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FERIA DE SAN FERMÍN

Al rico bajonazo

El primer toro tenía flequillo, en lugar de lucir una frente rizosa y fosca como corresponde a los toros mayores de edad. Tenía flequillo de garçon, pero no era tan niño. Era un torazo lustroso, encampanado, que provocó un ¡oh! admirativo por su salida chula y desafiante, al que los mozos cantaron con el grito de ¡toro! ¡toro! que aplaudieron en el arrastre por su belleza y que se resistió a la muerte en una agonía larga, lenta. El toro era chulo, sí señor, y de salida quiso quitarse a todos de en medio, empezando por su matador. Pepe Luis Vargas, tardó más en abrirse de capote que en verse entre las patas del galán, con el amparo prodigioso del quite oportuno de un subalterno. De todas formas el toro no hizo mucho por él, porque carecía de la chispa que da la casta. Distraidote y con la cara alta anduvo todo el rato durante la faena de Vargas.El torero se empleó en un trasteo digno y valentón, como animoso estuvo en el cuarto, con más bondad pero que se asfixió muy pronto y se quedó parado. Si a esto añadimos que los toros apuntaban esa característica incómoda, tal cual es el embestir con la cara a media altura, a la labor de Vargas se puede dar un aprobado.

Toros de Pablo Romero

Bien presentados y mansotes.Pepe Luis Vargas. Estocada baja (saludos). Estocada al paso y descabello (silencio). Tomás Campuzano. Pinchazo y bajozano (silencio). Pinchazo estocada tendida (silencio). J. A. Ruiz Espartaco. Estoconazo caído (oreja). Bajonazo (silencio).

Vulgaridad y torpeza evidenció Tomás Campuzano. Su segundo servía (como dicen los taurinos) aunque blando, tuvo más clase y un recorrido claro por el pitón izquierdo. Pero consumió el tiempo en un trasteo deslavazado, cuando lo que procedía era echarse la muleta desde ya, a la mano izquierda... y ¡venga! vamos a torear. Pero se marchó el toro al desolladero sin haber aprovechado sus primeros momentos. No estaba ayer en órbita este Campuzano, que en el quinto se ve apretado en tablas por no salirse hacia afuera. Este quinto, fue un manso pregonao, violento a partir de la suerte de banderillas, peligroso, que ponía los pitones en el pecho a su matador como para cortarle la yugular. Murió al hilo de las tablas, frente a chiqueros como manso que era, con los pitones clavados en la arena de una forma espectacular y bella, porque la fiesta de los toros será cruel pero no sádica. Y aquí la muerte puede ser bella.

Espartaco sabedor de que tiene su carrera muy cuesta arriba, supo aprovechar a medias la dulzura del pitón izquierdo del tercero de la tarde. Digo a medias, porque siempre citó fuera de sitio, aunque lograra templar en algunos instantes. En cambio, tuvo la inteligencia de no demorar el encuentro con el toro en un trasteo inútil como hiciera Campuzano. Este se lo planteó mejor y se llevó una oreja, con el aditamento efectista de los rodillazos y demás que prende muy bien en este público navarro. Público fácil para lo fácil y poco calibrador de lo difícil. Ya en el sexto, con las peñas "a su aire", y con un toro manso, tuvo prisas y se lió a pegarle pases. Y eso hizo: consejo muy habitual de los del mundo del toro: Hay que pegar pases como sea. Y esto es lo que hizo Espartaco.

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