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Reportaje:

Georges Delerue, 25 años poniendo música al cine

El artista relata en Sevilla su experiencia como compositor para películas francesas y norteamericanas

Georges Delerue, que el pasado viernes dirigió la Orquesta Bélgica Filarmónica en un concierto de repertorio propio -dentro del homenaje que le ha tributado el Festival Internacional de Cine de Sevilla-, es un hombre que ha conseguido unir sus dos mayores pasiones: el cine y la música. Autor de partituras clásicas, se le conoce, sin embargo, sobre todo por su labor para la pantalla a lo largo de 25 años. Todo el cine de Truffaut está musicado por él, a partir de No dispuaren al pianista, su primera colaboración, que tuvo lugar en 1960. Actualmente reside en Los Angeles y combina los filmes americanos con los europeos. Está en posesión de varios premios, entre ellos un oscar.

ENVIADA ESPECIAL, Georges Delerue es bajito por culpa de un accidente que le destrozó la columna vertebral cuando era casi un crío -antes medía 1,80-, deliciosamente afable y dispuesto a compartir sus recuerdos de los grandes hombres que ha conocido. Que han sido muchos, desde Boris Vian hasta nuestros días.Es grato contemplar por una vez a quien estuvo empuñando la batuta mientras en la pantalla Jeanne Moreau vivía su precaria historia con Jules y Jim, o mientras la malograda Françoise D'Orleac enamoraba a Frangois Perier en La piel suave, o mientras Julia/Jane Fonda se entregaba a la tierna amistad de Vanessa Redgrave. Rubio, casi pelirrojo, Georges Delerue se convierte de repente en algo más que la música de fondo de una bella imagen.

Nacido en Rubaix en 1925, en el seno de una familia pobre -"a lo Emile Zola", dice él-, tuvo la suerte de que su madre le alentara a tocar un instrumento -y también de tener en su casa un viejo piano. La convalecencia que siguió al accidente que le dejó bajito sirvió también para que se concentrara en la música. Consiguió ingresar en el conservatorio de su ciudad natal y luego pasó al de París, en donde tuvo como profesor a Darius Milhaud. Hubo premios, becas de por medio. Y algo muy importante: Milhaud, en vista de que poseía un talento dramático especial, le envió a Jean Vilar. Esto señaló el principio de su relación con el teatro -en 1948, y le puso en contacto cin gentes como el propio Vilar y Boris Vian.

Otro golpe de suerte -aunque Delerue no niega su talento, cree que en la vida los encuentros son- fundamentales- le hizo entrar en contacto con los jóvenes críticos que un día se inventarían la nouvelle vague. De entre ellos, François Truffaut sería el más frecuentado:

"Cuando un productor me llamó para que pusiera música a No disparéis al pianista, yo ya había hecho la música de algunas películas, cortometrajes y largos. Había escrito el vals de Hiroshima, mon amour, entre otras cosas, pero la oferta de Truffaut era un reto muy interesante. Cuando vi la película, que ya estaba acabada, me gustó mucho como cinéfilo, pero como compositor me quedé helado, porque no tenía ningún sonido referencial, estaba completamente muda, y como el protagonista tocaba el piano en algunas secuencias, yo debía componer algo que concordara con el movimiento de sus manos. La cuestión técnica era muy difícil, pero lo hice. Y desde entonces he musicado todos los filmes de Truffaut".

Relación con Truffaut

El último, Vivement dimanche! ha sido proyectado en el Festival de Cine de Sevilla. Dice Delerue que Truffaut es un hombre "muy encerrado en sí mismo, muy tímido. Nuestra relación se produce en los rodajes, nunca en la vida. No nos llamamos por teléfono, pero él me escribe cartas, y es muy caluroso, muy gentil".Ha trabajado también con Godard, "que tiene ideas geniales, como la de mezclar con la acción de la película a los músicos que interpretan la banda sonora. De Prénom: Carmen me ha gustado, también, que haya elegido música de Beethoven como fondo, porque es la antítesis de Bizet, es una música muy poética que subraya el lado realista del filme".

Tiene un recuerdo especial para Boris Vian: "Conocerle y contar con su estima ha sido uno de los grandes orgullos de mi vida. Él también amaba la música; era en esto un verdadero autodidacta, y era un hombre de tripas, como decimos los franceses. A pesar de su inteligencia y su cultura extraordinariás, nunca permitía que esto último predominara sobre los sentimientos. Estaba siempre del lado de la vida, del corazón, y por eso me gustaba".

Delerue trabajó también en España, para Juan Antonio Bardem. "Hice la música de Nunca pasa nada, que me parece la mejor película de Bardem, con aquel final tan conmovedor en que Jean Pierre Cassel vuelve con su mujer. Luego hice Los pianos mecánicos, y debo decir que fue porque Bardem me lo suplicó, porque desde el principio me pareció una mala película, con un mal guión y una interpretación ridícula". De entonces ahora el cine español ha cambiado mucho, como ha cambiado este país, y así se lo ha parecido a Delerue en esta última estancia sevillana.

En la actualidad, el compositor vive en Los Ángeles, aunque no desdeña hacer películas europeas. Ha trabajado con autores americaños como Fred Zinnemann -Un hombre para la eternidad, Julia, Chacal-, Mike Nichols -El día del delfín- y también para Bertolucci, Louise Malle o los británicos Jack Clayton y Ken Russell.

"La diferencia entre trabajar para europeos o para americanos radica sólo en los medios que estos últimos ponen a continuación. Me he establecido en Estados Unidos porque estaba un poco fatigado de trabajar siempre con la misma gente, con idéntica formación orquestal: cuerdas, arpa, piano, etcétera. Tenía ganas de disponer de grandes orquestas, y los americanos en esto son perfectos. Son también muy generosos los compositores de allí, que acogen al que viene de fuera sin la menor sombra de desconfianza".

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