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Castro advierte que Reagan no tendrá en Cuba o Nicaragua las facilidades que en Granada.

Nuestro país podrá ser borrado de la faz de la Tierra, pero jamás podrá ser conquistado o sometido", dijo ayer el presidente cubano, Fidel Castro, ante la mayor concentración humana registrada en la plaza de la Revolución para despedir a los 24 cubanos muertos en la Isla de Granada. En un discurso muy matizado, de tono marcadamente defensivo, expresó su deseo de que la victoria pírrica de su última intervención no lleve al Gobierno norteamericano a cometer fatales errores en otros países de América. En ese caso, señaló, se levantaría el espíritu de los pueblos latinoamericanos y se abriría un abismo entre gentes destinadas a convivir pacíficamente por el hecho de habitar un mismo continente.

ENVIADO ESPECIAL, Fidel Castro advirtió a Estados Unidos que no encontrará en El Salvador, Nicaragua o Cuba las circunstancias favorables que tuvo en Granada. La experiencia vivida por los cubanos en esa isla será estudiada al detalle para el caso de que se repita una intervención en otro país en el que haya también colaboradores cubanos.En repetidas ocasiones comparó los métodos empleados por el presidente norteamericano, Ronald Reagan, con los que en su día usara Adolf Hitler para manipular la opinión pública alemana y alimentar su orgullo con la ocupación de territorios ajenos. Enumeró las "falsedades" que la Administración norteamericana ha contado a su propia opinión pública con una metodología que calificó de "fascista".

Agradecimiento a España

En el capítulo de agradecimientos, Castro se refirió expresamente a la Cruz Roja Internacional y a los Gobiernos de España y Colombia por sus gestiones para la liberación de los prisioneros cubanos. Grandes aplausos acogieron cada una de estas menciones.Cuba ha convertido a sus 24 muertos de Granada en héroes caídos en desigual combate ante el invasor yanqui. Fidel Castro recibió el domingo, al pie del avión, sus ataúdes cubiertos con la bandera nacional; durante la noche y la mañana de ayer, cientos de miles de cubanos desfilaron por el monumento a José Martí, en cuya base se instaló el velatorio oficial; se accionaron todos los resortes para concentrar por la tarde el mayor contingente humano que se haya visto nunca en la plaza de la Revolución. Los 24 cubanos serían inhumados en el panteón de las Fuerzas Armadas al término de un día de duelo nacional.

A las cinco en punto de la tarde aterrizó en el aeropuerto de La Habana el avión Iliushin que transportaba los restos mortales desde la base militar de Holguín, donde se habían realizado las tareas de indentificación. Sobre las terrazas de la terminal aérea se apostaron unos cientos de personas. Abajo, en la pista, todos los detalles habían sido estudiados para crear un clima de sobrio dramatismo.

A la izquierda, ante el morro del avión, 24 furgones del Ejército mantenían sus puertas abiertas, con los chóferes en actitud de firmes. Seis escuadras mixtas, del Ejército y de las milicias, realizaron a paso lento el descenso de los ataúdes, entrando al avión por la puerta lateral trasera y descendiendo por la delantera.

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A la derecha del escenario, todo el aparato de poder de la nación: el presidente Fidel Castro, con su indumentaria habitual de comandante; Raúl Castro, con uniforme de general del Ejército; Juan Almeyda; el ministro del Interior, Ramiro Valdés; el vicepresidente, Carlos Rafael Rodríguez, y los miembros, del Buró Político, del Secretariado y del Comité Central del Partido Comunista de Cuba.

Tres secciones de las Fuerzas Armadas (Ejército, Aviación,Marina) y dos de las milicias (hombres y mujeres) presentaron armas mientras la banda del Estado Mayor interpretaba el himno nacional y una marcha fúnebre. La ceremonia, transmitida a todo el país en directo por radio y televión, duró poco menos de media hora.

La caravana fúnebre, después de desfilar ante el presidente Castro, se dirigió a marcha lenta hasta la plaza de la Revolución. Miles de personas bordeaban la carretera y muchas más hacían ya cola para iniciar a las nueve de la noche el desfile interminable ante los féretros. Media hora antes ingresaron en la sala los familiares, que permanecieron a solas.

"Morir por la Patria"

La puesta en escena mantenía el mismo tono del aeropuerto. Junto a cada ataúd, la foto del fallecido; delante, un ramo de gladiolos, y al fondo, sobre cortinas de color violeta, una enorme bandera de Cuba, flanqueada por dos coronas de flores firmadas por Fidel y Raúl Castro. En la inmensa explanada, el eterno retrato del Che Guevara sobre la fachada de su Ministerio de Industria, sede hoy del de Interior. A un lado, dos gigantescos cartelones que rezan: "Morir por la patria es vivir" y "Siempre internacionalistas".Cinco tiendas de asistencia médica habían sido ya instaladas para la concentración de la tarde. En sus alrededores, miles de personas serpenteaban, a las nueve de la noche, por la larga senda trazada con cuerdas hasta la base del monumento a José Martí, una obra iniciada en el régimen de Batista y terminada durante el primer año de la revolución.

Sólo en cuatro ocasiones se utilizó este recinto. En 1976, para velar a los muertos del avión de Cubana que estalló cuando volaba entre Trinidad y Barbados.

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