Desaguisados forestales

Concha Sáenz aclaró que es misión del Estado restaurar en lo posible los desaguisados que los técnicos forestales han cometido con la naturaleza en los últimos 44 años, y que no se puede consentir que entre los años 1947 y 1975, según las estadísticas oficiales, España haya perdido dos millones de hectáreas de bosque natural, en especial encinar y robledal. Lo mismo que es una vergüenza que este dato no se pueda dar actualizado porque desde 1975 las estadísticas del Ministerio de Agricultura no dan información sobre la evolución de los bosques españoles.

Esto fue lo que quiso decir la directora general del Medio Ambiente, traduciendo su lenguaje político al castellano. Y también añadió que las terrazas y las pistas que los gestores del monte están abriendo por doquier no sólo son graves atentados ecológicos, sino una clara expresión, ya a nivel personal, de la nula sensibilidad de quienes las hacen, sólo explicables por los pingües beneficios que reporta el movimiento ya no de tierras, sino de montañas enteras, con maquinaria pesada.

La directora general del Medio Ambiente dejó bien claro que España no es Finlandia, y que, por tanto, no se puede marcar como meta principal el producir pinos para pasta de papel, sino el retener suelos y agua, al margen de los otros usos ganaderos y agrícolas que tiene el monte cubierto de vegetación autóctona. La naturaleza, dijo, "no se puede explotar únicamente en función de su rentabilidad a corto plazo, porque muchas veces lo que es pan de hoy es hambre para mañana".

Todas esas cosas dijo David a Goliat. Y el coloso replicó por boca del director del Icona, Angel Barbero, quien, sin necesidad de traductor, soltó de buenas a primeras que "era de apreciar la buena voluntad de los defensores de la naturaleza, pero que su escasa formación científica y su ignorancia de la realidad de los problemas" les hacía decir muchas tonterías.

Barbero dijo que el objetivo de los técnicos forestales también era la "restauración de los ecosistemas naturales", pero que ésta debía hacerse por fases.

Destruir para restaurar

Cuando decía esto debería haber aclarado si los desmontes de encinares y alcornocales afectados masivamente por o con el beneplácito del Icona en las últimas décadas, o las talas de robledales y hayedos cantábricos, era la primera fase para llegar a ese discutido climax de la vegetación ibérica. Curiosa técnica esta de arrancar con palas excavadoras encinas centenarias, apilarlas y prenderlas fuego, o tirarlas a miles a barrancos para evitar que los eucaliptos recién plantados pudieran arder, para algún día restaurar los ecosistemas naturales.

Han sido muchos años de barbarie, exactamente 2.100.000 hectáreas deforestadas, para que ahora venga alguien a decir que se plantan pinos y eucaliptos porque los suelos de España son muy pobres, están erosionados y no admiten otra cosa.

Seguramente, el portavoz de Goliat quería decir que eso es lo que les da dinero. Al menos, esa valentía de hablar claro hay que reconocérsela al director de la Escuela de Ingenieros de Montes, Paulino Martínez Hermosilla, que en su discurso de apertura de las jornadas, que alguien llamó de reflexión, no cesó de dar cifras imponentes de beneficios económicos y de puestos de trabajo, como si de repente España se fuera a transformar en una gigantesca fábrica de papel autoabastecida de materias primas.

Paulino tampoco ocultó el objetivo de estas jornadas: conseguir del PSOE lo que no se logré con UCD, es decir, el relanzamiento de la política forestal que se practicaba en los buenos años del franquismo y que quedó arrinconada a mediados de los años setenta, cuando los incendios y las plagas pusieron en duda el megalómano y antiecológico proyecto de una España de encinas, robles, matorral y pastos, transformada en un pinar.

es periodista, ecologista y director de Quercus.

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