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Una m¡rada del adiós

¿Recuerdan Harper, investigador privado, con Paul Newman en el papel del detective protagonista? Era la adaptación de la primera novela de Ross Macdonald con su célebre personaje Lew Archer, al que el cine cambiara, por tanto, el apellido, en aquel filme y en otro posterior denominado en España Con el agua al cuello.

Años más tarde, las obras de Ross Macdonald conocerían aquí apresurada difusión y notorio prestigio, tal como correspondía a uno de los autores auténticamente clásicos en la historia de la novela negra. Ross Macdonald se llamaba en realidad Kenneth Millar y había utilizado sus verdaderos nombre y apellidos para firmar sus primeras novelas durante la década de los 40. Pero su esposa, Margaret Millar, escribía, asimismo, novelas de temática criminal y ello influyó para que recurriera a un seudónimo, precisamente en la aludida obra que inspirara el film Harper y que se llama en la traducción castellana El blanco móvil.

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Sin embargo, aquel primer seudónimo -John Macdonald- coincidió con la denominación real de otro novelista del mismo género, por lo que evolucionó a John Ross Macdonald y finalmente a Ross Macdonald, la firma definitiva del autor. Cabe precisar, también, que el recurso al seudónimo constituía una táctica frecuente entre los autores de novela criminal cuando decidían ensayar el empleo de un personaje hipotéticamente fijo, por lo que el propio nacimiento de Lew Archer en la ficción debió determinar en Kenneth Millar la elección de su nuevo nombre literario.

La saga de Lew Archer, desde 1949, puede recordar en ciertos aspectos la del célebre Philip Marlowe creado con una década de antelación por Raymond Chandler, pero se distancia peculiarmente por asumir, poco a poco, la mítica personal de Kenneth Millar.

El personaje de Archer no es, en sí, y sobre todo durante sus inicios, muy diferente del arquetipo de detective privado que se lanza al esclarecimiento de los hechos con prioridad sobre la dedicación a la caza de delincuentes; además, queda configurado típicamente como un antiguo policía, expulsado del cuerpo a causa de su resistencia a entrar en la rueda de la corrupción, y como un solitario, abandonado por su esposa. Sin embargo, tal esquema se individualiza a través de la contumacia de Archer en el rastreo de culpas y en la indagación de oscuros pretéritos, habitualmente referidos a la clase alta californiana.

Es en tal ámbito narrativo donde asoman una y otra vez constantes temáticas afiliadas a la propia vida de Kenneth Millar. La insistencia en establecer la acción a partir de búsquedas de personas desaparecidas, debe relacionarse con hechos reales de la existencia del autor, como que su padre se marchara del hogar durante su infancia, que él mismo tuviera que separarse un tiempo de su mujer a causa de la guerra, o que su única hija muriera en 1970.

Igualmente queda reflejado, de .algún modo, en la obra de Ross Macdonald el itinerario casi errante del autor durante largos años, de California (donde había nacido en 1915) a Canadá, y de allí a Europa tras la muerte de su madre, para regresar a Canadá y luego a los Estados Unidos, con un pronto ingreso en la Marina y un retorno final a las natales tierras de la costa oeste.ç

Desde Santa Bárbara, California, imaginó las novelas de Lew Archer, que edificarían a su vez una progresivamente entristecida crónica social de la zona. Cierto tono de violencia inicial se transformaría en una actitud del protagonista centrada en el carácter de testigo de los acontecimientos, y ampliada más tarde a una postura de investigación psicológica ante los restantes personajes.

Cuanto aprehende Lew Archer sobre la vida que le rodea, contribuye a acentuar paulatinamente su pesimismo: Ross MacDonald establece un continuado paralelismo entre la degeneración moral del entorno humano y la degradación ecológica del entorno natural, extendiendo al campo de ficción las prolongadas preocupación y actividad del matrimonio Millar en favor de la naturaleza californiana. Catástrofes realmente sucedidas en la zona donde vivían los Millar -un incendio forestal provocado y un marea negra a -consecuencia de un escape petrolífero- obtuvieron en las novelas El hombre enterrado y La bella durmiente trasplantes con obvios simbolismos sociales.

Por aquel entonces, la primera mitad de los años 70, Ross MacDonald había logrado ya trascender la noción de novelista de género, y su obra gozaba de creciente prestigio en los círculos literarios; también por aquel entonces, el ánimo de meliorismo que había encauzado otrora algunas de sus obras culminantes, La forma en que algunos mueren, El caso Galton, El otro lado del dólar, La mirada del adiós, había incrementado sus matices de tristeza crepuscular al compás de las sucesivas recreaciones de un mundo de prepotentes erigido sobre la acumulación de culpabilidades históricas.

Esta crónica de urgencia ante el hecho fluctuante del fallecimiento de uno de los grandes representantes de la novela negra, no podría olvidar, finalmente, la inserción de Ross Macdonald en la línea evolutiva del género: él recogió la herencia de aportaciones testimoniales legada por los escritores duros de los años 30, y siguió las huellas de los autores para quienes la figura del detective privado constituía un medio de adentrarse en las caras ocultas bajo el omnipotente dólar, impulsando en su derredor, durante los últimos 15 años, una nueva escuela de novelistas especializados en la vision crítica de la sociedad a través de la aventura ciudadana del investigador particular.

es un estudioso de la novela negra.

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