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Francisco Ayala, nuevo ocupante del sillón 'Z': "Muchas diatribas contra la entrada en la Academia vienen de llamadas indigestas a su puerta"

El escritor Francisco Ayala fue elegido anoche miembro de la Real Academia Española de la Lengua, en la que ocupará el sillón 'Z Mayúscula', que dejó vacante Salvador Fernández Ramírez. Ayala, único canditato, obtuvo 30 votos de los 32 emitidos, 22 directamente y 10 por correo. 3 académicos no votaron y 2 votaron en blanco, por lo que la elección se acerca a la unanimidad, hecho poco frecuente en esta institución. Granadino, de 77 años, Ayala obtuvo el premio Nacional de Narrativa de 1983, por sus Recuerdos y Olvidos, y es autor de una vasta obra de creación y pensamiento, que abarca Cazador del alba, Los usurpadores, La cabeza del cordero, Muertes de perro, El jardía de las delicias, y otros muchos libros, que constituyen una cima de la literatura castellana de este siglo.

Este jurista, sociólogo, profesor, novelista, cuentista, lingüista, fabulador, mitólogo, analista literario, ensayista, poeta, conferenciante, con largos años de agitada vida en varios mundos, que ha recorrido continentes como otros recorremos barrios, conserva no sólo el inconfundible perfil afilado, sahariano, aristocrático, y la negra mirada hipnótica de los granadinos puros, sino también su habla de agua susurrada, que Francisco Ayala guarda en su garganta después de quien sabe cuantos roces con otros acentos."No crea que se conserva tan puro". dice el escritor. "Tengo superpuestos muchos acentos, uno encima de otro". ¿Le ocurre lo mismo a su lenguaje literario y a su visión del mundo? "No lo sé, es Posible. Aunque en el lenguaje, no tanto. Los escritores tenemos que ser en todo momento conscientes de nuestro lenguaje y éste no puede nunca convertirse en un advenedizo. La selección de fórmulas expresivas es una creación personal. Al menos, así lo creo."

"Por lo que respecta a la visión del mundo, pienso que ocurre otro tanto. La visión del mundo no cambia por el hecho de que cambien los objetos que uno tiene delante, pues básicamente es unitaria en cada persona. Lo que pasa es que, en la práctica literaria, la visión personal de las cosas se altera, porque se adapta a cada proyecto que uno inicia. Hay escritores que expresan esto. muy bien, por ejemplo Quevedo, que tuvo a lo largo de su obra muchos tonos de expresión y no obstante fue siempre él mismo, tanto era chocarrero como cuando se ponía místico. El objeto modifica los tonos y altera la disposición del escritor ante ellos, pero deja intacta la forma expresiva básica".

Del ensayo a la ficción

Si el individuo es un enigma, el escritor de fuste saca este enigma a flor de su piel. Pero en un escritor como Ayala esta condición enigmática se agudiza, porque su obra se duplica, incluso se multiplica, entre, por una parte, el intelectual, y, por otra, el fabulador. "Sí, es cierto que he sido muchas cosas, pero me muevo fundamentalmente en dos vertientes, la del literato y la del enseñante de literatura, y esto, a mi juicio, beneficia a ambas, pues me libra de hacer ensayismo en la novela y de hacer literatura en el ensayo. Digo literatura entre comillas, porque una cosa es hacer literatura y otra escribir eficazmente, decir de manera económica y exacta lo que uno quiere decir".Mientras hombres como Ayala y sus innumerables compañeros -pobladores de esa otra España que nos dejó huérfanos a los niños de la posguerra, atrapados aquí por la muerte y el destierro de la inteligencia- erraban en el exilio, muchos muchachos del desierto español nos refugiábamos en la oscuridad de los cines en busca de luz. Ahora descubrimos que escritores como Ayala se ocuparon del cine como hecho cultural y estético mucho tiempo antes que nosotros. "Escribí primero un ensayo en Revista de Occidente, y acabó en libro, Indagación del Cinema. No hubo, es cierto, libros de este tipo entonces, pero había entusiasmo por el cine. Alberti y Lorca ama ban el cine. Pero, a nivel discursi vo, de aquel entusiasmo, que yo sepa, sólo quedó mi trabajo".

Para un nómada, un trotamun dos, sentarse en uno de los sedentarios sillones de la Academia de la Lengua debe tener un sabor pe culiar, tal vez irónico. "Mi entrada en la Academia ha llegado muy tarde, como otros honores oficia les. Pero esta tardanza es explica ble por las circunstancias de mi vida, y porque he procurado mantener a la política -no como reflexión, por supuesto, sino como actividad- fuera de mí. Soy, como político, un incapaz, y por eso tampoco hice, ni hubiera sabido hacer, política literaria. Y todo esto influye. No es extraño que llegue tarde. Pero igual podría no ha ber llegado nunca".

Enigma dentro de un enigma

La Academia puede evidentemente hacer cosas en favor de la literatura, pero hay quien dice que también las puede hacer en contra "No, no lo creo. Se le da a las instituciones más importancia de la que realmente tienen. Son sólo instituciones. Tienen funciones de proteccción y conservación, sólo eso, y no es poco. Ahora se habla mucho de defender la lengua, y no está mal que se hable de ello por que la lengua está muy corrompida. Desde las academias de la lengua se puede hacer algo contra esta corrupción, pero a condición de que en ellas no se legisle y no se pretenda establecer normas obligatorias, porque no es así. Por otra parte, muchas de las diatribas con tra la entrada en la Academia provienen de quienes han hecho llamadas indigestas a su puerta".No hay muchos escritores a quienes, como Francisco Ayala, pueda preguntárseles por la más sublime paradoja de la memoria: qué parte tiene el olvido en el recuerdo. "Hay muchas maneras de olvidar. La más elemental es la del no me acuerdo'. Otra manera es el olvido voluntario: el no quiero acordarme. Pero entre aquel olvido y este otro hay pasos, escalones intermedios. Uno es la deformación del recuerdo: el recuerdo no está hecho de material estable, sino que evoluciona y se deforma. ¿Como se configura el pasado desde el presente? ¿No es acaso posible extrapolar el pasado personal al colectivo, el yo a la historia? Pues lo mismo ocurre con el recuerdo. Fíjese en el mecanismo de la creación de una leyenda. Pongamos por caso a Séneca o a Numancia. ¿Qué demonios tienen que ver aquel hombre y aquella ciudad con lo que hoy llamamos España?. Esos son los 'recuerdos creados', que también se producen en la pequeña escala del recuerdo de los individuos".

¿La memoria, como género literario, no se convierte así en fabulación? "La novela es un género sin forma, porque en él cabe todo. La di rencia entre novela y memoria radica en que la novela maneja libremente la materia del recuerdo, con vistas a crear con ella una estructura objetiva. En cambio, en la memoria el recuerdo se puede manejar, pero no falsear. En las memorias se dice la verdad, aunque no se diga toda la verdad".

Hay enigmas dentro de los enigmas. Dentro del enigma llamado Ayala hay otro, el de su largo silencio literario desde los primeros años 30 hasta el exilio posterior a la guerra civil. "Sí, ese silencio terminó cuando sobrevino el exilio. Para poder narrarme hace falta paz de ánimo y yo en aquel tiempo no la tuve. Por otra parte, estaba absorbido por otros trabajos, como preparar la cátedra de Derecho Político, pero ahora creo que esto era sólo un pretexto, pues cuando uno necesita decir algo saca tiempo de donde no lo hay para decirlo, y acaba diciéndolo".

"Era aquel un tiempo de urgencias. La política nos asaltaba por todos lados, y a mí no me agrada escribir literatura política, quiero decir ficciones con fines políticos. Está bien quizá como actividad, pero los resultados suelen ser malos, como un castigo que el escritor recibe por mala conducta. Mala conducta literaria, se entiende". El sarcasmo -un suave sarcasmo sureño, casi ironía- brota de las palabras pausadas de este viajero pesimista y sereno, que ha ido a lo hondo del mundo y no solo no parece estar de vuelta, sino en el comienzo de la aventura.

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